La presencia de mujeres en la cúspide del poder está menguando. Si a comienzos de 2023 había 36 jefas de Estado y de gobierno, en septiembre de ese mismo año la cifra se había reducido a 28. De seguir a este ritmo, según los cálculos ... de la ONU, la igualdad en la cima donde se toman las grandes decisiones no se conseguirá hasta pasado 130 años. Para Nuria Varela, periodista y experta en cuestiones de género que acaba de publicar 'El síndrome Borgen' (Ediciones B), «parece que el poder resiste a democratizarse. O quizá, como muchas veces intuimos, cuando nosotras llegamos, el poder ya está en otro sitio».
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En todo el mundo, menos de un ministro de cada cuatro es mujer. Por añadidura, solo hay trece países en los que las mujeres ocupan el 50% o más de los puestos de ministras del Ejecutivo que dirigen áreas políticas. Para Nuria Varela, «el poder se está comportando como una máquina que utiliza, exprime y expulsa a las mujeres en un ciclo continuo».
La marginación de la mujer de los centros de poder se extiende a todos los ámbitos. En los órganos de dirección de las empresas que cotizan en el Ibex 35, la representación de las mujeres se cifra en el 30%, pero solo hay una que ejerce de consejera delegada, argumenta Varela. Si el foco se pone en los consejos de administración, las mujeres suponen el 37%, pero la representación se reduce a un 11,76% si s epone el foco en el cargo de presidentas.
¿Por qué las mujeres son expulsadas de los ámbitos decisorios? Según la autora del libro, se conjugan dos factores: «Las mujeres que no son críticas y defienden el patriarcado son las que permanecen en el poder. Pero quienes lo desafían y tienen un discurso y una mirada crítica con el poder son expulsadas».
El libro, cuyo título evoca la famosa serie de televisión en la que Birgitte Nyborg accede al cargo de primera ministra de Dinamarca, impugna el relato asentado de que cada vez hay más mujeres en puestos de poder. «Defino el 'síndrome Borgen' como esa situación paradójica de que, por un lado, millones de mujeres y niñas nacen en países y culturas donde no disfrutan de derechos humanos. Ese fenómeno convive con que, en las democracias, cualquier mujer puede llegar hoy día a puestos de poder, pero muy pocas consiguen ejercerlo».
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La periodista considera que uno de los problemas de las democracias es que el discurso sobre la igualdad de género se ha vaciado de contenido. Proliferan las apelaciones grandilocuentes, cuyo eco resuena en sociedades donde no se comparte el poder, se mantiene la brecha salarial y los hombres se desentienden de los cuidados. Y lo que es más grave, la violencia contra las mujeres crece sin control. «Cuando la desigualdad se ha instaurado con tal facilidad en el corazón de las democracias se abre una autopista a la ultraderecha, que tiene un discurso supremacista en todo, en la raza, en la clase social, en el sexo… La ultraderecha es completamente incompatible con el feminismo, cuyo fin es la igualdad. Somos su principal objetivo».
Para Nuria Varela, un caso paradigmático de expulsión de mujer de la actividad política es Mónica Oltra, exvicepresidenta de la Generalitat valenciana. «Fueron sus propios aliados y socios lo que le pidieron que dimitiera, a pesar de que ella siempre había sostenido su inocencia. Cuando vienen las críticas, las mentiras, la difamación y la violencia política, los hombres se defienden y las mujeres quedan fuera. Las mujeres no suelen tener el respaldo de que disfrutan los hombres», argumenta la periodista, que aún se asombra de los improperios que se lanzaron contra la exministra Bibiana Aído.
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A Varela le sorprenden las mofas y el escarnio contra la ex primera ministra británica Liz Truss lanzados en su día por un medio tan influyente como el periódico The Economist. Truss, que puso la economía de Gran Bretaña al borde de la quiebra, era llamada 'Lady Iceberg', en alusión al tipo de lechuga. Se ironizaba con quién duraría más, si la política conservadora o la hortaliza. «Podemos estar de acuerdo en que llevó a cabo una pésima gestión, pero creo que es un ejemplo ilustrativo de cómo a las mujeres no les dan ni los cien días de gracia. Qué falta de respeto tan profunda que un medio de referencia en Inglaterra la comparase con una lechuga. Los hombres no reciben ese tratamiento».
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