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Izaskun Errazti
Sábado, 2 de septiembre 2023
Ocurrió con la aspirina, que se hizo fuerte en el campo de los analgésicos y acabó mostrándose eficaz como anticoagulante para la prevención del infarto de miocardio. Después con el minoxidil, un fármaco antihipertensivo que ahora se utiliza para el tratamiento de la alopecia, «aunque ... al principio se observó que a algunos el vello les crecía donde no debía y donde no les gustaba nada», recuerda entre risas Francisco Zaragoza, catedrático de Farmacología de la Universidad de Alcalá de Henares (UAH). La historia de la medicina está repleta de descubrimientos alcanzados «por casualidad», apunta el también vocal nacional de Investigación y docencia del Consejo General de Farmacéuticos de España. Así, hace apenas unas décadas, y buscando el modo de tratar la diabetes, los investigadores dieron casi por accidente con la clave para una nueva generación de medicamentos que se muestran eficaces para adelgazar: Ozempic, Wegovy, Mounjaro... Famosos como Elon Musk ya han confesado abiertamente haber hecho uso de estos fármacos para perder peso, y corre el rumor de que otras celebridades, como las Kardashian, han seguido el mismo método para mantener los kilos a raya. Las redes sociales como TikTok han hecho el resto y ha estallado la revolución. Colas a las puertas de muchas farmacias e incluso problemas de desabastecimiento.
En España, según la Encuesta Nacional de Salud, la obesidad alcanza al 21,6% de la población adulta, un porcentaje que se eleva hasta el 60% si se incluye a las víctimas de sobrepeso. Además, en el caso de los niños y adolescentes ya son uno de cada seis los afectados. «La industria farmacéutica no tenía nada para remediarlo, y los sistemas nacionales de salud soportaban el peso, nunca mejor dicho, de una enfermedad muy dura que quita vida en cantidad y calidad y que es para siempre. Estábamos huérfanos de medicamentos contra la obesidad», apunta José Antonio Piniés, especialista en Endocrinología y Nutrición de IMQ, que en la década de los 90 obtuvo una beca de investigación sanitaria en el Hospital General de Massachussets que le permitió conocer el proceso de primera mano. La esperanza para los obesos, no obstante y sin saberlo, ya se había abierto años atrás.
Todo empezó en los 70, de la mano de Joel Habener, un biólogo molecular muy involucrado en el estudio de la diabetes, enfermedad generada por un alto nivel de azúcar en sangre que se trata con inyecciones de insulina, una hormona secretada por el páncreas. En su investigación el endocrinólogo observó dos hormonas más, la somatostatina y el glucagón, que también ayudaban a las células a almacenar azúcares, pero cómo se producían era un misterio. Se lanzó entonces a analizar los genes que ponen a las células a producir glucagón y así, a principios de los 80, descubrió el GLP-1, una hormona que libera el intestino después de comer, que actúa en las células del páncreas que fabrican insulina y con niveles elevados de azúcar en sangre. Pero tenía un problema: se desvanecía demasiado rápido.
Otro descubrimiento fortuito, repasa Piniés, trajo la solución. En 1990, otro investigador, John Eng, buscaba hormonas interesantes en la naturaleza con las que fabricar fármacos para personas, y se fijó en el monstruo de Gila, un lagarto venenoso que sin comer mucho mantenía estables sus niveles de azúcar en sangre. Así que se centró en la saliva del réptil y, ¡premio! Encontró una variante de la GLP-1 «con una cualidad demoledora: no se degradaba tan rápido. Podía durar hasta doce horas en sangre». Dos pinchazos al día de exenatida, como se llamó a esta primera hormona que se comercializó en 2005 en EE UU y llegó a España cuatro años después. eran suficientes para bajar la glucosa en los diabéticos de tipo 2, especialmente con obesidad. Y encima bajaban de peso, porque perdían el apetito y el hábito de comer de manera compulsiva», subraya el especialista.
La farmacéutica danesa Novo Nordisk no perdió el tiempo y tras alterar la estructura básica de la hormona -una cadena de aminoácidos- encontró una variante más duradera. Así produjo la liraglutida, un fármaco a base de GLP-1 eficaz con una sola dosis diaria. La autorización como tratamiento para la diabetes llegó en 2010, y sus consumidores tampoco tardaron en observar que adelgazaban. ¿Por qué no utilizar entonces está hormona para tratar la obesidad?
Un ensayo clínico realizado en 2016 permitió comprobar que las personas obesas tratadas con liraglutida frente a placebo bajaban un 8% de peso, y se mantenían. Así fue como el laboratorio decidió lanzar una segunda línea de productos para tratar la obesidad, que se comercializó con el nombre de Saxenda.
«Por primera vez en la historia de la medicina teníamos un fármaco muy potente basado en una hormona que está en nuestro organismo en dosis muy bajas, pero que suministrado en dosis farmacológicas permitía perder peso y controlar la diabetes a los afectados por esta enfermedad con unos efectos secundarios muy tolerables», destaca José Antonio Piniés. Náuseas, diarrea o estreñimiento frente a los problemas de ansiedad, nerviosismo o cardíacos que producían las pastillas, de tipo anfetamina, que solían recetarse para adelgazar. Las investigaciones continuaron, primero para la diabetes y luego para la obesidad, y pronto se localizó una nueva molécula, la semaglutida, que pinchándose sólo una vez a la semana resultaba más potente e igual de segura.
El pasado 8 de agosto se dieron a conocer los datos preliminares de un estudio sobre la obesidad tratada con la semaglutida, la hormona que dura una semana, cuyo uso para perder peso ya ha sido aprobado en Estados Unidos y Europa, aunque aún no ha llegado a las farmacias. Los resultados han superado las expectativas. El fármaco, bautizado como Wegovy, provoca una bajada de peso del 16%. Además, el estudio de cinco años de duración realizado entre 17.000 pacientes en todo el mundo ha permitido constatar que el riesgo cardiovascular en personas que previamente no sufrían ningún problema de este tipo se reducía un 20%.
¿Cómo se ha llegado hasta quí? «Lo más curioso de todo es que no sabemos muy bien el porqué. Cómo, con un golpe de suerte, como en el casino, hemos dado con unos fármacos que actúan a muchos niveles», apunta Piniés. «Ya preveíamos desde hacía tiempo que esto podía ocurrir, pero había que profundizar en los ensayos clínicos para evitar efectos adversos», señala por su parte Francisco Zorrilla, catedrático en Farmacología de la UAH. Lo importante, en cualquier caso, es que la mayoría de los pacientes tratados con esta nueva generación de medicamentos consiguen pérdidas de peso superiores al 20%, cuando la cirugía bariátrica ofrece bajadas de entre un 30-35%. «Había un hueco, un agujero negro, entre la dieta y el ejercicio y la cirugía bariátrica y estamos cubriendo ese gap», destacan los expertos.
El endrocrinólogo bilbaíno sostiene que algún día las cirugías de pérdida de peso «se quedarán para personas que no tengan capacidad económica». ¿Por qué? Porque la obesidad requiere un tratamiento «de por vida» que los sistemas nacionales de salud no están dispuestos a financiar y que cuesta unos 280 euros al mes. La producción es, además, muy limitada. «En Estados Unidos y Reino Unido, Alemania y Dinamarca, ya lo tienen, pero en España no, porque la demanda es muy superior a la oferta». Y eso a pesar de que la farmacéutica Novo Nordisk duplicó la fabricación entre 2022 y 2023, «pero es un proceso delicado, no es como hacer tornillos».
¿Supondrán los nuevos fármacos el final de la obesidad? «Eso es mucho decir», advierte Francisco Zaragoza. «Lo primero es tener un diagnóstico preciso de por qué una persona sufre sobrepeso. Si es por glotonería, por supuesto que sí. ¿Pero si fuera que la tiroides no funciona adecuadamente? En ese caso este producto tendría poco que hacer», afirma el catedrático. Y el tratamiento, añade el especialista en Nutrición, debe ir acompañado de un cambio de hábitos de vida. «Yo a mis pacientes les digo: 'Te he dejado una bicicleta eléctrica y no tienes que subir al monte dando pedales tú solo. ¿Pero qué pasa si dejas de dar pedales? Que te caes'», ejemplifica.
Los especialistas confían en que las boticas españolas puedan dispensar el próximo año unos medicamentos «que van a cambiar la vida del mundo rico». Mientras, las acciones de las industrias farmacéuticas se han disparado en la Bolsa americana. «Han encontrado la gallina de los huevos de oro», concluyen.
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