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Violeta Santiago y Álvaro Machín
Santander
Domingo, 1 de octubre 2023, 10:30
Hace años que les pusieron un nombre. Pornonativos. Una generación que ha tenido acceso al porno casi a la vez que al móvil. Es el término que manejan los expertos en los congresos de sexología. Allí conocen también otro dato relevante. Uno de la ... Agencia Española de Protección de Datos (AEPD). La edad del acceso a contenidos pornográficos por internet en España está en los nueve años. Sin filtros -lo que hay no es efectivo-. Poner 'tetas' o 'sexo' en un buscador y listo. A los ocho o nueve, primer contacto. A los catorce, generalizado. Dice Carlos San Martín, médico sexólogo cántabro, que los críos, muchas veces, aprenden todo lo relacionado con la vertiente sexual de la vida por este camino. Y que frivolizan lo que tiene que ver con el sexo. Se asocia a un porno -nuevo porno, señalan los especialistas- que es, además, «extremadamente violento». «Los contenidos sexuales actuales cada vez son más terribles: páginas con violaciones reales (no de ficción) con millones de visualizaciones». Hay una frase dura de la directora del Instituto Clínico Extremeño de Sexología. «Antes a un chaval se le ridiculizaba en el grupo si no fumaba o bebía. Esto ya no importa. Ahora ocurre si a cierta edad, temprana en cualquier caso, no ha tenido sexo. Y su modelo es el que han aprendido con la pornografía».
A partir de los datos y los análisis, hechos. La Fiscalía de Cantabria pone el foco en el aumento de las agresiones y los abusos sexuales entre menores. Proyecto Hombre advierte del aumento de las adicciones entre ellos (y de la «hipersexualización» de las chicas). Desde la Asociación Tolerancia 0 al Bullying recuerdan un estudio de la Universidad de Cantabria: «Un 10% de los escolares cántabros sufre algún tipo de acoso». Carlos San Martín cuenta que los sexólogos están tratando a menores «de 25 con problemas de disfunción eréctil y eyaculación precoz que vienen de este uso del porno». Y un estudio sobre la salud sexual en España (de Control) indica que la utilización de los preservativos está a la baja entre los jóvenes. «Algo hay que hacer. La situación antes era preocupante, pero ahora ya es grave», explicó en el Parlamento hace unos días la fiscal superior de la región, Pilar Jiménez. Hizo un llamamiento a cualquiera que conozca un caso vinculado a un menor: «¡Por favor, denuncien!».
Un Guardia Civil aclarando conceptos en un aula Plan director para la convivencia y mejora de la seguridad en los centros educativos y sus entornos. Es el largo nombre de un programa que se puso en marcha ya a finales del siglo pasado y en el que la Secretaría de Estado de Seguridad fija las instrucciones. En la práctica, un trabajo conjunto entre los centros educativos (que lo pueden solicitar voluntariamente) y las Fuerzas de Seguridad del Estado. Guardias Civiles y Policías Nacionales acuden a los centros y organizan actividades vinculadas, entre otras cosas, a cuatro contenidos: el riesgo con las drogas, la violencia de género, el acoso y el uso de internet.
Lo de las chicas desnudadas por la inteligencia artificial en Almendralejo, el del vídeo de una menor en Canarias difundido presuntamente por unos jóvenes futbolistas, la detención de ocho menores por una agresión sexual en Alicante... Todo son noticias de estas últimas semanas. Y aquí, sobre todo, el polémico asunto de los chats entre alumnos de un colegio de El Astillero de Cantabria. Imágenes «extremadamente violentas», vídeos «brutales» y contenidos pedófilos. Hasta presuntas amenazas a los alumnos que indicaban que aquello estaba fuera de lugar. La noticia ha puesto el dedo en la llaga.
Los delitos contra la salud pública entre los chavales se multiplicaron por cuatro (se habla de un consumo «casi diario» de sustancias entre los menores que delinquen) y se pone el foco en que agresiones y abusos sexuales han crecido en la región (de nueve a doce casos las primeras y de ocho a catorce los segundos).
Culpar solo al acceso precoz a la pornografía del aumento, por ejemplo, de esos abusos sexuales entre menores es quedarse corto en el análisis. Simplificar. Pero todos los expertos coinciden en que hay conexiones directas (porque en estos temas -acosos, abusos, redes sociales, adicciones, consumo de drogas entre adolescentes, patologías...- todo aparece muy mezclado). En esa idea se maneja el teniente Martín, de la Guardia Civil de Cantabria. Trabaja en el Plan Director, que les lleva a hablar de estos temas en las aulas de los centros educativos. Y lleva catorce años en ello.
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Violeta Santiago
Adaptan las temáticas que tratan a las edades y a los momentos concretos. A los riesgos más frecuentes -lo tienen comprobado- en cada franja de edad. Así, en 4º o 5º de Primaria se centran en la seguridad en internet, mientras que en 6º, a punto de dar el salto al instituto, abordan más cuestiones como el acoso escolar, por ejemplo (luego vendrán las motivaciones de odio, los riesgos de las drogas, la violencia de género...).
Está lo que ellos cuentan y lo que ellos palpan. Y es muy interesante. De entrada, algo que parece una obviedad, pero de gran relevancia. Que los menores viven en «dos mundos». En el tradicional, el de carne y hueso, y en el digital. Y que están «entremezclados» («del acoso de carne y hueso te puedes escapar, del digital no»). Que lo que se vive y se hace en clase, continúa en casa (para lo bueno y para lo malo). Que hay una «carencia grave de conocimiento en las familias» de esta otra realidad. Hasta de cómo funciona. «Si a los que estamos en ello nos cuesta estar al día, imagínate al resto». Pide, en todo caso, implicación familiar. «Hay multitud de recursos en internet para formarse en ciberseguridad y se utilizan muy poco. También se hacen charlas para las familias y muchas veces no vienen».
Es evidente que algo ha cambiado. El paradigma de que un padre controlaba porque sabía más que su hijo ya no siempre sirve. «Internet pone a adultos y menores en la misma línea de salida». Y en cuanto al funcionamiento de las herramientas (a manejar tecnologías, redes y aplicaciones, no al fondo de su contenido), el chaval coge ventaja muy rápido.
El teniente habla, entre otras cosas, de contenidos sexuales producidos muchas veces por chicas (fotos o vídeos que se envían a una pareja) y que acaban convertidos en «una herramienta potente de acoso». Casos frecuentes. O de que el «consumo de porno es cada vez más precoz». Aquí matiza. «Una cosa es el porno erótico, en el que se muestra a una pareja manteniendo relaciones convencionales, digámoslo así. Otra es la violencia sexual. Ellos no consumen ese porno erótico, lo que ven son vídeos de violencia sexual». En chavales cuyo cerebro está en formación (física y mental), que se mueven sin freno «por emociones», la raya es muy difícil de marcar. «Les gusta y les engancha» este contenido -que tienen a su disposición sin dificultades-. Martín lanza aquí una idea impactante que define perfectamente de qué se habla: «Niños que creen en Papá Noel y en los Reyes Magos están viendo vídeos sexuales brutales».
¿Y hablan o preguntan sobre estos temas? «Cuando tocamos contenidos del ámbito sexual les da más vergüenza, tienen más pudor», relata el experto de la Guardia Civil. Sí que son más participativos sobre sus primeros pasos en el contexto digital. La identidad digital, el concepto de privacidad, la huella que dejan... «Las interacciones con otros usuarios y las experiencias que van acumulando en las redes sin adultos supervisando acaban conformando una personalidad que muchas veces no tiene nada que ver con su personalidad en carne y hueso. Nosotros explicamos a las familias que tienen dos hijos, el que han criado ellos y el que han criado las redes sociales. Son dos niños en uno y son dos mundos que se mezclan». Tanto es así, que Martín cree que esto acabará siendo objeto de estudio en ramas como la Antropología, la Sociología, la Psicología...
«Todos los tipos de violencia están subiendo entre los menores», dice casi al final de la conversación. Pero hace una distinción que tiene que ver con la consciencia. Con la violencia física o la psicológica lo tienen claro a la hora de reconocer un caso, de saber de qué están hablando. «Pero hay conductas violentas en el ámbito sexual que no lo circunscriben como violencia. Que no lo tienen claro. No hablo solo desde un punto de vista delictivo, sino de conductas que a veces pueden tener normalizadas pese a ser violentas».
Hace un par de meses la directora de la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD), Mar España, contó en la UIMP que una de cada cinco familias da los móviles a sus hijos sin ningún tipo de control parental. Que el acceso «ilimitado» de los menores deriva en adicción -casi la mitad de los adolescentes utiliza el móvil más de seis horas al día-. Y que ese acceso tan prematuro al porno está entre las consecuencias. «Es lo mismo que si dieras un Ferrari a 200 kilómetros por hora a una persona sin que haya dado una sola clase del carné de conducir, ni teórica ni práctica».
Resulta curioso que el teniente Martín use un ejemplo casi clavado. «Es como querer aprender a conducir en base a cómo se conduce en las videoconsolas, en las que puedes ir chocándote con todo».
800% han crecido
las nuevas adicciones entre chavales de 10 a 18 en la región en cinco años.
6 horas
al día de uso del móvil en casi la mitad de adolescentes. Muchas veces, sin filtro.
Adicciones, decía España. La atención a nuevas adicciones de chavales entre 10 y 18 se ha disparado un 800% en cinco años, según ha detectado Proyecto Hombre en Cantabria a través de su programa Proyecto Teen. «Las comportamentales han conformado un problema de salud pública de gran índole», señalan. Y, en concreto, en el ámbito sexual, la directora de esta institución, Eloísa Velarde, denunciaba en una entrevista que «los niños y niñas hipersexualizados buscan una aceptación del resto en función de su físico». «Desde las redes y los medios nos muestran un modelo de personas que triunfan únicamente por atributos físicos que hacen de ellos ser sexualmente deseables. La visión de pornografía hace que la transición de la infancia a la adolescencia sea cada vez más acelerada, saltándose etapas naturales y llevando a cabo actividades que no corresponden a su edad. Todo esto tiene consecuencias en la salud mental: se despierta el interés por conductas sexuales en etapas más tempranas y conlleva una posible aproximación distorsionada de la sexualidad, con expectativas irreales sobre las relaciones y una imagen de la mujer como objeto».
Control, educación, protocolos en los centros, implicación familiar... Los conceptos se repiten al hablar de soluciones. «De cara a este año, se prevé la implantación, en coordinación con el Instituto Cántabro de Servicios Sociales (Icass) y a través de Fundación Cuin para la Ayuda y Protección de la Infancia y Juventud de Cantabria, de un programa de prevención de actividades delictivas para menores no imputables» (de menos de catorce años), anunciaba en la memoria que resume 2022 la fiscal delegada en el ámbito de los menores en Cantabria, Irene Ciriza.
Y todo mientras la realidad cambia. «Antes -comentaba un experto al preparar este reportaje- podían acosar con la foto de una chica desnuda. Ahora, con la inteligencia artificial, cualquier foto subida a las redes les sirve».
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