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Antonio J. Armero
Cáceres
Lunes, 21 de octubre 2024, 10:11
Cuando el Consejo de Ministros autorizó el pasado día 15 la firma del acuerdo con Portugal para construir el puente internacional de Cedillo, quizás algún vecino del pueblo cacereño pensó que la noticia era solo una más para añadir a la historia interminable de la ... tramitación burocrática de esta infraestructura de la que se empezó a hablar en el año 1995. A lo que pasa en el pueblo cacereño donde casi todos se llaman entre sí por sus motes –el Ayuntamiento editó una guía telefónica de apodos que aún conservan en muchas casas– se le ha llegado a llamar 'La última frontera de Europa'. No porque se exija el pasaporte, sino porque es el ejemplo de que aún quedan en el continente lindes nacionales que alejan a los ciudadanos en vez de acercarlos. Sin metáforas, en este caso. En un sentido literal. Medible en kilómetros. Y en minutos de viaje en coche.
Resulta que en este punto de La Raya hispano-lusa, la frontera es un río, como ocurre en tantos sitios del mundo. El Sever. Pero aquí, no se salva por un puente sino por el muro de coronación de una central hidroeléctrica, propiedad de Iberdrola. Y cuando hace tres décadas se liberaron las fronteras en una parte de Europa y la Guardia Civil española y la GNR lusa dejaron de vigilarlas, la empresa decidió cerrar la presa. Más tarde, levantó un poco la mano y desde hace años, mantiene el paso cerrado las 24 horas de lunes a viernes pero lo abre de las diez de la mañana del sábado a las diez de la noche del domingo (hasta medianoche en julio, agosto y septiembre).
Fuera de esa franja, quien llegue hasta ahí se encontrará una barrera que impide pasar. Y la alternativa es dar un rodeo de 120 kilómetros. Suena difícil de creer, pero es así. De Cedillo a Montalvão (freguesía de Nisa) hay 13 kilómetros si la presa está abierta, y 120 si está cerrada, porque hay que bajar hasta Valencia de Alcántara.
Es una situación que el ayuntamiento de Cedillo lleva todo este siglo y algo más intentando solucionar, pero siempre hay un despacho que frena las ilusiones. Antes o después, algo o alguien devuelve al cajón el proyecto del puente internacional que tanto facilitaría la vida a los vecinos de la zona.
Porque las relaciones entre extremeños y portugueses en esta esquina ibérica son el pan nuestro de cada día. Hay matrimonios mixtos, hay trabajadores de un país empleados en empresas del otro, negocios con clientes de las dos nacionalidades... Hasta una fiesta que reivindica el puente, la Matanza do Porco Internacional, que se sigue celebrando.
«Yo creo que ahora está bien encaminado y ya no hay marcha atrás, pero mi experiencia en este tema me hace ser escéptico». Lo dice 'Botines' (Antonio González Riscado), alcalde desde 1987, que echa la vista atrás y recuerda que el problema comenzó en 1995, cuando entró en vigor el Acuerdo de Schengen, por el que varios países europeos suprimieron los controles en las fronteras interiores entre ellos.
Hasta ese momento, no solía haber problema para pasar de un país a otro entre Cedillo y Montalvão, aunque fuera de modo semiclandestino. Pero con Schengen, Iberdrola cerró la central y puso vigilantes y cámaras de seguridad. «Negociamos con la empresa y aceptó abrir los sábados, y luego lo extendió a los domingos», recuerda 'Botines', que arrastra el mote desde que siendo un crío fue a la misa del domingo estrenando unas botas de suela dura que sonaban a cada paso.
«El problema –anticipa el regidor– puede venir por las elecciones municipales que hay en Portugal en octubre del año que viene, lo digo por la desagradable experiencia que tuvimos aquí en el año 2015 con el cambio de gobierno en la Diputación».
Se refiere el alcalde a las elecciones de ese año, que auparon a la presidencia de la institución provincial cacereña a Laureano León (PP) en sustitución de Juan Andrés Tovar (PSOE), que tenía como vicepresidente a Miguel Ángel Morales, concejal en Cedillo y actual presidente de la institución. Es la derivada política de la historia del puente.
«El año anterior, la Unión Europea había aprobado para hacer el puente –recuerda 'Botines'–. Eran fondos finalistas, o sea, con una fecha de caducidad en la que si no se había hecho la obra, se perdía el dinero. El día que tomó posesión, le pedí a León una entrevista para hablar del puente. Y cuando nos vimos, me dijo que se haría, pero luego cambiaron de opinión. Empezaron con lo de 'El puente de Morales', y al final no se hizo y se perdió el dinero».
La razón que dio entonces la Diputación fue que con la subvención que concedía la UE, no daba para levantar esa infraestructura. Justo diez años después, sí que parece más factible que se haga, tras el acuerdo del Consejo de Ministros del pasado día 15. Y también son fondos finalistas: la obra debe estar ejecutada antes de que acabe el próximo año.
El proyecto contempla una inversión de 12 millones para construir un viaducto de 160 metros y también 400 metros de carretera nueva, más 200 de firme rehabilitado.
Cuando sea una realidad, se acabarán los rodeos. Y lo de cruzar el río en barca, que todavía hay quien lo hace. «Nos permitirá apostar más por el turismo transfronterizo, y ya hay un empresario interesado en abrir una gasolinera cuando el puente funcione, porque los portugueses vienen mucho a repostar a España, al ser aquí el combustible más barato».
También lo son las bombonas. El butanero pasa por Cedillo los jueves, y 'Botines' coge las suyas y las de tres o cuatro amigos portugueses que van a recogerlas el sábado o el domingo, cuando la central está abierta. Son las particularidades de la frontera más rara de España.
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