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Juan Cano
Málaga
Miércoles, 27 de septiembre 2023, 09:32
Tras golpear dos veces las puertas de la Iglesia, la joven acudió a la comisaría de Melilla y se sentó frente a los policías de la Unidad de Familia y Atención a la Mujer (UFAM), que están entrenados para abordar estos casos con la dosis ... de sensibilidad y empatía necesarios.
Cuando terminaron de hablar con ella, los agentes, atónitos ante el relato, tomaron dos decisiones. La primera fue un trámite habitual, casi rutinario, para grabar la investigación en la base de datos policial: ponerle un nombre. En Melilla la bautizaron 'operación Pájaro Espino'.
A los más jóvenes seguramente no les diga nada el nombre. Pero los que estén por encima de los cuarenta recordaran los dos rombos -no era apta para menores de 18- con los que estaba clasificada. 'El Pájaro Espino' fue una polémica serie de televisión emitida en los ochenta sobre el amor prohibido entre el padre Ralph de Bricassart (un cura interpretado por Richard Chamberlain) y la feligresa Meggie (Rachel Ward).
El paralelismo era claro. La chica a la que acababan de atender les había contado que mantenía una relación amorosa con el párroco de la iglesia de Santa María Micaela, en Melilla, y que había descubierto por accidente unos archivos que contenían vídeos sexuales presuntamente protagonizados por el sacerdote con mujeres inconscientes.
Al ver las imágenes, los agentes de la UFAM de Melilla tomaron la segunda decisión: había que incorporar a los compañeros de la UFAM Central, que disponen de más recursos para investigar y, sobre todo, podían aportar una visión periférica del caso, ya que en ese momento se desconocía dónde podían residir las víctimas de lo que parecían ser agresiones sexuales mediante sumisión química.
Al estudiar el relato de la denunciante, los investigadores de la UFAM Central pensaron por un momento que la chica, muy vinculada a la iglesia y a las cofradías -es muy devota del Cautivo-, podía ser religiosa. Así que ellos bautizaron la operación con el nombre de 'Nun', que en inglés significa monja.
Pronto descubrirían que ella no había sido consagrada dentro de una orden religiosa, pero que quien sí lo había estado, curiosamente, era la madre del sacerdote, que fue monja clarisa en Vélez-Málaga. El propio investigado había sido fraile trinitario desde los 18 años, hasta que lo abandonó voluntariamente para convertirse en seminarista.
Los agentes de la UFAM pusieron el foco en el cura y descubrieron que a primeros de enero la joven había acudido por primera vez a la iglesia y había confesado su romance con el padre Fran, además de desvelar que había descubierto algo que podía ser delito. La encontraron llorando desconsolada a los pies del Cautivo y contó lo que le pasaba.
En la parroquia le recomendaron acudir a la policía para denunciar los hechos, que fueron puestos en conocimiento del Obispado de Málaga. Aunque fuentes de la Diócesis argumentaron el padre Fran fue trasladado por motivos de salud, todo apunta a que el mal que lo aquejaba era más espiritual que físico y la Iglesia lo estaba apartando del escándalo en ciernes.
Después de un periodo de reflexión, el Obispado lo designó justo antes del verano como administrador parroquial -párroco sustituto o en funciones- de Yunquera y El Burgo. El asunto estaba a punto de llegar adonde no lo hizo en enero: a manos de la Policía Nacional.
Los investigadores analizaron «centenares» de fotografías y vídeos repartidos en cuatro carpetas a las que, para identificarlas, el sacerdote les habría asignado iniciales. Su exnovia -la de Melilla, porque al parecer tenía otra pareja en Málaga- contó a los agentes que ella abrió los archivos creyendo que se trataba de una película o una serie.
En las imágenes se observaba a cuatro mujeres semidesnudas, dormidas o más bien, como sospechan los investigadores, narcotizadas con algún tipo de sedante, ya que parecen completamente inertes ante las prácticas sexuales «de todo tipo» que les realizaba un hombre. Aún no han podido acreditar qué sustancia pudo emplear.
Los agentes identificaron en los vídeos al padre Fran y lograron llegar hasta las víctimas, que estaban en el entorno del sacerdote. Poco a poco fueron relacionando las iniciales de las carpetas y las imágenes que contenían con cuatro mujeres del círculo del padre Fran. Podría decirse que eran amigos. Había vídeos de una quinta afectada, pero en este caso las relaciones fueron consentidas: era otra novia que el cura había tenido en Málaga y que desconocía haber sido grabada por éste.
Los investigadores localizaron a las mujeres y las citaron en comisaría para tomarles declaración. Todas coincidieron en algo: desconocían que habían sido agredidas sexualmente y que habían sido grabadas. Los agentes les advirtieron de la dureza de las imágenes. Tres de ellas rehusaron verlas. Las otras dos sí lo hicieron. Las cinco han denunciado.
Tras hablar con ellas, los investigadores pudieron reconstruir el modus operandi presuntamente utilizado por el padre Fran. Las agresiones sexuales habrían sido cometidas durante viajes de convivencia con la religión como nexo de unión y en un clima de confianza como telón de fondo. Habrían sucedido en viviendas e incluso, al parecer, en una casa parroquial. Para grabarlas, habría empleado su teléfono móvil.
Mientras la policía cercaba al padre Fran, los investigadores se encontraron con una sorpresa. Cuando la investigación aún no había alcanzado el actual estatus de dominio público, el sacerdote se presentó en comisaría para denunciar a su exnovia, la de Melilla, que era la que había destapado las supuestas agresiones sexuales.
El 6 de septiembre, el cura declaró ante la Policía Nacional que la joven le había sustraído 3.000 euros y material informático en su casa. Para los investigadores, esa denuncia es clave en el proceso, ya que, de algún modo, supone reconocer que las imágenes aportadas por la chica -copiadas supuestamente de un disco duro- eran suyas.
Al parecer, el padre Fran también habría admitido en esa declaración que había mantenido una relación sentimental con la joven, pero alegó que él quería poner fin a la misma. Según las mismas fuentes, dio a entender que la chica había actuado por despecho hacia él.
Cinco días después, el cura fue detenido cuando llegaba de madrugada a su domicilio, un piso propiedad de su madre en Vélez-Málaga. Los agentes de la UFAM, que lo estaban esperando, le leyeron los derechos por cuatro agresiones sexuales y cinco delitos contra la intimidad. El padre Fran agachó la cabeza y guardó silencio. Sólo lo rompió cuando vio a su madre y, de forma espontánea, soltó: «Me la han querido jugar».
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