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Darío Menor
Domingo, 24 de diciembre 2023, 00:17
200 millones de euros tendrán que desembolsar de manera conjunta como resarcimiento los nueve condenados el pasado fin de semana por la fraudulenta compra de un edificio en un lujoso barrio de Londres con fondos de la Secretaría de Estado de la Santa Sede. Entre ... ellos está el cardenal italiano Angelo Becciu, el primer purpurado en ser condenado por el Tribunal vaticano y considerado responsable de aquella ruinosa operación en la que se perdieron más de 130 millones de euros. No es una cifra baladí en una institución que lleva años sufriendo un déficit estructural que le obliga a deshacerse de entre 20 y 25 millones de euros anuales de su patrimonio para cuadrar las cuentas.
El propio Papa reconoció el pasado 24 de noviembre, durante la audiencia que mantuvo con los miembros de la Secretaría para la Economía (SpE), que el «importante» déficit de la Santa Sede «compromete su futuro». Desde poco después de comenzar su pontificado en marzo de 2023, Francisco puso en marcha una reforma financiera para conseguir mayor profesionalidad y transparencia, tratando así de acabar con el nepotismo y la opacidad imperantes durante décadas, que favorecieron la estafa de la inversión en Londres y otros escándalos anteriores. Pese a estos pasos adelante y la clara voluntad de hacer limpieza, como manifiesta el proceso judicial a Becciu, «el camino de las reformas económicas acaba de comenzar», según comentó el Papa a los miembros de la SpE.
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Juan Cano
El máximo responsable del 'ministerio' de Economía de la Santa Sede es, desde hace un año, el extremeño Maximino Caballero, que en una reciente conferencia se felicitó de que ya no existan «actividades económicas en la Santa Sede que no estén sujetas a las visibilidad y al control de un tercero». En la audiencia del mes pasado con Francisco, Caballero subrayó en cualquier caso que todavía queda «mucho que puede y debe ser mejorado». Sólo así podrán evitarse nuevos escándalos, al tiempo que se garantiza la sostenibilidad de la Santa Sede para burlar la bancarrota a la que puede verse abocada si no se embrida el déficit.
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