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La Iglesia católica ya vive el Jubileo, un evento que habitualmente sólo se celebra cada 25 años y con el que los fieles pueden conseguir el perdón de los pecados. El Papa Francisco dio comienzo al Año Santo, en el que se espera que acudan ... más de 30 millones de peregrinos a Roma, con la apertura este martes de la Puerta Santa de la basílica de San Pedro del Vaticano durante la misa de Nochebuena que presidió en el principal templo de la cristiandad. El Pontífice, que cumplió 88 años la semana pasada, fue llevado por uno de sus asistentes en silla de ruedas hasta esta simbólica puerta, en la que dio cinco golpes, dando la señal para que dos ujieres la abrieran desde dentro y comenzara así el Jubileo. Este rito, que se repite desde que el Papa Bonifacio VII instauró la celebración de los Jubileos en el año 1300, fue seguido por las alrededor de 30.000 personas que se reunieron en la plaza de San Pedro, mientras que dentro de la basílica vaticana se congregaron unas 6.000.
Antes de abrir la Puerta Santa, que volverá a ser tapiada en su interior cuando concluya el Año Santo, el 6 de enero de 2026, Francisco dejó a los fieles la siguiente invitación: «Crucemos el umbral de este templo santo y entremos en el tiempo de la misericordia y del perdón, para que se abra a cada hombre y a cada mujer el camino de la esperanza que no defrauda». Este va a ser el primer Jubileo ordinario del Papa argentino, que ya instituyó un Año Santo extraordinario en 2016, dedicándolo a la misericordia. Está previsto que en los próximos días tengan lugar ceremonias de apertura similares en las otras basílicas romanas, a las que Francisco ha querido añadir otra Puerta Santa en una cárcel de Roma, la de Rebibbia, remarcando una vez su gran preocupación por el mundo de las prisiones.
En su homilía durante la misa de Nochebuena, también conocida como misa del Gallo, Jorge Mario Bergoglio invitó a los católicos a hacer de este Año Santo una oportunidad para «no dejarse llevar por la rutina» ni «detenerse en la mediocridad y la pereza», optando en cambio por «indignarse por las cosas que no están bien teniendo la valentía para cambiarlas». Según Francisco, hay que «aprender» del ejemplo de los pastores que adoraron a Jesús para no caer en la «indolencia del sedentarismo» ni tampoco en la «falsa prudencia de quien no se arriesga por miedo a comprometerse». Hay en definitiva que romper con la «vida tranquila» para alzar la voz «contra el mal y contra las injusticias que se cometen sobre la piel de los más pobres».
El Papa mostró finalmente su deseo de que este Jubileo propicie un cambio en el mundo que acabe con la «desfiguración» medioambiental propiciada por la «lógica del beneficio» y también lleve un alivio a los países pobres «abrumados por deudas injustas» y a quienes son «prisioneros de viejas y nuevas esclavitudes». «Todos nosotros tenemos el don y la tarea de llevar esperanza allí donde se ha perdido – insistió Francisco-; allí donde la vida está herida, en las expectativas traicionadas, en los sueños rotos, en los fracasos que destrozan el corazón; en el cansancio de quien no puede más, en la soledad amarga de quien se siente derrotado, en el sufrimiento que devasta el alma; en los días largos y vacíos de los presos, en las habitaciones estrechas y frías de los pobres, en los lugares profanados por la guerra y la violencia».
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