Cuando Diana saca cuentas no le alcanza para que su hogar, donde vive con sus dos hijas menores y su marido, mantenga una temperatura adecuada. El 80% de los ingresos familiares se va en el alquiler, casi 700 euros con una subida de 50 euros ... en esta renovación; luego está el mercado con una dieta basada de «verduras y un poco de carne», y después las facturas. Para calentarse usa butano «que también es caro», explica en un testimonio facilitado por Save The Children, que presenta el estudio 'Pobreza energética en familias con hijos e hijas a cargo en España'.
Según sus datos, el 17% de familias asume un «gasto desproporcionado con relación a sus ingresos» para pagar las facturas de la luz y una décima parte consume menos de la mitad de energía que el resto de la población y no calienta la casa para que alcance una buena temperatura. En todos estos supuestos está Diana, que tiene un solo radiador, que enciende primero en el salón, donde pasan el tiempo las crías, y ya de noche lo lleva a la habitación de ellas para calentarla antes que se acuesten.
No se trata solo de cubrirse con mantas o estar con los abrigos encima dentro de casa. Los menores sufren graves impactos en la salud, debido a que «para afrontar la pobreza energética» las familias reducen el gasto en alimentación cuando llega el invierno, se duplican los problemas respiratorios, crece el absentismo escolar, el aislamiento social y las quemaduras debido a las fuentes de calor alternativas como braseros o radiadores rodantes, enumera el documento de la ONG. «No para de crecer el número de familias que no ponen la calefacción en invierno por no poder pagar la factura o que la ponen menos de lo que deberían para evitar pagar facturas que no pueden asumir», mantiene Carmela del Moral, responsable de Políticas de Infancia de Save the Children, en un comunicado.
En datos, 6.780.000 personas en España «no pueden mantener su casa a una temperatura adecuada» y un 13% de niños vive en hogares fríos, en los que no se encienden radiadores, calefactores o bombas de calor por temor a las facturas altas. Nuevamente es el caso de Diana, que vive en el País Vasco desde hace 16 años. «No tengo ayudas», sostiene. «La luz me la han subido el doble. No tenemos calefacción y cogí el butano por los niños. Hace frío en la casa, se siente, entra aire y hay algo de humedad. Siempre pido que apaguen las luces, desenchufen los electrodomésticos. Por las noches abrigo bien a las niñas, con mantas y todo encima».
Vulnerables y sin ayudas
Ante esta realidad, las medidas estatales son insuficientes. «Sólo el 16% de los hogares que no puede calentar su casa tiene derecho al bono social», sostiene el documento de la ONG, que otorga descuentos de entre 25% y 40% de la factura según el grado de vulnerabilidad. Sin embargo, las «limitaciones» de consumo que imponen las condiciones gubernamentales hacen que el bono pierda «efectividad» y de los más de 6 millones de personas que lo necesitan sólo 1,2 millones se beneficia de esta política, indica el reporte, debido en parte «al encarecimiento del precio en el mercado regulado de los últimos dos años, que ha generado un flujo considerable de consumidores al mercado libre, desde donde no se puede acceder al bono social».
En riesgo están sobre todo «las familias formadas por una sola persona adulta y un niño, niña o adolescente dependiente», pero el bono no llega a la mayoría de hogares en ninguna de las categorías, desde los que habitan adultos solos hasta los conformados por dos adultos y dos hijos. Tan solo más de la mitad (52%) de las familias numerosas en vulnerabilidad extrema se benefician de esta política del Estado. Ante la magnitud de la pobreza energética de hogares con niños, la ONG propone una serie de medidas, como la prohibición de cortes en el suministro, la condonación de deudas, mejorar la información para evitar publicidad engañosa, automatizar la tarifa social y la prioridad de rehabilitación de casas para familias en riesgo. «Ya veré cómo hago», suspira Diana con resignación.
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