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Ana Bernal tenía ya todo preparado para volar a Balurghat (India), cerca de la frontera con Bangladés, y hacerse cargo de Dya, su hija adoptiva. Había hecho su maleta y la de la niña con el fin de viajar el 23 de marzo ... al orfanato en que se alojaba y traérsela por fin a España. Bernal había concertado cita para que un pediatra la examinase. Todo con vistas a que los médicos comprobaran su estado nutricional y disponer el calendario de vacunas de la pequeña. Incluso ya había sido prematriculada en el colegio, pues Dya cumpliría tres años en septiembre, una fecha perfecta para incorporarse al curso académico.
Sin embargo, todo se torció de repente. El 14 de marzo se declaró el estado de alarma y al día siguiente empezó el confinamiento para evitar la propagación del coronavirus. «La primera semana fue un 'shock', no lo podía encajar. Me despertaba por las mañana creyendo que no era posible lo que ocurría», dice Ana Bernal, de 45 años y profesora de Informática de Formación Profesional en Málaga.
«Cuando reaccioné lo primero que hice fue recoger el cuarto de la niña y asumir que todo esto iba para largo. Pues aparte de la fecha del fin del confinamiento, hay otras dos incógnitas. Una primera es saber si se puede salir al extranjero y coger un vuelo. Pero es que además los países de destino, en mi caso la India, están sufriendo un incremento de casos de la Covid-19. Allí el confinamiento se alargará de momento hasta el 3 de mayo».
531 adopciones internacionales se llevaron a cabo en España en 2017, frente a las 680 nacionales. Según la coordinadora Cora, las internacionales han bajado porque los sistemas de protección de menores han mejorado en todo el mundo.
El de Bernal no es el único caso. La docente acudió a la Asociación de Amigos y Familias Adoptantes de India, Nepal y otros países (Surya), con sede en Zaragoza, porque no sabía qué hacer. La organización ha promovido la creación de un grupo de afectados en Facebook del que ya forman parte 24 familias que han visto cómo la emergencia truncaba sus expectativas de adoptar un menor en China, Vietnam, Rusia, Colombia... «Ya no se trata solo de que se abran nuestras fronteras, sino que nos las franqueen también los otros países». La esperanza de Ana Bernal y sus compañeros de infortunio es que, cuando se levanten las barreras, puedan viajar en avión con carácter prioritario.
Las fronteras españolas permanecen selladas salvo para casos muy contados, como la entrada de diplomáticos, militares, miembros de organizaciones internacionales y humanitarias y profesionales sanitarios, entre otros grupos. «Nosotros aún no estamos en ninguno de los casos». Poca información llega a Ana sobre el estado de su hija, puesto que las oficinas de los orfanatos indios tienen el candado echado. «Desde hace un mes no sé nada de mi hija, excepto que los niños están recluidos con sus cuidadores», dice la profesora, quien conoce a Dya por fotos. «No le cambiaré el nombre, se quedará con el suyo».
La situación de algunas de las familias damnificadas es desesperante, toda vez que es mucho el tiempo de espera que tienen que aguardar para que se les entregue un niño en adopción. «Hay una familia que lleva esperando 14 años y que de repente por una situación así, que no es culpa de nadie, se queda con la maleta en la mano», se lamenta la presidenta de Surya, Carmen Gallego.
Los integrantes de la agrupación se intercambian informaciones sobre la evolución de cada caso, lo que representa un apoyo emocional y una forma de autoayuda. «Ningún país de destino es más tolerante que otros en la admisión de ciudadanos extranjeros en su territorio. Todo proceso de adopción es una montaña rusa de emociones», argumenta Gallego.
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El estado de alarma ha hecho que se ralenticen los procesos de adopción tanto nacionales como internacionales. Benedicto García, responsable de la Coordinadora de Asociaciones en Defensa de la Adopción y el Acogimiento (Cora), destaca que antes de expedir un certificado de idoneidad, que acredita que los solicitantes están capacitados para adoptar un hijo, los psicólogos y trabajadores sociales realizan entrevistas a los candidatos, encuentros que siempre son presenciales.
«En el caso de que las familias ya tuvieran el certificado de idoneidad, el proceso no puede seguir adelante, puesto que hay que elegir una entidad acreditada para que tramite la solicitud con el país de origen del niño que va a ser adoptado. También en este supuesto el procedimiento es cara a cara», sostiene Benedicto García.
Por añadidura algunos países, como Rusia y Bolivia, exigen que los solicitantes viajen a esos estados para continuar el expediente. Ambos países están en pleno confinamiento y rechazan la entrada de extranjeros.
Curiosamente, en 2017 y 2018, los dos últimos años con estadísticas oficiales, el número de adopciones nacionales, en torno a 500 anuales, superan a las internacionales. «Los sistemas de protecciones de los menores han mejorado sustancialmente en el todo el mundo. Además, no todos los menores que están abandonados son susceptibles de adopción. Los niños han de carecer de familia biológica y de un entorno cercano que se haga cargo de ellos», apunta Benedicto García.
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