Carlos Moreno y José Luis Bañuls, a las puertas de su garaje en Alfafar. Jesús Signes

«Si no salimos rápido, vamos a perder más que el coche»

Las últimas lluvias han devuelto el recuerdo del día de la gran riada en los municipios valencianos afectados, cuando muchos garajes se convirtieron en una trampa mortal

Álvaro Soto

Valencia

Jueves, 14 de noviembre 2024

Tres vehículos se alinean en la estrecha cuesta de un garaje ubicado en la parte de atrás de la Avenida de los Reyes Católicos de Alfafar. En este lugar, el 29 de octubre por la tarde, Carlos Moreno transitó la delgada línea que separa el ... susto de la tragedia. «Otro vecino y yo vinimos a intentar sacar nuestros coches. El agua ya venía con muchísima fuerza y comenzaba a inundarlo todo. Estábamos dentro de los vehículos, tratando de subir la rampa, y entonces se atrancó la puerta del garaje. En ese momento me bajé del coche y le dije al vecino: 'Como no salgamos rápido, vamos a perder más que el coche'. El agua nos llegaba aquí (se señala la cintura) y en muy poco tiempo alcanzó los tres metros de altura, pero nosotros, afortunadamente, pudimos escapar», relata, todavía con el recuerdo muy vivo. ¿Tuvo la frialdad suficiente como para ver que se podía ahogar? «Al contrario», responde. «Si lo hubiera pensado más, no lo habría hecho y me habría quedado dentro del coche, intentando salvarlo. Pero no lo pensé nada, fue casi un acto reflejo, y por eso estoy aquí».

Publicidad

Las historias de los garajes son la pesadilla recurrente de muchos de los afectados por la DANA. Más allá de Bonaire, donde afortunadamente no apareció ningún cadáver, los ocho fallecidos en un aparcamiento de La Torre, por ejemplo, siguen presentes en el ideario colectivo. Antes, en los días de gota fría, trasladar el coche desde el garaje hasta una zona alta era la mejor manera de que el automóvil no sucumbiera. Pero lo aprendido antes no sirvió hace dos semanas: una parte importante de las víctimas perecieron cuando intentaban sacar sus vehículos y muchos supervivientes se salvaron por un instante, como le sucedió a Carlos Moreno.

La lluvia de estos días ha resucitado los fantasmas y ha interrumpido la lucha por volver a una cierta normalidad, aunque esta palabra tenga ahora una connotación distinta a la que poseía antes de la inundación. Para muchos valencianos, conseguir un coche nuevo, primero, bajar a los garajes sin miedo, después, y finalmente conducir por unas carreteras que todavía parecen una secuela de Mad Max será lo más parecido al retorno a la normalidad.

«Mucha gente tiene pánico»

«Cuando lo hablas por ahí, es verdad que mucha gente tiene pánico a los sótanos y a los aparcamientos», retoma la conversación Carlos Moreno. A su lado, asiente José Luis Bañuls, que comparte no solo plaza en este garaje, sino una historia parecida en el día de la gran riada: «Mi mujer pudo sacar el coche en cinco minutos. Si hubiera tardado diez, no sé qué habría pasado».

No existe una zona cero de la DANA de Valencia, hay muchas. Pero en Alfafar, el tsunami, porque en esa palabra coinciden todos los que vivieron aquel suceso, se vivió con una enorme intensidad. A la derecha del garaje está el colegio La Fila, cuya valla quedó arrancada de cuajo, y enfrente se ve el Ikea de Alfafar Parc, uno de los símbolos de la tragedia, donde cientos de personas se refugiaron en el peor momento de la inundación. «Los suecos sí saben hacer las cosas bien: el garaje se inundó, pero todos los muebles están bien y seguro que pueden abrir más pronto que tarde», dice Bañuls, que opina que el descampado situado entre la gran tienda de muebles y su casa evitó una tragedia mayor. «En la zona urbana, entre las calles estrechas, todo fue peor. Se escuchaba un ruido del viento y de las olas que provocaba el agua como nunca había oído yo en mi vida».

Publicidad

Operarios tratan de sacar el agua del garaje. J. S.

Mientras las vivencias afloran, en este garaje de Alfafar, el miércoles, un camión de desatranque bombea sin descanso y en una mañana consigue desalojar el agua acumulada. El siguiente objetivo es sacar los coches, aunque en esto se sienten afortunados porque en principio, los tres vehículos que dormían aquí podrán seguir funcionando. Fuera, las precipitaciones arrecian, pero nada parecido a la riada, rememora Bañuls. «Estaba en mi terraza y vi cómo llegaba el agua de Massanassa. En lo que se tarda en tomar un café y fumar un cigarro, entre las nueve y la diez de la noche, todo esto se inundó completamente».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

¡Oferta 136 Aniversario!

Publicidad