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A los consumidores ya se les han hecho familiares unas etiquetas de colores que aparecen en algunos envases. Se trata de Nutriscore, el sistema que pretende identificar la calidad nutricional de los productos alimentarios envasados con un código que recuerda a un semáforo con cinco colores y cinco letras (A/B/C/D/E), siendo A (color verde) un alimento considerado «sano» y E (rojo) un alimento «no saludable». Por ahora, es voluntario, pero la Unión Europea debate si convertirlo en obligatorio.
En España, este semáforo es el proyecto estrella del ministro de Consumo, Alberto Garzón, para su lucha contra la obesidad pero se ha topado con las reticiencias de su compañero Luis Planas en el Consejo de Ministros. El titular del ministerio de Agricultura argumenta que debe ser toda la Unión Europea, y no España unilateralmente, la que implante un etiquetado frontal armonizado.
Nutriscore se basa en un algoritmo desarrollado en Gran Bretaña, en 2005, por un equipo de investigación de Oxford para la regulación de la publicidad destinada a los niños y adoptado por la Food Standards Agency (FSA) y adaptado por el Alto Consejo de Salud Pública, en Francia, al sistema gradual de colores.
Saludable (0 a 2)
Muy
saludable (-15 a -1)
No saludable
(19 a 40)
Poco saludable (11 a 18)
Ni bueno ni
malo (3 a 10)
Saludable (0 a 2)
Muy
saludable (-15 a -1)
Ni bueno ni
malo (3 a 10)
No saludable
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Poco saludable (11 a 18)
Saludable
Ni bueno ni malo
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Muy saludable
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Saludable
Muy saludable
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Ana Zugasti, miembro del área de nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), explica que este marcador se basa en la asignación de puntos en función de la composición nutricional del alimento por 100 gramos o 100 mililitros. El algoritmo que decide en qué grado se sitúa cada producto se determina a partir de fórmulas matemáticas que tienen en cuenta la proporción de nutrientes del alimento concreto (cantidad de fibra, sal, grasas saturadas, azúcares, calorías, etc.). «Para ello se toman en cuenta los elementos considerados 'desfavorables' desde el punto de vista nutricional (puntos A), a los que se le atribuyen entre 0 y 10 puntos según su contenido nutricional en calorías, azúcares simples, ácidos grasos saturados y sodio», expone la experta.
Por otra parte, están los elementos considerados 'favorables' (puntos C), que incluyen el contenido en proteínas, fibras, porcentaje de frutas, hortalizas, leguminosas, y frutos secos, aceites de oliva, colza y nuez, a los que se atribuyen de 0 a 5 puntos. Una primera puntuación se calcula sumando los puntos de los elementos 'desfavorables' (puntos A) y, en función del nivel de dichos puntos A y del porcentaje de los elementos 'favorables', deben restarse todos los puntos 'favorables' a los puntos C, siempre y cuando la sumatoria de los puntos A sea inferior a 11 puntos. En caso de que los puntos A superen o sea al menos de 11 puntos, solo se restarán los puntos de las fibras y la puntuación del porcentaje de frutas, hortalizas, leguminosas y frutos secos, de aceites de oliva, colza o nuez sin tomar en cuenta las proteínas. La puntuación final obtenida se sitúa entre un rango de -15 a +40. Gracias a cuatro umbrales predeterminados científicamente los productos envasados se clasifican en las cinco categorías.
Aquí se encuadran los alimentos que tengan en su composición pescados grasos sin nutrientes añadidos (sal o aceite), aunque algunos de ellos también están en la letra B. Pertenecen a la A la mayoría de los panes integrales y los frutos secos y semillas sin sal ni azúcares añadidos; también los cereales para el desayuno con muesli y sin azúcar añadido.
En este grupo están los panes refinados (aunque algunos bajan hasta la C) y los aceites vegetales con bajos niveles de ácidos grasos saturados (colza, nuez, aceite de girasol oleico), al igual que el aceite de oliva (que antes estaba calificado con la C).
En el primer Nutriscore, cereales con alto contenido en azúcar como los Chocapic y similares (incluidos algunos que presumían de la denominación 'fitness') recibían la letra A, pero con los cambios en el algoritmo han bajado hasta la C, donde también está el aceite de girasol genérico. Los frutos secos y semillas salados y/o azucarados se clasifican por término medio como C o incluso D. Los quesos duros bajos en sal (por ejemplo, el emmental, la ricotta o la mozzarella) se encuadran como C, aunque otros quesos se quedan en D o E dependiendo de su contenido en sal y ácidos grasos saturados. Los productos compuestos (platos precocinados, pizzas…), que antes estaban en unas sorprendentes A o B, se ubican tras los cambios en C o incluso D, en el caso de las pizzas.
En esta categoría se ubican los cereales para el desayuno con caramelo y chocolate, los aceites de maíz, cacahuetes, soja y productos como las pizzas que más elementos grasos contienen.
En la categoría más baja están: el aceite de coco, la mantequilla y algunos tipos de quesos con ácidos grasos.
Pero los criterios matemáticos que rigen el semáforo han ofrecido, en ocasiones, resultados polémicos. En el caso de España, el más controvertido fue el del aceite de oliva, calificado con la letra C, mientras que algunas marcas de cereales con chocolate para el desayuno obtienen la letra B. Disfunciones similares surgieron en Italia también con el aceite de oliva y en Francia con los quesos.
Todos los FOPL (Front of Pack Labelling, FOPL o etiquetado frontal) deben cumplir unos criterios generales: no originar malinterpretación en los consumidores, no ser ambiguos o confusos y estar basados en datos científicos relevantes. Nutri-Score es un modelo de etiquetado nutricional frontal de uso voluntario que cumple estas características. «Se basa en una extensa base científica y en su fácil comprensión por parte de la sociedad. El logo Nutri-Score está avalado por una amplia serie de estudios comparativos con otros sistemas de etiquetado existentes, realizados por la Universidad de la Sorbona, en colaboración posterior con investigadores de la Universidad de Rovira i Virgili en Reus, entre otras. En estos estudios, se evidencia la fácil comprensión de Nutri-Score por la población de diferentes países europeos, entre los que se encontraba España; la coherencia con las recomendaciones nutricionales en distintos países y el efecto positivo en las decisiones saludables de compra», resalta Zugasti.
Ana Zugasti recuerda que el Comité Científico Europeo «acaba de actualizar el algoritmo para introducir algunas mejoras». Según la especialista, las modificaciones recomendadas por el comité permiten corregir algunas limitaciones identificadas: clasificación de los aceites, pescados grasos, productos integrales, frutos secos y quesos, así como la penalización superior de los alimentos muy azucarados o salados, productos lácteos azucarados, platos preparados y carnes rojas, entre otros, manteniendo al mismo tiempo la coherencia global del sistema y la clasificación general de los productos entre ellos.
Además de alimentación, Nutriscore son matemáticas, y eso hace que un pequeño cambio en la composición de un alimento (por ejemplo, si se trata de diferentes marcas) pueda hacer que esté en una letra u otra pese a ser el mismo producto. Quedan fuera de Nutriscore, y de todos los etiquetados frontales, los productos frescos (carnes, pescado, frutas, verduras, legumbres); los productos que solo tienen un ingrediente en su composición (huevos, vinagre o miel, siempre que no estén procesados); café, té o infusiones de hierbas y frutas; alimentos que se venden en envases de menos de 25 centímetros (chocolatinas, chucherías, barritas de cereales) y las bebidas alcohólicas.
Ana Zugasti
Miembro de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición
Zugasti insiste en que el sistema«está hecho para comparar entre sí productos de la misma categoría». Es decir, apunta, «si nuestra intención es comprar cereales, nos dará una clasificación relativa en función del mismo grupo de alimentos (considerando unos cereales con categoría B más «saludables» que unos cereales con categoría E)». «Y evidentemente, si compramos productos con puntuaciones menos saludables (D o E) será la frecuencia de consumo y la dosis, lo que podrá tener consecuencias o no para la salud del consumidor. Tendremos muchos menos problemas de interpretación sobre los riesgos que tienen los alimentos para nuestra salud si nuestro carro de la compra está lleno de productos frescos», culmina.
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