Dos días después, el mismo agresor quiso repetir la operación con otra chica, que también aceptó esperarlo semidesnuda y vendada. Él siguió con su falsa identidad. «En la creación de nuestro perfil construimos y moldeamos una imagen del yo que esperamos que resulte atractiva ... e interesante, una 'imagen de marca' en la que el objetivo común es resultar deseable», asegura Fernández. Esa segunda vez, sin embargo, ella ojeó por la mirilla de la puerta antes de abrir, notó la impostura y no abrió. Lo denunció a la policía. Ese día, él volvió a llamar a la primera chica e intentó un segundo chantaje. Esta vez la chica acudió a la policía. Los testimonios de las dos mujeres, que no se conocían, sirvieron para apresar al agresor.
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Aunque pueda parecer ingenuo, no comprobar la identidad de la persona con la que se planifica un encuentro forma parte del juego aceptado por ambas partes. No así el engaño. «Se debe tener presente el derecho a mantener una presencia anónima en la red, incluso cuando la app sea de carácter público y permita compartir perfiles», advierte Fernández. «Es esencial recordar que cada persona marca sus propios tiempos y que, por lo tanto, no es obligatorio poner su fotografía» pero el uso «ético» de estas redes implica «dar a conocer este tipo de información a la persona con la que hablamos».
Poco después de la sentencia, la app Badoo -utilizada por un millón de españoles cada mes, según sus propios datos-, anunció que incorporaba «funciones» para reforzar la seguridad de las mujeres, como una petición de 'selfie' en tiempo real, el 'modo invisible' para la versión de pago o la verificación de perfiles para «verse antes de conocerse». «Actualmente estamos trabajando en evolucionar y desarrollar nuevas maneras de hacer que nuestros usuarios se relacionen con honestidad y seguridad», responde su agencia de comunicación.
Las sentencias en España que involucran la utilización de aplicaciones de citas para tender una trampa a la víctima son un puñado y existen casos recientes, como el de la violación múltiple de Bilbao, que todavía se encuentran bajo sumario. Pero algunos modos delictivos aparecen de manera recurrente en los juicios. Por ejemplo, la estrategia de los ojos tapados. El falso modelo de Palma era un imitador de otro de Barcelona que usaba Tinder. A una mujer, de profesión abogada, le pareció «guapo» de cara y lo invitó a su casa. Le esperó desnuda y vendada. Hasta que empezaron a mantener relaciones sexuales. Cuando se quitó el pañuelo de los ojos, «no le gustó» ni «la cara ni el físico», y «se negó a continuar la relación sexual».
Él la amenazó con divulgar unas fotografías suyas. Dijo ser víctima de una «humillación». «Te harás famosa». Ella lo denunció ante la policía, mostró los mensajes y las imágenes, lo que luego serviría en un juicio que en segunda instancia ratificaría una indemnización de 500 euros para la víctima, debido a que, aunque no fueron publicadas sus fotografías, sí generó «perturbación anímica».
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