La periodista valenciana, en su casa de Madrid con su gata Greta. R.C

Pronto las noticias en ruso y por soleares

La valenciana que cada fin de semana se asoma a las pantallas para dar el Telediario se relaja a zapatazos y en cirílico. Cuando está en el aire se siente como una gimnasta en las Olimpiadas

iciar ochoa de olano

Domingo, 20 de septiembre 2020, 00:39

Todo el país sabe dónde está y qué hace los fines de semana. Pero detrás de la periodista sobria y serena que nos cuenta la actualidad desde TVE hay una flamenca con alma gatuna que corre y escribe novelas sin prisas y que se ha ... propuesto hablar como Tolstoi.

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Sábado

7.10 horas. Me levanto pila y me arrastro hasta la ducha. Salgo con el pelo mojado, la cara lavada y sin desayunar para no meter ruido. Antonio, mi chico, también es periodista, pero libra los fines de semana. Por delante, 13 o 14 horas sin salir de la Redacción. Asumimos las dos ediciones del Telediario. Supone una paliza de tres días y medio. En ese tiempo hacemos el equivalente a los demás en una semana.

7.50 horas. Conduzco hacia Torre España, bajo el Pirulí. Antes iba en metro, pero se ha convertido en un lugar de riesgo. Soy hija única y no me perdonaría contagiar a mis padres.

9.30 horas. Reunión de contenidos. Hay que hacer la previsión de las noticias: qué vamos a dar, de qué manera y en qué orden. Somos un equipo nuclear de seis personas. El turno de fin de semana es voluntario y no hay muchos que quieran hacerlo. Todo está más tranquilo y eso encaja con mi personalidad. Soy una persona introvertida tirando a tímida.

10.15 horas. Empiezo a redactar los titulares y a montar las imágenes que los acompañarán.

11.00 horas. Bajo a que me maquillen y me peinen. Siempre insisto en que me pongan lo más natural posible. Isabel, la responsable de mi vestuario, ha elegido un vestido en dos tonos de rojo.

14.40 horas. Entro en el estudio. Me microfonan. Abro mi ordenador con la escaleta. Le cuento las noticias a los compañeros de la 'steadycam'.

14.59 horas. Nuria, la regidora, me avisa de que queda un minuto y el corazón empieza a bombear más rápido. 10, 9, 8, 7... Se me siguen poniendo los pelos de punta. Me siento como si estuviera a punto de hacer mi ejercicio en los Juegos Olímpicos.

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16.15 horas. Bajamos a la cafetería. Comemos todos juntos, editores y redactores. Ahora separados por mamparas.

17.15 horas. Vuelta a la Redacción y vuelta a empezar para preparar el Telediario de las 21.00.

Domingo

7.30 horas. Tercera jornada doble... Remoloneo y cojo el móvil para revisar las webs de los periódicos. En Twitter te pierdes y borré mi cuenta. Tuve un problema muy serio de acoso en las redes durante siete años. Fue muy desagradable. No está olvidado, pero sí superado.

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8.30 horas. Vuelo a la tele. De nuevo, primera edición y segunda. Mi prima Raquel se las ve todas y me las comenta.

22.15 horas. Mi pareja viene a recogerme y hacemos una cena larga en casa. Siempre cocina él. Hoy ha preparado hamburguesas caseras. De postre, unas cervecitas y el tercer capítulo de 'El Palmar de Troya'.

Lunes

8.00 horas. Greta y Rilke, mis gatos, vienen a la cama, pero no se levanta nadie. Hacemos un rato largo de comuna. Empieza mi finde, un par de diítas para regodearme, disfrutarme, cuidarme y hacer el vago.

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9.30 horas. Mis lunes por la mañana son totalmente improductivos. A veces leo, a veces no; a veces escribo, a veces no. Pululo por casa.

18.30 horas. Bajo a una terracita. He quedado con unos amigos. Veo a pocos y siempre los mismos. No sé qué vamos a hacer cuando llegue el frío. Si los hosteleros compran estufas de exterior, nosotros ponemos las mantas. Echo de menos ir al teatro. Y al cine. Paciencia.

Martes

8.45 horas. Salgo a correr por el parque del Oeste, cerca del Palacio Real. Corro muy despacito. 40-45 minutos y unos 7 kilómetros. No me presiona nada. Y luego unas sentadillas, unas flexiones y unos abdominales. Por ahora he dejado las clases de yoga y pilates.

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11.30 horas. Tengo una norma, leer al menos 50 páginas al día. Ahora estoy con 'Guerra y paz'. Tenía la idea equivocada que era un libro un tanto retrógrado centrado en la vida de la nobleza y resulta que, al igual que 'Ana Karenina' es un tratado psicológico y emocional de la especie humana brutal.

Miércoles

10.00 horas. Me pongo a escribir. Estoy con una historia complicada de una mujer londinense en los años cincuenta. Si se convierte en novela, será la tercera que escribo.

15.00 horas. A Ana Blanco la veo con muchísimo gusto los viernes en la Redacción. Ellos tampoco ven nuestros informativos.

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18.30 horas. Me conecto en videoconferencia con Natalia, mi profesora de ruso. Hace un par de veranos fui de vacaciones a Rusia y me fascinó el país y su historia. He descubierto un idioma dulce, en el que predomina la 'a' y asequible en la pronunciación. El cirílico es como un juego. El último curso saqué un 9. Estoy orgullosa. Antes de la pandemia iba al Ateneo. Emilia Pardo Bazán impulsó las clases de ruso allí y nunca se interrumpieron. Ni siquiera durante la Guerra Civil. Es hermoso.

Jueves

10.00 horas. Empieza la ronda de llamadas de los editores y los jefes de área para ir viendo las convocatorias de ruedas de prensa previstas para el fin de semana.

17.30 horas. Hasta la pandemia iba a Casa Patas, un mítico tablao donde dan clases de flamenco. Siempre hice danza clásica pero lo dejé y quería volver a bailar. Es maravilloso porque no requiere ninguna condición física previa. Ahí lo echas todo. Volveré. Entretanto, las he sustituido por clases de francés. Estoy disfrutando el inmenso placer que es aprender lenguas a los 43.

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Viernes

9.00 horas. Llego a la tele. Empieza la maratón.

10.00 horas. Hacemos una reunión por videoconferencia con los centros territoriales y estudiamos todas las previsiones y contenidos. Coronavirus. Está siendo una etapa durísima en lo profesional. Pero ni puedo ni debo dejar de tomar consciencia de lo que esta sucediendo. Para contar las cosas bien hay que estar inmersa en ellas. Ojalá pueda abrir pronto el Telediario diciendo 'señoras, señores, ya hay una cura'.

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