Paula, que cantó el Gordo el año pasado, entre Kiara y Luis y otros dos compañeros, en la residencia de San Ildefonso, a la que los niños llaman «La Resi». Virginia carrasco

'La Resi' de San Ildefonso: aquí se entonan las voces de la suerte

Los niños de la lotería de Navidad apuran los ensayos para su gran día. «Ojalá vuelva a dar el Gordo», desea Paula, que quiere cantar en chándal. «Aquí no toca nunca», avisa Chema, el educador que la ayuda con los deberes y la entrena de cara al sorteo del día 22

Domingo, 18 de diciembre 2022, 01:50

«Adelante, es vuestro turno». Los cámaras de Antena 3 dejan su hueco a los de la televisión pública alemana ARD. Antes pasó la cadena japonesa NHK, y ya han pedido cita TV3 y el canal de Extremadura. «A los alemanes les encanta este sorteo… ... mis padres y mis hermanos no paran de llamarme para que les compre un décimo. ¡Y ahora estoy aquí!», exclama entusiasmado Sebastian Kisters, el corresponsal en España de ARD. «Aquí» es la zona cero del Gordo de Navidad, donde empieza todo, el lugar donde se entrenan los niños que el día 22 no le harán millonario (o tal vez sí), pero le devolverán a la infancia y hasta es posible que le alegren el día con su inconfundible soniquete, el esperado estribillo que anuncia el comienzo de unas fiestas tan extraordinarias como el sorteo.

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Encontrar hueco para asistir a un ensayo es casi una lotería. Hay montones de peticiones de medios españoles y extranjeros y los cuidadores de los chavales procuran no saturarlos (tienen deberes, exámenes, extraescolares…), aunque ellos responden resueltos a las preguntas de los periodistas y aguantan estoicos los focos de las cámaras. «Yo les digo que son unos inconscientes, jajajaja», se ríe Chema García, psicólogo y educador, que lleva 16 años haciendo de segundo padre de estos hijos de familias en serias dificultades socioeconómicas.

Entramos en la residencia de los niños de la suerte, un austero edificio del siglo XVIII situado en el corazón del Madrid más castizo, en el barrio de La Latina. Las tres plantas del inmueble son compartidas por el colegio público de San Ildefonso, el más antiguo de Madrid con 200 alumnos, y la residencia del mismo nombre, donde hay internos 48 niños y niñas, entre ellos los que participarán en el sorteo navideño. «Serán entre 24 y 28, unos como cantores y otros como extractores», calcula Carmen Jiménez, la directora de la residencia.

Sentada en la primera fila del salón de actos de 'La Resi', como llaman los menores al que es su hogar de lunes a viernes (los fines de semana se reúnen todos con sus familias), Carmen, abulense de 55 años, no pierde ojo. Timbres de voz, vocalización, manipulación de las bolitas… Aún falta casi una semana para el Día D, pero en el ambiente se respira la adrenalina del 22. «Trecemildoscientosveinticiiincooo… unmillondoscientosmiiileurooos…». «¡Ainhoa, recuerda que estás dando un premio importante, más fuerza!». ¡Natalia, fíjate bien, tienes que ponerte a la misma altura de Ángel! Y tú Ángel, ¡vigila el tono y proyecta la voz!». Carmen no para de pulir detalles, mientras los niños ensayan sin tregua. «Dieciseismilcientonoventaicuaaatrooo… cuatromillonesdeeurooos». «Paula, las manos atrás… venga que es la última tabla… ¡Lo estáis haciendo fenomenal!», les anima la directora, que prueba que los tonos de las parejas empasten bien.

Uno canta el número, el otro el premio. Habrá algún gallo, seguro, pero tratan de evitarlos entonando una y otra vez. Lo llevan haciendo tres veces por semana desde octubre. También se entrenan en el manejo de las bolas, lo que requiere de su particular destreza para que no acaben rodando por el escenario del Teatro Real, la clásica anécdota que se repite cada año.

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«Estos ensayos son muy importantes para que los niños entren en contacto con lo que va a ser la situación real», cuenta Carmen, consciente de que el Real impone por su grandiosidad, por el despliegue de cámaras y porque los niños se saben observados por millones de ojos.

La jornada del día 22

  • ¡A despertarse! El día 22 los niños se levantan a las 6 de la mañana y a las 7.30 parten hacia el Teatro Real, que está muy cerca de la residencia.

  • Desayuno a lo grande En la cafetería del Real les preparan zumo, chocolate caliente, churros, tostadas y bollería. Hay que coger fuerzas para cantar el Gordo.

  • Ponerse guapos Se dirigen a sus camerinos y se someten a una sesión de maquillaje y peluquería. Es un momento que les encanta, tanto a ellos como al equipo que se encarga de ponerles aún más guapos.

  • La hora H Las 9.00 es la hora en la que entran en acción, aunque se suele retrasar algunos minutos. El sorteo, que se retransmite en directo por TV, dura unas tres horas y media.

  • Algo de historia Los niños de San Ildefonso cantaron por primera vez un sorteo de Navidad el 18 de diciembre de 1812. Pero fue en 1771 cuando se estrenaron cantando la lotería. Antes eran huérfanos, ahora son hijos de familias vulnerables.

  • Entre 24 y 28 niños. Son los elegidos para cantar este año. Unos el número y otros el premio, más los dos que se sitúan detrás de cada bombo y extraen las bolas. Ellos también pueden cantar en otras tablas.

La lotería de Navidad es la seña de identidad de su Casa y la directora vive los preparativos casi con más ganas que sus pupilos. «Me gusta el sorteo. Es un momento mágico ligado a mi infancia cuando nos juntábamos alrededor de la radio o el televisor para seguirlo», dice con un brillo en la mirada.

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Su horario habitual es de 9 a 5, pero son las ocho de la tarde y sigue al pie del cañón corrigiendo fallos que observa en los ensayos y agobiada porque los niños tienen que hacer los deberes, ducharse y cenar (hoy toca arroz y tortilla) antes de jugar un poco y acostarse a las diez y cuarto de la noche.

Entre los 48 residentes hay tortas por cantar. El equipo de dirección realiza un 'casting' en marzo y empiezan a probar timbres de voz, parejas… hasta hacer una selección en la que los chicos más mayores parten con desventaja por el cambio de voz. Al Gordo no le enamoran los tonos graves. De ahí que siempre haya más niñas que niños. Y todos sueñan con dar el premio mayor. Hasta hay pique entre ellos. Por eso los educadores prefieren que tarde en salir, «para que no se desinfle el suflé antes de tiempo y los que esperan su turno no sufran el bajón».

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Agraciados generosos: pocos pero los hay

Y los agraciados con la suerte, ¿se acuerdan de los chavales? Algún bendecido con los 400.000 euros del décimo afortunado ha tenido un detalle, pero no es lo normal. Hace dos años, un señor de Reus se puso en contacto con 'La Resi' para que cada niño pidiera un regalo. El hombre envió un cargamento de juguetes, entre ellos un par de patinetes eléctricos.

El Gordo. Ay el Gordo. Paula, de 12 años, no se lo puede quitar de la cabeza. No pegó ojo la víspera del último sorteo… ¡y fue ella quien lo cantó! El 86.148. «El año pasado no dormí, tuvo que venir una educadora a contarme cosas» (hay tres turnos de educadores, mañana, tarde y noche). Me decía que imaginara que estaba en la playa… pero yo solo pensaba en los números. Este año creo que no voy a dormir tampoco», admite, y sueña con repetir aquel momentazo. «Te sientes como una estrella… es como ¡buah! todo el mundo quiere entrevistarte, te hacen fotos… lo malo es que al día siguiente ya se ha olvidado», admite resignada.

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-Pero oye Paula... ¿estaría bien que lo cante otro que nunca lo haya cantado, no?

-Sí, sí pero prefiero yo, jajajaja.

Madrileña de nacimiento e hija de inmigrantes dominicanos, Paula es de las pocas internas de 'la Resi' que estudia en el colegio de San Ildefonso, así que con bajar unas escaleras aterriza en su pupitre. La vena lotera le viene de sus hermanos, que pasaron por la residencia y cantaron premios. Le gustan las matemáticas y quiere ser psicóloga, como Chema, su cuidador de tarde y su 'coach' de cara al sorteo que le 'tortura' poniéndole a prueba con números raros o de pocas cifras. «Yo veo un cero y me pongo nerviosa. En la lotería normal (la que cantan los jueves y sábados) si un número acaba en 08 dices el cero y el ocho, pero en la de Navidad el cero no se cuenta y tengo que hacer un esfuerzo para no liarme», se sincera Paula, que si pudiera «cantaría como hoy, en chándal y deportivas».

Chema, uno de los educadores de la residencia, observa el ensayo de dos niños de San Ildefonso. Virginia carrasco

Junto a Paula rondan el escenario Ainhoa, hija de colombianos, que con 8 años es la benjamina del grupo; Ángel de 9 años; Kiara, de 12; Natalia, de 11; Diana de 13 y Luis de 11, un 'veterano' que entonó el segundo premio en 2019 y este año aspira al oro. «¡Aquella vez sentí que era famoso!». «Si canto el Gordo a ver si alguien nos ayuda con dinero», ruega Kiara, nacida en Ecuador. Los siete conforman el grupo de Chema, que se tira las tardes ayudando a los chavales con los deberes. «Vienen del colegio, hacemos las tareas, un rato de ocio, meriendan, salen al patio, volvemos a estudiar un poco, cenamos… Haces lo que haría un padre o una madre y a la vez intentas echar una mano a la familia».

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Cada 22 de diciembre, él anda entre las bambalinas del Teatro Real, cargado de 'mentolines' por si hay que engrasar gargantas. «Ese día les digo que se lleven la Play, la Switch, la tableta... las pantallas que quieran para que se distraigan. Pero no me preocupo mucho. Son unos máquinas. Han ensayado tanto que lo tienen automatizado para que les salga del tirón».

A Chema le ha tocado varias veces el Gordo. Ocurre cuando uno de sus chicos vuelve a 'La Resi' de visita. «Les pierdes la pista y un día aparecen por aquí convertidos en padres o madres de familia, con la vida enderezada, con trabajo… me pego un alegrón. Es tu pequeño premio».

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-¿Y a la lotería juegas?

-Solo en Navidad.

-¿Un pronóstico para este año?

-Sí, que aquí en San Ildefonso no va a tocar. Eso seguro, jajajaja.

(El número que 'La Resi' juega desde hace lustros es el veintemilnoventaisieeeteee). La suerte está cantada.

Los niños también se adiestran en el manejo de las bolitas. v. carrasco

Literas, sala de estudio y de juego, diana a las 7:15 de la mañana y a dormir a las 10

Antiguamente los niños de San Ildefonso eran huérfanos que la institución acogía. Hoy proceden de familias sin recursos. Todos han llegado a 'La Resi', que depende del Ayuntamiento de Madrid, desde los Servicios Sociales. Hay, por ejemplo, hijos de madres solas que se ganan la vida trabajando de interna en casas y no puede hacerse cargo de la niña de lunes a viernes. En la residencia tocan diana a las siete y cuarto y el toque de queda llega a las diez y cuarto. Cenan a las ocho y media y desayunan antes de las ocho de la mañana. El edificio tiene en la planta baja las cocinas, el comedor, la despensa y la lavandería. Arriba están los dormitorios, ocupados por cuatro niños que duermen en literas. Cada uno dispone de su propio armario y su mesa de estudio. Los baños y las duchas están fuera de las habitaciones. Hay, además, sala de estudio, biblioteca y salas de ocio con tenis de mesa, futbolín, billar, wii y juegos de mesa, y un salón común con televisión, como el de una casa. «Es que se trata de que esto sea una casa grande», resume la directora.

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