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A los 23 años estuvo «por primera vez con otro hombre» y cuando tiempo después leyó el libro 'Comprender y sanar la homosexualidad' buscó en internet más información sobre el autor, Richard Cohen, recuerda una víctima madrileña de las «terapias de reorientación sexual» o de « ... reconversión», que presta su declaración por escrito y bajo anonimato. La búsqueda le llevó hasta la web 'Es posible la esperanza', que sigue activa promoviendo premisas como que el maltrato o abandono paterno crea en los hombres un «incesto emocional» hacia la madre que le puede llevar a no identificarse con su «ser varón» y «desear ser mujer y femenina». Lo llaman «desidentificación». En mujeres sucedería lo mismo intercambiando al sujeto padre por la madre. La «propia identidad sexual» también se extraviaría por «una experiencia de abuso físico o psicológico», indica la asociación vinculada a la organización Juan Pablo II.
Este hombre participó en las actividades «para salir de la homosexualidad» desde 2009 hasta 2013, cara a cara con los principales responsables de la organización. «Al principio me cogí como a un clavo ardiendo a convertirme en heterosexual. Estaba desesperado y me sentía muy solo. Tenía un terror absoluto a que mis familiares supieran de mi condición». En estas sesiones, la «atracción al mismo sexo», a la que los «terapeutas» se refieren como AMS, se asocia a la timidez, los problemas motores en los deportes y la disconformidad con el cuerpo, el abandono en la niñez, las violaciones, los abusos y los trastornos obsesivos, asegura quien todavía hoy prefiere ocultar su homosexualidad. «Cuando me fui del grupo se lo conté a algunas personas y me he arrepentido». Estas prácticas han sido recientemente prohibidas en Francia y son también objeto del anteproyecto de la Ley Trans y LGTBI que debe aún ser ratificado en España antes de remitirlo al Congreso, un texto que el Consejo General del Poder Judicial ya ha advertido que deberá introducir algunas modificaciones, entre ellas limitar a mayores de 18 años la libre determinación de género.
A pesar de la intervención del Vaticano, que pidió el año pasado a la curia española que evitara «secundar, recomendar ni participar» en este tipo de pseudoterapias después de una investigación interna, las intervenciones continúan, aunque sin promoción pública, según los testimonios recabados por la organización No Es Terapia. Por ejemplo, una mujer de 37 años asegura haber participado en 2021 en sesiones de Verdad y Libertad, en una parroquia valenciana vinculada al camino neocatecumenal. «Las conocí de oídas, por familiares. Entras sólo si eres invitada, pero no se lo pueden contar a nadie», asegura la mujer. «Es una terapia regresiva basada en que si en nueve meses no recaes en tus adicciones, como pornografía, homosexualidad, infidelidad o alcoholismo, estás curada. Se comunican por Telegram, tienen un saludo específico y un 'padrino' que te ayuda en horas bajas».
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En las sesiones de «reconversión», según otras cuatro declaraciones, se entremezclan los métodos. Bajo la «figura del niño interior herido» y «necesitado del amor del padre» se desarrollaban actividades como la «terapia de abrazos», «cartas a quien te hizo daño» o «mirarse desnudo frente al espejo para confirmar su sexo». Los participantes se someten al aislamiento, sin conexión ni redes, lejos de sus círculos sociales. El comienzo es siempre igual, un interrogatorio realizado por uno o varios terapistas, con la complicidad de psiquiatras que recetan fármacos cuyos efectos secundarios afectan la libido. Las fuentes mencionan antidepresivos y sedantes como fluoxetina (Adofen), trazodona (Deprax) o sertralina (Aremis). «Me medicaban desde la primera sesión luego de completar un cuestionario de 400 preguntas», mantiene la víctima madrileña.
La teoría de estos grupos se basa en que «hay personas que desean clarificar su identidad sexual porque sienten atracción por personas de su mismo sexo (AMS) y desean indagar en otras opciones», según la web de Elena Lorenzo, gurú del movimiento de reconversión sexual, con el objetivo de «ayudar a la persona a comprender las causas de su confusión», debido a que la «biología» es «binaria»: «masculino o femenino. Por tanto, el sexo biológico va a determinar la atracción sexual y no al contrario».
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Otro punto de encuentro en red es Camino Católico, vinculado al Centro de Orientación Familiar de la diócesis de Alcalá de Henares. En su portal se reproducen testimonios de hombres, como Javier Martínez que «se metió en el ambiente de la prostitución homosexual» por «sufrir abusos de niño», o Daniel Talavante que libra una «decisiva batalla contra la tendencia homosexual», «fruto de las heridas de su infancia».
Ninguna de estas asociaciones ni otra decena de personas respondieron a los requerimientos de este periódico. Algunos rechazaron hablar -«no le puedo ayudar», «no me dedico a eso», «no tengo nada que decir» o «nunca se han hecho terapias de conversión»-, el fundador de Verdad y Libertad, Miguel Ángel Sánchez Cordón, cortó la comunicación, y Hazte Oír negó realizar este tipo de actividades. Por su parte, la Diócesis de Alcalá de Henares contestó que «no ofrece, ni ha ofrecido nunca, terapias de reorientación sexual. Las parroquias y demás instituciones dependientes de la diócesis ofrecen, eso sí, a todos los que solicitan su ayuda, formación y acompañamiento espiritual para vivir cristianamente».
Según las denuncias, las reuniones suceden en centros religiosos -católicos y evangélicos- y consultas privadas. Aunque algunos «terapeutas» recomiendan rituales como la oración y el deporte para el control sexual, no hay rastro de terapias con dolor físico para causar aversión, ni del uso de pornografía heterosexual ni machista. Sí se intentan crear fuertes vínculos emocionales entre los participantes: «Recuerdo una noche que nos juntamos a la orilla del mar, bajo las estrellas, muy silencioso. Por turnos cada uno decía algo sobre sí mismo (...) hablando de sus miedos más profundos. Nunca había vivido algo así. Fue bonito», dice un joven que recurrió a 'Es posible la esperanza'.
Los testigos protegen su identidad por «temor» a «represalias», asegura Saúl Castro, fundador de No Es Terapia. «Todas las personas LGTBI pasamos por un período de vida en el que nos cuesta la aceptación», opina Castro. La vulnerabilidad es mayor en personas que tienen una «homofobia interiorizada» o temen ser parte de una minoría con «muchos estereotipos asociados». «Estas personas están más abiertas a comprar determinados discursos, como que la orientación sexual no es inamovible y que con el acompañamiento adecuado se puede modificar, apoyados en estudios erróneos».
A otro de los testigos que prefiere el anonimato lo llevó su familia con 15 años, cuando cursaba cuarto de ESO y su madre le «echaba agua bendita mientras dormía por ser homosexual», rememora. Salió del armario y sus padres le quitaron el móvil e internet. No vio a sus amigos en seis meses. Le llevaron a un psicólogo, pero se negó a seguir la terapia. «Me sentía como un traidor a mí mismo, como si estuviera en una cárcel», dice este chico de Cádiz, nacido en 1989. Rompió con su familia, se mudó a Madrid con una beca y «17 años después sigo sufriendo pesadillas».
En sentido contrario a este caso actuó Natalia Aventín, presidenta de Euforia Familias Trans Aliadas y madre de Patrick, el primer menor que pudo cambiar de nombre en el DNI y que forzó un cambio de jurisprudencia en España. «Mi hijo desde muy pequeño, casi desde que empieza a hablar, dice que es un niño. Era un chico para todo su entorno social y familiar y nunca se cuestionó. Al contrario del desamor de quienes recurren a estas terapias para sus hijos, nosotros siempre respetamos, acompañamos y proporcionamos espacios de seguridad». Con 19 años Patrick, asegura su madre, «no ha tenido ningún problema de salud mental, es muy creativo y súper deportista».
La «eficacia de la terapia» consiste en llegar a un «estado asexual». «Algunos fueron más allá obligándose a tener novias o esposas», indica el madrileño, que traza un perfil de los asistentes a los encuentros y retiros: hombres, religiosos, con miedo a no ser aceptado por sus familiares y de nivel económico medio-alto.
A espaldas de sus seres queridos, un hombre de 34 años y con «empeño por que me gustaran las mujeres», sostiene, se acercó a las asociaciones 'Es posible la esperanza' y Verdad y Libertad. Participó de consultas personales y retiros en monasterios. Dio «hachazos a un árbol», jugó al fútbol, se dejó controlar por Telegram o Skype. Dice que aquello «destrozó mi autoestima» y «engordé muchísimo». Ahora sufre bulimia, «no me fío de nadie», no tiene relaciones sociales, acude al psiquiatra y toma el ansiolítico diazepam. Por su parte, la víctima valenciana dejó el régimen cuando «yo sabía que sentía amor» y ahora «intento olvidar que tengo familia». Según asegura, intentó suicidarse cuatro veces y acabó en el hospital, sigue con medicación y tiene pareja. «Lucho por hacerla feliz», dice quien encontró por fin su identidad tras la pseudociencia.
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