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Aplaudir en un aterrizaje era frecuente cuando volar era una experiencia más extraordinaria. R. C.
Pilotos en palmitas
Una tradición en el aire que va a menos

Pilotos en palmitas

Aún quedan pasajeros que aplauden en los aterrizajes. Unos para agradecer que tocan tierra tras un vuelo complicado, otros porque llegan a un destino vacacional. A los comandantes les gusta, aunque apenas los oyen

Domingo, 24 de noviembre 2019, 00:11

Padre nuestro, que estás en los cielos...'. Hay pasajeros que rezan y se santiguan, otros que se concentran en el horizonte de un libro, y quienes no pierden ojo a cualquier señal de la azafata; también los hay que sólo desean despegar cuanto antes porque ... volar es parte de su rutina. Cada viajero que surca los cielos lo hace con sus supersticiones y sus pequeñas (o grandes) preocupaciones a cuestas, y se refugia en la intimidad de sus rituales para conjurarlas. Que los vientos racheados no agiten el avión, que el piloto aterrice como la seda, que no se produzca ningún fallo mecánico... Ahí arriba la tensión va por dentro (no se salvan ni los de primera clase) y, cuando se toca suelo en el lugar de destino, a veces sucede que la mejor forma de liberar el estrés sea con un aplauso. Puede ser una simple y tímida palmadita que arranca en la última fila y se va contagiando al resto de los asientos, o directamente una ovación colectiva. El 32% de los accidentes aéreos se producen al aterrizar (el momento más peligroso del vuelo), y sortear ese porcentaje es como para celebrarlo con los desconocidos compañeros de viaje.

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