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Daniel Roldán
Martes, 12 de agosto 2014, 10:38
El ébola ha acabado esta mañana con la vida del sacerdote español Miguel Pajares. El misionero toledano, de 75 años, luchaba contra este virus mortal desde hace diez días, cuando se sintió mal en el hospital Saint Joseph de Monrovia (Liberia) donde trabajaba desde hace ... siete años. Junto a él, otros cinco compañeros del centro que habían tratado a Patrick Nshamdze, el director del centro, sintieron los primeros síntomas del ébola, que según los últimos datos de la Organización Mundial de la Salud se ha cobrado ya 1.013 vidas en Liberia, Sierra Leona, Guinea y Nigeria.
Después de confirmarse hace hoy una semana que Pajares estaba contagiado por la enfermedad, todo lo contrario que la hermana Juliana Bonahé que solo sufre unas fiebres tifoideas, el Gobierno de España decidió su repatriación y su ingreso en el hospital Carlos III, a donde llegó el jueves pasado. Pajares fue ingresado en la sexta planta, en una habitación especial, totalmente hermética y con atmósfera invertida para evitar la propagación del virus. Una vuelta a casa que se realizó siguiendo los parámetros de máxima seguridad que marca la OMS y que las autoridades sanitarias españolas siempre han defendido debido al riesgo mínimo de contagio.
Además, la falta de hemorragias internas y las instalaciones médicas de un país occidental hicieron que los galenos fueran optimistas con que Pajares pudiera sobrevivir al ébola, que en las cepas más virulentas alcanza una mortalidad del 90%, ya que el tratamiento general es el mismo: cuidados paliativos y paracetamol. Empero, todo cambio a partir del sábado. El Ministerio de Sanidad aprobó, de forma excepcional, la llegada del fármaco experimental ZMapp, el mismo que están dando en Atlanta al médico Kent Brantly y a la misionera Nancy Writebol y que estaba dando muy buenos resultados. Este suero está compuesto por tres anticuerpos procedentes de las hojas de tabaco que atacan a la proteína que rodea al virus del ébola, lo cual facilita que el propio sistema inmune ataque y evita la propagación a otras células. Sin embargo, el suero experimental no ha podido evitar el fallecimiento del misionero.
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