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Richard Slayman, un trabajador del Departamento de Transporte de Massachusetts, que a sus 62 años sufre de diabetes, hipertensión, problemas cardiovasculares y renales, se convirtió el sábado pasado en el primer ser humano en recibir con éxito el transplante de un riñón de cerdo, genéticamente ... modificado para ser asimilado por seres humanos.
«Cuando lo conectaron a los vasos sanguíneos en la fase de reperfusión, lo cogió inmediatamente, levantaron la uretra y estaba produciendo orina», rememoró en conferencia de prensa uno de los nefrólogos presentes en la operación de cuatro horas. «Todo el quirófano y la sala de emergencias irrumpió en aplausos, fue toda una experiencia». La emoción embargó al equipo. Todavía ayer jueves, el director del Programa de Trasplante de Riñones, Leo Riella, rompió a llorar ante la prensa, mientras que a algunos de sus colegas les faltaban las palabras. «Era verdaderamente el riñón más hermoso que haya visto jamás», resumió el doctor Tatsuo Kawai, profesor de cirugía en Harvard y director del Centro Legorreta para Tolerancia de Trasplantes Clínicos.
El extraordinario hito en la historia de las investigaciones médicas, que nace con la esperanza de que ningún paciente muera nunca por falta de un donante de órgano, se produjo en el mismo Hospital General de Massachusetts donde hace exactamente 70 años se llevó a cabo con éxito el primer trasplante de riñón. Desde entonces la demanda ha superado con creces la oferta. Solo en Estados Unidos hay más de 100.000 personas en lista de espera, para apenas 20.000 riñones disponibles al año. Cada día mueren 17 personas sin alcanzar su turno. «Tenemos que quitar pacientes de la lista de espera porque ya están demasiado enfermos para la operación», explicó Riella. «Nunca anticipamos que la diálisis se convirtiera en una solución de por vida, ¿cómo vas a comparar limpiar la sangre durante tres horas, tres veces por semana, a la filtración que hace un riñón, diez veces más efectivo de forma natural, para mantener el equilibrio de agua y minerales en el cuerpo trabajando a todas horas?».
Después de pasar siete años en diálisis, a Slayman le sonrió la suerte en 2018, cuando le llegó su turno en la lista de espera, pero debido a la diabetes, en marzo del año pasado volvió a la fase terminal de su enfermedad renal. «Incluso antes del primer transplante tenía muchas dificultades con la diálisis, porque las venas por las que se obtenía la sangre que se bombea a la máquina a menudo se atascadas y no proporcionaban suficiente flujo», explicó el doctor Winfred Williams, director Asociado de la División de Nefrología y Fundador del Centro para la Diversidad e Inclusión (el número de pacientes en estado terminal de las enfermedades renales es casi cuatro veces más frecuente en negros que en blancos).
Aquel riñón humano le proporcionó cuatro años de vida «razonablemente buena», pero al quinto empezó a fallar progresivamente. La acumulación de toxinas en el cuerpo y el desequilibrio de electrolitos le produjo un fallo cardiaco y se estimó que podría sufrir una muerte repentina, por lo que se le devolvió a la hemodiálisis con los mismos problemas previos, que obligaron a frecuentes operaciones para restaurar el flujo. «Después de 30 o 40 procedimientos quirúrgicos y radiológicos para enfrentar el problema de acceso vascular, vi como mi paciente se deprimía cada vez más», explicó el doctor Williams. La supervivencia de este tipo de pacientes es de menos del 25% en cinco años, peor que la mayor parte de los cánceres. «En un momento dado me dijo que no podría seguir adelante y entonces empecé a pensar en formas extraordinarias para proporcionarle un remedio y, con suerte, mejor calidad de vida y un futuro más luminoso».
Así es como la situación de este paciente, uno de los diez candidatos que consideraron los médicos para este proceso experimental, que se le aplicó por la vía «compasiva» que autoriza la Federal Drug Administration (FDA), permitió darle un empujón a la ciencia. «Lo vi no solo como una forma de ayudarme a mí mismo, sino de dar esperanza a las miles de personas que necesitan un trasplante para sobrevivir», dijo Slayman aún convaleciente, en un comunicado distribuido ayer por el hospital.
El desafío fue posible gracias a los avances de los últimos años, que han introducido en el campo médico la edición de genes y una nueva generación de embriología, secuenciación y un medicamento inmunosupresor para evitar el rechazo que aún no está disponible en las clínicas. Al microscopio, un riñón de cerdo resulta «idéntico al riñón humano y funciona de forma muy similar», dijo el doctor Riella, pero genera una reacción en el sistema inmunológico «increíblemente violenta», debido a la desviación de los seres humanos ocurrida hace 80 millones de años. Incluso con los mejore medicamentos actuales de inmunosupresión, «se pondría negro en cuestión de minutos», lo que ha resultado ser siempre una barrera insalvable a la hora de utilizar órganos porcinos. El hito ha sido posible gracias al trabajo de la empresa eGenesis, que ha editado 69 genes del animal para criar una raza mucho más compatible con los humanos. Además, se han utilizado un nuevo tipo de anticuerpos monoclonales específicamente efectivos para reducir la respuesta de rechazo del sistema inmunológico al tejido de los cerdos. Ambas cosas se probaron «extensamente» en otros animales sin especificar para asegurarse de que el protocolo era apto en la aplicación a seres humanos. «Creemos que esto es solo el principio, hemos abierto una nueva frontera», dijeron emocionados los facultativos.
Por mucho que celebren el éxito, un solo caso no traerá esta técnica al resto de la población, sino que ahora tendrán que hacerse amplios estudios clínicos para establecer la seguridad del procedimiento. «Nuestra esperanza es que la diálisis se haga obsoleta y que acabe siendo un recurso puntual, como los ventiladores», deseó el doctor Riella
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