Tiene razón: «Te falta un tomate y te da vergüenza pedírselo al vecino porque no lo conoces». Dicho lo dejó Kierkegaard: «Los dioses se aburrían y por ello crearon a los hombres. Adán se aburría porque estaba solo y por ello fue creada Eva...». ¿Y ... así sucesivamente? Autora del ensayo 'La enfermedad del aburrimiento' (Alianza Editorial), lleva años investigando, y divirtiéndose mucho haciéndolo, sobre este tema que nos afecta a todos. En 2021 fundó la Internacional Society of Boredom Studies, la primera asociación científica y cultural del mundo para el estudio del aburrimiento, de la que es presidenta. Lo advierte: «Si no manejamos bien que somos finitos podemos caer en una frustración permanente».
- ¿Usted qué niña fue?
- Muy mala y preguntona. Y lo mío no fue una fase, no he dejado de preguntarme '¿pero por qué?'. Además, revolucionaba al resto de los niños. Cuando no se preguntaban el porqué de las cosas, ya iba yo a pincharles. Lo cuestionaba todo; la autoridad, por ejemplo, muchísimo. A mis padres les di una infancia mala, pero peor fue la adolescencia; pobrecitos míos, no sabían que yo era ya una filósofa en potencia.
- ¿No se dejaba vivir a sí misma?
- Y así sigo, no me dejo vivir. Busco por todos lados a ver si aquí encuentro un poco de alivio, a ver si allá encuentro un poco de luz, y nada. El problema de las personas como yo es que ninguna respuesta te satisface nunca.
- El primer amor.
- A ver, es que no me acuerdo porque yo he tenido muchos novios; también fui siempre muy inquieta en ese sentido, y prematura. Mis novios siempre eran mayores que yo, hasta que me hice mayor y entonces empecé a buscarlos más jóvenes; la verdad es que hacía con todos lo que me daba la gana. Me aburría con mucha facilidad de las relaciones.
- La sexualidad.
- Era muy estrecha de joven y sigo siéndolo de mayor.
- ¿Y eso?
- En cuanto al sexo también fui muy prematura, descubrí la autosatisfacción sexual muy pronto, y luego el contacto sexual con otro ser humano no me llamó mucho la atención. Además, sufrí mucho trastorno alimenticio durante toda la adolescencia y muchos complejos con mi cuerpo. Ayer me fui a una piscina a pasar el día y no me quité la camiseta.
Ansiedad
«Si no manejamos bien que somos finitos podemos caer en una frustración permanente»
- ¿Qué fue una bendición para usted?
- Tener a mi hermana, diez años mayor que yo. Con ella lo he descubierto todo y ha sido mi mejor amiga. Con ella me fumé mi primer cigarro, me bebí mi primer cubata y entré por vez primera en una discoteca. Después me fui a vivir a Estados Unidos en 2017, nos separamos y para ella fue como si le arrancaran un brazo. Murió hace dos años de metástasis cerebral. Jamás me contó que tenía cáncer. Ella es lo mejor que me ha pasado en la vida.
- ¿Qué le gusta hacer en su tiempo libre?
- Sobre todo, buscar colonias de gatos, llevarles comida y pasar un rato con ellos. También me chiflan los videojuegos, pero ya no tengo tiempo para ellos.
- ¿Cocina?
- Se me dan muy bien los platos de cuchara, cualquier guiso me sale fabuloso, lo que pasa es que a mí no me gustan los guisos.
- ¿Dónde le gustaría perderse?
- En un bosque muy frondoso, muy húmedo, con mucha agua. Tengo por costumbre beber agua de cada río o lago con el que me encuentro.
- ¿Qué es posible?
- Si realmente quieres algo y estás dispuesto a sacrificar otras cosas para conseguirlo, lo puedes lograr si te esfuerzas y luchas por ello.
- ¿Cómo vivir mejor?
- No te metas en lo que hacen los demás, vive tu vida y deja a los otros que hagan lo que quieran con la suya. No intentes imponer a los demás tu canon moral, tu manera de ver las cosas.
Aburrimiento
«Me cuestan mucho las relaciones sociales, me aburren las conversaciones de la gente»
- ¿De positivo qué le ve al aburrimiento?
- El que se aburre pronto empieza a ser consciente de que algo no va bien y desea cambiarlo. Cuando nos aburrimos, reaccionamos y nos damos cuenta de que en nosotros se está produciendo un desprecio de lo presente. Eso ya es un principio.
- ¿Para combatirlo, qué error cometemos?
- Mirémonos: necesitamos hacer mil cosas a la vez y, finalmente, no estamos satisfechos con ninguna. No podemos estar sin hacer nada y, al mismo tiempo, tampoco conseguimos concentrarnos en una sola cosa y disfrutarla de verdad.
- ¿Por qué sucede esto?
- Porque estamos ansiosos por no desperdiciar el tiempo, pero al mismo tiempo esa ansiedad no nos deja disfrutarlo. Tenemos solo una vida, y no queremos que se nos pase, que al final del camino sintamos que la hemos desperdiciado, que no la hemos explotado al máximo. Pero, claro, si no manejamos bien que somos finitos podemos caer en una frustración permanente.
- ¿Alguna recomendación?
- Dejar de estar en el aquí y ahora pensando en un futuro no se sabe dónde y no aprovechando el momento, que es único. Es necesario reajustar nuestras expectativas y darnos cuenta de que la forma de disfrutar verdaderamente de una experiencia es comprometiéndonos con ella al cien por cien, sin estar preguntándonos cosas como '¿y si en vez de aquí estuviese allí?', '¿y si en vez de estar haciendo esto estuviese haciendo lo otro?', y así.
- Se multiplican las llamadas personas multitarea.
- Tengo la sensación de que caemos en esa multitarea por ese miedo a enfrentarnos al vacío, a quedarnos, de repente, a solas con nuestros pensamientos y empezar a revisar nuestra propia vida; no queremos hacernos preguntas sobre nosotros mismos, no queremos evaluarnos, ni preguntarnos por el sentido de nuestra propia vida. Por tanto, entiendo también que tratemos de llenar el tiempo de que disponemos de cuantas actividades se nos presentan por el camino, incluso de varias de ellas al mismo tiempo. Lo entiendo pero, repito, esto no tiene sentido porque al final no vives ninguna con plenitud y te vas quedando una y otra vez como a medias, con un regusto amargo.
- ¿Y el origen de cuánto plantea?
- Algo tiene que ver que hayamos perdido ese marco metafísico que nos ha acompañado durante tantísimos siglos. Y lo peor de todo es que es irrecuperable, lo peor es que ese 'pack' de respuestas que, por ejemplo, en todos los planos te ofrecía el cristianismo, que te ponía delante de la verdad y te decía lo que hacer y lo que no, lo que está bien y lo que está mal, etcétera, ya no le interesa a muchísima gente. Cierto es que andamos todos un poco desangelados.
- Entonces, ¿qué sí interesa?
- Muerto el dios de los cristianos, hemos abrazado el dios del capitalismo, el dios del dinero. Tiene sus ventajas, pero son muchos más los inconvenientes, incluido el carecer de un marco de referencia metafísico que nos ofrezca respuestas. ¿Y qué estamos haciendo? Intentando crear nuestro proyecto de vida centrado en nosotros mismos; hablamos de la absoluta autoafirmación del hombre, pero ya no como a principios de la modernidad, refiriéndonos a la autoafirmación de la raza humana, sino de cada hombre en concreto, cada uno con su pequeño proyecto concreto, que incluye como mucho a tu familia y a cuatro amigos, mientras que el resto te da igual. Lo que quieres es que nadie te fastidie.
Practicar la empatía
- ¿Y llegados a este punto?
- Por mucho que tú quieras hacer siempre lo que te dé la gana, y lo procures con todas tus fuerzas, formamos parte de un engranaje que, sin duda, funciona mejor utilizando la empatía que el egoísmo. Nos necesitamos, no nos queda otra. Parece que nos hemos olvidado de eso.
Mala y preguntona
«A mis padres les di una infancia mala, y peor adolescencia; no sabían que era ya filósofa en potencia»
- ¿Usted procura hacer siempre lo que le da la gana?
- Yo estoy a caballo entre aprovecharme de la comodidad que te ofrece el neoliberalismo, y el vivir con preocupación cómo se está deteriorando la convivencia con los demás; hemos llegado a que te falta un tomate para la paella y te da vergüenza pedírselo al vecino porque no lo conoces. Yo soy de La Alberca, los vecinos se preocupaban unos de otros, se echaban una mano y se ayudaban con gusto, y ese aprendizaje no se me olvida. Deberíamos practicar más la empatía para empezar a reconectar unos con otros; por ejemplo, promoviendo más actividades intergeneracionales porque, esta es otra cosa, en las casas se han perdido las figuras de los abuelos. Y en parte es lógico, porque somos madres y padres cada vez más tarde y, por tanto, cuando el niño ya tiene una cierta edad los abuelos ya han muerto; y, en cualquier caso, si no han muerto estarán en una residencia porque nosotros tenemos que trabajar todo el día y no podemos cuidar de nuestros padres en la casa.
- Proponga algo.
- Ilusionémonos por mejorar el entorno en el que vivimos, que es algo por lo que también nos hemos despreocupado.
- ¿Se aburre usted?
- A veces sí; me cuestan mucho las relaciones sociales, me aburren mucho las conversaciones de la gente y también mantenerlas yo por cortesía.
- ¿Lo peor qué es?
- Lo peor es que te aburra tu trabajo, puede ser ya el colmo de los colmos.
- ¿Qué aburrimiento es más peligroso?
- El aburrimiento que nos provocan los políticos, que han logrado ya agotarnos. Y, en se contexto, resulta más fácil, y ahí está lo peligroso, abrazar lo desadaptativo, lo extremista, lo explosivo que te venden nuevos partidos que se sostienen en lo hastiados que están muchos ciudadanos. Abrazas una ruptura radical y lo haces sin ningún pudor.
Personas multitarea
«Necesitamos hacer mil cosas a la vez y, finalmente, no estamos satisfechos con ninguna»
- ¿Qué ruptura histórica le resulta curiosa?
- La que nos lleva de la Edad Media a la Edad Moderna. Ese aburrimiento de la teología, Dios tirano, de sentirme vigilado en todo momento por alguien que no veo; al menos voy a sentirme vigilado por el que tengo aquí al lado, a quien al menos puedo decirle algo cara a cara. Ese es el cambio más radical.
- ¿Qué es un gozo?
- A mí lo que más me gusta es sentarme a una mesa para disfrutar de un buena comida a la que sigue una sobremesa muy larga cargada de alcohol. Con pocas personas, tres como mucho. Empezamos escuchando 'heavy metal' al principio y, luego, cuando la borrachera se apodera de mí, pasamos ya Nino Bravo, Camilo Sesto y 'Paquito el Chocolatero'. La pena es que siempre estoy trabajando y tengo muy poco tiempo para comidas de esas.
- ¿Y cómo se relaja?
- ¡Uf, yo me relajo poco!