«Quebranté la orden de alejamiento»

Unas 5.000 personas que no han entrado a prisión gracias a una medida alternativa no tienen dónde realizar el trabajo comunitario debido al cierre de instituciones por la pandemia

Domingo, 13 de septiembre 2020

Cuando la relación de A. con su pareja cumplía dos años, el maltrato verbal se convirtió en físico. No vivían juntos ni tenían hijos en común, pero él la esperaba cada noche a la salida del bar donde ella trabajaba. «Todo empezó con maltrato psicológico ... hasta que llegó el momento de la violencia», recuerda A.,de 37 años. «La gota que colmó el vaso fue cuando en una discusión porque le había puesto clave a mi teléfono, me exigía que se la diera. Me negué y me quitó el móvil y lo metió en el microondas. Al tratar de sacarlo, hubo un forcejeo, caí al suelo y tuve rotura de meniscos».

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A partir de entonces, ella lo denunció por violencia de género. A él le dictaron una orden de alejamiento de 200 metros, que ella rompió, según el criterio del juzgado, que le impuso una pena de prisión que podía ser cambiada por 48 horas de trabajo en beneficio a la comunidad. «Quebranté a orden de alejamiento pero me ha parecido bastante injusto, siendo la víctima, porque él estaba esperándome en el portal cuando volví de trabajar», dice A. «A mí no me dio tiempo a reaccionar cuando lo vi, ni avisar a las autoridades. Empezamos a discutir y un vecino llamó a la policía». Hay juicios pendientes. «Como suele venir a mi barrio, los vecinos me avisan, me mandan un mensaje. Ya no le doy el margen a llegar al portal de mi casa, automáticamente llamo a la policía».

Después del episodio en que se rompió los meniscos, A. estuvo un año y medio de baja, encerrada en casa, sin poder cumplir con la orden del juez. «Tuve depresión, engordé muchísimo. Llegue a pesar 90 kilos. A día de hoy sigo con la rehabilitación pero mentalmente estoy mucho mejor. Cuando me recuperé fui al juzgado». Para cumplir la pena tuvo varias opciones. Eligió Cruz Roja, donde hace labores de acompañamiento a ancianos, limpia ambulancias, reparte alimentos, se ocupa del correo. «Estoy encantada, cambió mi visión de las cosas. Al principio fui obligada, pensaba que era injusto. Pero entras ahí y ves que hay personas buenas, y te cambia la forma de pensar». Después de dos meses, se quedó como voluntaria.

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