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No tengo nada contra el Opus Dei». El papa Francisco responde así cuando se le pregunta por los decretos que ha firmado para eliminar los privilegios de los que disfrutaba la organización fundada por el carismático san Escrivá de Balaguer, que está a punto de ... cumplir cien años. De hecho, supone una degradación con respecto al estatus de que disfrutaba y no pocos lo interpretan como un golpe de mano para tomar el control de la Obra y yugular su autonomía. A partir de ahora, será una asociación de sacerdotes, tendrá que rendir cuentas y su líder no podrá ser nombrado obispo. Se trata, sin duda, de un giro histórico. Un golpe muy duro.
Estamos ante un Opus Dei en horas bajas que sigue arrastrando una leyenda negra, cincelada en el contexto histórico del franquismo, cuando se le acusó de intentar influir en la política. Eran los tiempos de 'los lópeces': José María López de Letona, ministro de Industria, y sobre todo, Laureano López Rodó, responsable del Plan de Desarrollo, y Gregorio López Bravo, titular de Exteriores, carteras con mucho peso en el Gabinete. En realidad eran técnicos, tecnócratas, que sacaron al régimen de la autarquía y promovieron el progreso económico del país, rompiendo el aislamiento del Gobierno. También es verdad que mantenían una alianza fáctica con las élites económicas y judiciales.
La Obra ganó musculatura durante el pontificado de Juan Pablo II, que la convirtió en prelatura personal en 1982. Sus detractores le reprochan que se dedicó a administrar el neoconservadurismo del pontífice polaco y que lo hizo con opacidad y secretismo. También le ha afectado la notoriedad de políticos afines a su ideario, envueltos o salpicados por escándalos de corrupción. Es el caso de Jorge Fernández Díaz, exministro del Interior, o de Juan Cotino, exdirector general de la Policía. Su presencia pública ha sido poco testimonial y han terminado distorsionando la marca Opus y ensuciando la imagen de la Iglesia. Tampoco ayuda que el líder del sector más ultra de Vox, Jorge Buxadé, sea miembro de la institución.
Pero el Opus de hoy no tiene la influencia y penetración de décadas anteriores. También ha cambiado su programa de acción, aunque siga siendo conservador. «Ha evolucionado y se ha ido centrando. Sus vínculos con el mundo empresarial y universitario, con la cultura, le ha mantenido atado a la realidad, y le ha impedido hacer una formulación ideológica más radical. Hoy no se puede decir que sea un movimiento ultracatólico, aunque el 'estilo Opus' está en las antípodas del 'estilo Francisco'», reconoce un observador eclesial progresista.
93.600 miembros
tiene el Opus, repartidos en 67 países. El grueso está en Europa (54%) y en América (36%), aunque tienen fieles en Asia (4,5%), África (4%) y Oceanía (1%). En España son 41.500. Más de la mitad son mujeres (60%). Les ayudan 600.000 colaboradores.
En el Vaticano han pensado que es el momento de recortar su soberanía. Fue hace un año, el 19 de marzo de 2022, cuando en la emblemática sede del viale Bruno Bozzi, número 73, de Roma, el cuartel general del Opus, sonaron todas las alarmas. Fernando Ocáriz, tercer sucesor de Escrivá de Balaguer, físico y teólogo de 78 años, vio lo que se les venía encima. Quizás 'el Padre' ese día estaba jugando al tenis, un deporte que aún practica. Quizá se lo adelantó Mariano Fazio, vicario auxiliar ('número dos') de la Obra, argentino y amigo del papa Francisco. «Hasta entonces parecían gozar de una bula, pero ahora se les ha dicho: 'No sois intocables'», concede un analista.
Ese día se promulgó la Constitución 'Praedicate Evangelium', que establecía que las competencias de las prelaturas personales pasaban del Dicasterio de los Obispos al del Clero, uno de los más potentes en la reforma de la curia. Era el primer aviso. Luego llegó el 'motu proprio' 'Ad chatisma tuendum'. No sólo se le restaba poder e independencia en la Iglesia, sino que era una forma de degradar al prelado, que ya no será distinguido con el cargo de obispo y no podrá ostentar ni el anillo ni las vestiduras episcopales. Para el Opus Dei esa pérdida fue como si se rasgaran los velos del templo. El 8 de agosto se ha conocido la Carta Apostólica que convierte la prelatura en asociación clerical de modo que los laicos quedarían fuera de la Obra y bajo la jurisdicción de su obispo. La puntilla.
¿Quien está detrás de la operación? Todos señalan al jesuita Gianfranco Ghirlanda, potente canonista formado en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, de la que ha sido rector tras ejercer como profesor y ser decano de la Facultad de Derecho Canónico. Al experto le presentan como 'la mano que mece la cuna del Papa' y lo cierto es que Ghirlanda es el principal asesor de Francisco en la reforma de la curia y su papel ha sido fundamental en el reajuste de las prelaturas. Algunos recuerdan ahora el golpe de mano que en su día propició Juan Pablo II contra los jesuitas, apartando al general de la orden, el bilbaíno Pedro Arrupe.
2.300 sacerdotes
(800 en España), aunque la mayoría de sus miembros son laicos. Existe, además, la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, a la que pertenecen 1.957 presbíteros identificados con su ideario.
Expertos consultados por este peródico dudan de que exista una pulsión ideológica en este proceso, si bien la relación de Francisco con el Opus es compleja. Se inclinan por considerar que detrás hay un planteamiento eclesial. El Vaticano habría atendido la demanda histórica de muchos obispos, celosos de que el Opus funcionara como una diócesis sin territorio, como una diócesis paralela al margen de su autoridad. En Roma han dicho 'se acabó' y pretenden colocar al Opus «en su sitio». Lo complicado va a ser encajonarle en ese formato con la dimensión que tiene. La Obra ha celebrado un congreso para revisar sus estatutos y los negocia con la Santa Sede.
¿Y cómo afronta el Opus la ofensiva? Con contención y buenas formas. El prelado ha escrito una carta a sus miembros para decirles que «acogemos con sincera obediencia filial esas disposiciones del Santo Padre». Fernando Ocáriz, a quien la noticia le ha cogido en la ciudad australiana de Sidney dentro de un viaje pastoral, resalta que todo se hará en «un clima de comunión» con el pontífice. El portavoz del Opus en el País Vasco tambien destaca que la atmósfera es de lealtad y obediencia. «Las consecuencias del 'motu proprio' para la configuración jurídica se clarificarán después de estudiar las adaptaciones de los Estatutos. En la Obra lo importante son las personas y los más necesitados de la sociedad a los que intentamos ayudar. El mensaje que procura trasmitir el Opus Dei es que todas las mujeres y los hombres pueden ser santos en el trabajo y en la vida diaria. Y siempre, como nos enseñó san Josemaría, muy unidos al Papa y a toda la Iglesia», señala Santiago Zayas.
Pero las reacciones no han sido tan comedidas fuera de la línea oficial, donde se ha interpretado como una forma de disolver al Opus. 'El Papa dinamita el Opus Dei' ha sido otro de los titulares que se han podido leer en los medios de comunicación afines. Tampoco faltan quienes piden paciencia esperando tiempos mejores, invocando que estamos en un periodo precónclave. ¿En espera de una nueva restauración?
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