La vida de Ernest Hemingway está trufada de verdades, medias mentiras, leyendas e historias contadas por medio mundo. El escritor estadounidense, premio Nobel de Literatura en 1954, disfrutaba con todos estos chismes e incluso los alentaba. Pero entre las múltiples cosas que se cuentan hay ... una que es cierta: el escritor de 'El viejo y el mar' tenía una gata mutante. La felina era polidáctila, tenía seis dedos. Una señal de buena suerte, según los marineros.
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'Snowball' (Bola de nieve) fue un regalo que el capitán Stanley Dexter le había dado a Hemingway cuando vivía en Cayo Hueso (Kay West, en inglés). Es el lugar más al sur de Estados Unidos y allí se instaló la familia Hemingway. El escritor y su mujer Pauline compraron esta casa situada en el 907 de Whitehead Street en 1931. Y fue la base de operaciones, sobre todo en verano, de los Hemingway hasta 1940, cuando la pareja se divorció y el Nobel se fue a vivir a Cuba con su tercera esposa, Martha Gelhorn.
Pauline y sus dos hijos permanecieron en Florida hasta 1951, cuando ella muere; tras el suicidio del escritor (1961) la casa fue vendida por los hijos a Bernice Dixon. En 1964, su nuevo propietario decide convertirla en museo.
La morada, que tiene casi 170 años, ha soportado el golpe de numerosos huracanes y unas cuantas crisis económicas. Pero, al igual que toda la zona de Cayo Hueso, no estaba preparada para los envites de la covid-19. Esta isla floridiana, curiosamente más cerca de La Habana que de Miami, es un lugar perfecto para relajarse, bucear, tomar el sol y conocer un poco más a uno de los escritores estadounidenses más importantes de la historia. Pero el coronavirus la ha dejado sin turistas internacionales. No vienen. Ni por avión ni por los cruceros por el cierre de fronteras.
Solo quedan los visitantes nacionales, que llegan a cuentagotas y se muestran más interesados por el medio centenar de gatos mutantes que habitan la casa-museo. Todos son descendientes de 'Snowball' y campan a sus anchas por la morada, que se ha hecho más famosa por sus actuales visitantes de cuatro patas que por Hemingway. Si se pregunta a los vecinos de Cayo Hueso, muchos no saben dónde se levanta la casa-museo de Hemingway, pero sí conocen dónde está la morada felina. Además de la rareza genética de estos animales, el director del centro, Andrew Morawski, destaca que otro de los motivos de que muchas personas conozcan la casa por los gatos es porque Hemingway «se estudia poco en los colegios de Estados Unidos».
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Mientras tanto, la ausencia de visitantes ha provocado el despido de 30 de los 45 trabajadores. «Tengo solo cuatro guías», apunta a AFP el director, que asegura que seguirán abiertos pase lo que pase y que los gatos serán tratados como reyes. Los empleados llenan los cuencos de los mininos con agua con hielo. Los escasos turistas, encantados. Disfrutan de ellos y, además, amplían sus conocimientos sobre un novelista con una vida sin parangón.
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