Ayer se cumplieron 40 años de la muerte de Félix Rodríguez de la Fuente. Odile, la menor de sus tres hijas, habla de su padre con la misma elocuencia y pasión que ponía él al describir el vuelo de un águila real. A sus 46 ... años, esta bióloga experta en cambio climático publica 'Félix, un hombre en la tierra'. «Él todavía tiene mucho que decirnos».
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-¿Cómo era en casa?
-Un niño con cuerpo de adulto. Un padre muy afectuoso que se revolcaba con nosotras por el suelo. El perro y sus tres hijas siempre estábamos encima de él.
-¿Hubiera preferido que fuera un poco menos aventurero?
-En la vida nunca sabes. Te puedes morir por resbalarte en la bañera. Él viajó por todo el mundo, pero también era muy precavido. Le daba miedo volar.
-¿Y a usted?
-No. Yo soy mucho más inconsciente que mi padre. Desde que tengo hijos (ahora de siete y diez años) he sentado la cabeza, pero me he tirado en paracaídas, he hecho submarinismo... Me ha encantado la aventura.
-Lo ha titulado 'Un hombre en la tierra', aunque hace mucho que él ya no está en la Tierra.
-El título fue una propuesta del editor. Me encantó. Es que la vida de mi padre es como la de un personaje de ficción. Que no se escolarizara hasta los 10 años, que luego estudiara Medicina, que se hiciera tan popular, que muriera el día de su 52 cumpleaños...
-¿Cuál es para usted su mensaje más importante?
-Todo lo relativo a la soledad del hombre. Él decía que ese vacío que a veces intentamos llenar con el consumo se debe a que nos hemos escindido de la naturaleza.
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-Por eso usted vive en un pueblo.
-En la Alcarria. Necesito pisar tierra, necesito ver estrellas por la noche y necesito oler el campo. Y si no tengo esas cosas básicas, siento que me marchito.
-Es la hija menor de Félix y la que más ha seguido sus pasos. ¿Por aquello de buscar al padre?
-Yo pensaba que sí, que probablemente era el vacío, el impacto de su muerte... Pero encontré una revista de la época en la que salgo en la portada con mi padre, con un catalejo, y él dice: «Mi hija pequeña quiere seguir mis pasos».
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-¿Usted también es la jefa de la manada, como su padre?
-Je, je... En casa me complemento con mi marido. A veces el que lleva la batuta es el que menos ladra. Pero los lobos me apasionan. Si me cruzara con un lobo no tendría ningún miedo. Lo siento como un hermano.
-¿Y qué opina del animalismo actual?
-A mi padre le preocupaba mucho el hombre urbanita porque se vuelve neurótico. Tan malo es el que destruye el Amazonas, como el animalista radical que entroniza la naturaleza y no permite que se controle una especie invasiva. Mi padre sedujo, convenció, y lo hizo de forma trasversal y unificadora.
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-Ha suspendido la presentación de su libro por el coronavirus. Como bióloga, ¿le aterra esta pandemia?
-No, pero denota lo frágiles que somos. Creemos que nuestra sociedad es la bomba, pero esto es un castillo de naipes: quitas dos cartas y se cae todo. Si un bichito como un virus está poniéndolo todo patas arriba, imagínese si la naturaleza de verdad se pone brava.
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