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Destino de quienes suben al Everest, considerado desde hace dos décadas como el más peligroso del mundo. Carece de servicio de control aéreo y cuando un avión se acerca suena la alarma que avisa a los transeúntes de que despejen, porque ni hay luces ni garantía de que el avión que aterrice las lleve.
Famoso por su proximidad a la playa de Maho, que los aviones sobrevuelan a baja altura ante la imposibilidad de ampliar la pista, prácticamente al alcance de los bañistas. Si un avión convencional necesita 2.500 metros para aterrizar o despegar, este apenas dispone de 2.133.
Es la principal terminal internacional del país. Situado a 2.500 metros de altura, se levanta en pleno centro de la capital y está rodeado de montañas y volcanes activos. Los desvíos al vecino El Salvador están a la orden del día.
Impracticable con niebla o nubes bajas, tiene una de las pistas más pequeñas del mundo –537 metros–, un gradiente del 18% y está abierto a un abismo. Sin ILSni ayudas de iluminación.
Los pilotos que aterrizan allí deben enfilar directamente hacia la ladera de la montaña, contra la que choca el viento que viene del mar. El punto de frustrada está a la altura de la cabecera contraria.
A quien visite el pequeño reino del Himalaya le espera una pista de 2.000 metros, rodeada de montañas que superan los 5.500. Opera de día y sólo 17 pilotos están capacitados para utilizarla. En resumen, una pesadilla.
El aeropuerto cruza la avenida Winston Churcill, la carretera más transitada de este territorio británico de ultramar. Señales y barreras regulan el paso de vehículos.
En la bahía de Traigh Mhòr, la pista es tan corta que los aviones llegan hasta la playa (el único del mundo que lo hace) y cuando sube la marea, desaparece.
Rodeado de casas y encajado entre dos montañas, con una pista de menos de 2.000 metros de rodadura, ha protagonizado varios siniestros a lo largo de su historia, incluido uno con 131 víctimas.
Su única pis- ta, de apenas 2.000 metros de longitud, comienza y finaliza en el mar, y resulta insuficiente para los aviones más grandes. Está construido entre montañas, lo que desata rachas de viento que ponen en aprietos a los pilotos.
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Alfonso Torices (texto) | Madrid y Clara Privé (gráficos) | Santander
Sergio Martínez | Logroño
Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
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