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Rolando Álvarez

El obispo que pone rostro a la disidencia en Nicaragua

El sacerdote nicaragüense, una de las últimas voces críticas contra el régimen de Ortega, permanece desde hace un mes en arresto domiciliario y su futuro resulta incierto. El Gobierno quiere que el Vaticano lo reclame, pero él no está dispuesto a abandonar su patria

gerardo elorriaga

Domingo, 25 de septiembre 2022, 00:57

Custodia en mano y vestido con prendas litúrgicas, Monseñor Rolando Álvarez desafía, en plena calle, al poder establecido. El obispo de Matalgalpa, ciudad al norte de Nicaragua, se ha convertido en el rostro de la disidencia en el país centroamericano. Lleva un mes sometido a ... arresto domiciliario y su futuro resulta incierto. El Gobierno quiere que el Vaticano lo reclame, pero él no está dispuesto a abandonar su patria.

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Este religioso, de 55 años y nacido en la capital en el seno de una familia humilde, siempre ha sido un opositor del sandinismo, movimiento revolucionario que, al parecer, ha perdido definitivamente sus credenciales ideológicas. Su rechazo al poder viene de antiguo. Cuando era un joven veinteañero se negó a realizar el servicio militar obligatorio, fue apresado y partió a Guatemala, donde decidió ingresar en un seminario. Su formación incluye una maestría en Doctrina Social de la Iglesia realizada en la Universidad de Salamanca.

El religioso conoce el lenguaje de los medios. La proyección nacional del obispo rebelde está vinculada a su condición de director de la emisora Radio Nicaragua y como portavoz de la archidiócesis de Managua. Se bandeó en tiempos duros para el periodismo local. El escenario político cambió radicalmente con el segundo ascenso al poder de Daniel Ortega, uno de los padres del Frente Sandinista de Liberación Nacional.

Su victoria electoral del 2006 constituyó el primer paso en la construcción de una dictadura que ha privado a la república de la democracia y libertades fundamentales. La piedra clave de ese proceso que ha sofocado todo disenso fue la aprobación en diciembre de 2020 de la Ley de Defensa de los Derechos del Pueblo a la Independencia, la Soberanía y la Autodeterminación para la Paz, un largo título para una norma que permite detenciones arbitrarias e impedir la concurrencia electoral de la oposición.

Un breve idilio

El recelo no fue siempre el sentimiento común entre Iglesia y Estado. La figura del sacerdote Ernesto Cardenal, ministro de Cultura, representó la feliz concordancia de valores, pero el idilio resultó breve. El sandinismo dirigió el país entre 1979 y 1990, cuando la victoria electoral de Violeta Chamorro imprimió un giro hacia la derecha y una economía neoliberal.

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El nepotismo y la degradación de las condiciones de vida impulsaron en 2006 el regreso al poder de Daniel Ortega, uno de los artífices del primer triunfo sandinista, pero esta vez junto a Rosario Murillo, esposa y vicepresidenta.

La persecución contra las instituciones ajenas al oficialismo, periódicos y entidades religiosas, arreció a partir de 2018

Pero nada fue igual. El matrimonio gobernante instauró un régimen pretendidamente progresista, insertado en la esfera de la ALBA, la red afín a la Venezuela del dirigente Nicolás Maduro. La corrupción a gran escala se ha beneficiado del flujo de ayudas de esta organización. La elite dirigente local se ha beneficiado de estos ingresos y se ha sumado a la oligarquía tradicional, también ampliamente apoyadas por las anteriores políticas conservadoras.

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El sandinismo ha llegado para perpetuarse y la violencia ante el inmovilismo estalló en 2018 mediante protestas ciudadanas ahogadas en sangre. La represión se ahogó en sangre y hubo más de 300 muertos. En esa crisis, la Conferencia Episcopal realizó labores de intermediación a través de una comisión en la que participó Rolando Álvarez. Pero fracasó y el gobierno la achacó falta de neutralidad acusándola de prestar refugio y apoyo a los insurrectos.

La persecución contra las instituciones ajenas al oficialismo, desde periódicos emblemáticos como 'La Prensa' a las entidades religiosas, arreció a partir de este momento. Monseñor se convirtió en uno de los objetivos. Ortega vetó su participación en un segundo intento de diálogo que no fructificó. El oficialismo repudiaba sus homilías, en las que denunciaba la violación de los derechos humanos y manifestaba su intención de dar consuelo a quienes estaban privados de libertad. Murillo clamaba contra los 'golpistas', los 'terroristas' y 'los diablos con sotana'.

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La desarticulación del entramado eclesiástico, último bastión consistente contra el sandinismo, se basó en el acoso a los sacerdotes y el cierre de emisoras y publicaciones. La presión o la expulsión directa han sido los recursos para desembarazarse de las cabezas de la Iglesia, caso del obispo auxiliar de Managua Silvio Báez o el nuncio apostólico Waldemar Stanislaw Sommertag.

Hacer ruido

El exilio de Rolando Álvarez se antojaba inmediato, como un eslabón más de la cadena de partidas, pero lejos de mantener un perfil bajo o convencional, el obispo de Matagalpa ha sabido emplear todo el ruido posible para exponer la situación en las redes sociales, el reducto de aquellos que han perdido otras plataformas de expresión. Sus vídeos en los que muestra a los cuerpos de seguridad impidiendo su salida de la residencia cural o las imágenes en las que se muestra rodeado de policías, han dado cuenta de la realidad en la que se desenvuelve él y todos aquellos desafectos con el ejecutivo.

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Su ostracismo estaba cantado. El acoso se ha cerrado con la detención el pasado 19 de agosto y el mantenimiento del arresto domiciliario. Todas las especulaciones apuntan a la existencia de conversaciones entre Managua y el Vaticano para facilitar la salida consensuada de Álvarez, una medida a la que se niega el reo. Si el implicado accede definitivamente, Ortega y Murillo se desharían de uno de sus últimos antagonistas y gobernarían sin el temor a los púlpitos, ya vacíos o silenciados.

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