8M | Día de la Mujer

Mucho más que mujeres

Desigualdad al cuadrado. A las trabas por razón de su género, la sociedad les carga con otras extra por sus creencias, etnia o condiciones físicas. Ellas despejan la ecuación

Teri Sáenz

Logroño

Domingo, 10 de marzo 2024

Miradas de desprecio o peor aún, de falsa piedad. Prejuicios, lugares comunes, frases hechas, rechazo. Es con lo que en alguna fase de sus vidas se han topado Abigail, Pilar, Sara y Ana Isabel. Unas veces, por ser mujeres; otras, por ser más que mujeres. ... Esa desigualdad amplificada es contra la que claman ellas y tantas otras como ellas. Y no solo durante esta jornada, sino en cada instante de su día a día en que el ser gitana, invidente, tener profundas creencias religiosas o ser una persona con discapacidad les ha puesto en la diana de una desigualdad sobrevenida. Más allá de la edad, sin importar la profesión ni la ciudad donde residen. El relato vital de las cuatro confirma que esa asimetría no ceja, aunque también que el hoy es mejor que el ayer y que es obligado conjurarse para que mañana nunca sea peor. Sobre testimonios que pivotan entre la fortaleza y la esperanza se escriben biografías con capítulos jalonados de marginaciones flagrantes o injusticias cotidianas que solo parecen de baja intensidad para quien nunca las padece. El tamaño no importa. Todas deben combatirse. Como lo demuestran ellas en su quehacer diario, en el que no hay más receta que ser como son. Sin renuncias ni pasos atrás. Con tanta naturalidad como firmeza a la hora de afear a quien todavía no entiende que en el lenguaje de la igualdad el género no altera la categoría del sujeto. Ni tampoco el complemento circunstancial de personas que festejan el 8M todos los días. Por ser mujeres. Y también por ser algo más que mujeres.

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«Ser gitana te obliga a dar explicaciones innecesarias»

Abigail Peralta Asoc. Promoción Gitana

«Ser gitana te obliga a dar explicaciones innecesarias»

El camino de Abigail Peralta (Logroño, 24 años)hasta llegar a la universidad y obtener el máster en profesorado ha estado empedrado de recelos, incomprensión y más de un cliché. «Los gitanos tenemos que demostrar que somos inteligentes, trabajadores, honrados... No es algo que se dé por hecho como con otros, nos tenemos que esforzar más», reflexiona esta graduada de Lengua y Literatura Hispánica que tiene en la familia tanto un escudo como el mejor apoyo. «Lo que he ganado ha sido a base de hincar los codos, pero sin su ayuda y buenos consejos no sé si lo hubiera logrado», agradece. Fuera de ese círculo ha tenido que nadar contracorriente, escuchar comentarios desacertados. Y todo ello, tanto dentro como fuera de la comunidad a la que pertenece con orgullo. «Como mujer gitana te ves obligada a dar en muchos casos explicaciones innecesarias, y aunque siempre tiendo a ver el lado positivo de las cosas, fastidia que te juzguen desde una mirada ajena y condescendiente», dice para apuntar también que «haberme casado por el rito del pañuelo da lugar a opiniones erradas y poco empáticas». Su trabajo en la Asociación de Promoción Gitana consiste también en desmontar todas esas trabas que ella ha sabido superar. «Concienciar a las familias gitanas sobre la importancia de la educación y visibilizar ante la sociedad mayoritaria que no hay un estándar de gitano», resume segura en este 8M de que las mujeres gitanas «somos fuertes y valientes y atesoramos una resiliencia que ha ido germinando con el paso del tiempo».

«La Iglesia es el último y más pétreo reducto machista»

Pilar Criado Mujeres en la Iglesia

«La Iglesia es el último y más pétreo reducto machista»

La desigualdad a la que se ha enfrentado Pilar Criado a lo largo de su vasta trayectoria personal, profesional y política no ha sido doble, sino hasta triple. A la ligada a su condición de mujer, se sumó durante años la que le ponía el foco como médico –«el director del antiguo San Millán temblaba cuando nos reuníamos las compañeras exigiendo que no nos discriminaran al nombrar altos cargos;con el tiempo llegué a ser jefa de servicio del San Pedro»– y aún sigue sufriendo la derivada de sus convicciones religiosas. «La Iglesia es el último y más pétreo reducto machista», sostiene rotunda la coordinadora de Mujeres y Teología en la Revuelta, que, como el resto de las integrantes del movimiento, persigue compatibilizar su compromiso y creencias con una institución que reconozca todos los derechos de la mujer. «Hasta que la igualdad se haga costumbre en la Iglesia, como dice nuestro lema», resume la cabeza visible de un movimiento al alza que en 2020 estaba presente en cuatro ciudades y hoy se extiende ya por casi una treintena. Militante histórica del PSOE de La Rioja con un currículo que incluye doce años como edil en el Ayuntamiento de Logroño y una presencia todavía activa en diferentes grupos de trabajo del partido, Criado da fe –nunca mejor dicho– de los comentarios y prejuicios con los que ha debido convivir a su pesar. «Como parte de cristianos socialistas, algunos me decían con sarcasmo que qué bien, que éramos de los buenos», rememora en un 8M en el que hace suya otra de las consignas del colectivo: memoria y esperanza.

«Los demás no deben tomar la palabra por nosotras»

Sara Zerrouti Profesora e invidente

«Los demás no deben tomar la palabra por nosotras»

Sara Zerrouti reivindica lo mucho que queda por hacer, pero sin dejar de reconocer todo lo ya hecho. «Ser mujer y ciega hace 50 años debía ser mucho peor que ahora, estoy segura», asume. Graduada en Filología Hispánica por la UR y hoy profesora de Lengua y Literatura en Secundaria (actualmente ejerce en el IES Valle del Cidacos de Calahorra), Sara explica que los problemas que surgen en su día a día no están relacionados con ser invidente de nacimiento, sino «por la forma equivocada de mirar a veces de quienes ejercen cierto poder de decisión». «No debemos permitir que los demás tomen la palabra por nosotros y debatan sobre lo que nos conviene como si no estuviéramos allí», opina. Y añade: «Hemos de colocarnos en la posición de un sujeto que mira y que habla, que hace oír su propia voz, aunque eso pueda resultar muchas veces difícil», expone consciente de que su género no agrava la desigualdad en su ámbito laboral. «Los institutos son un territorio donde el hecho de ser mujer hace tiempo que no es un impedimento», apunta sobre una realidad en la que esporádicamente asoma alguna disrupción por la propia diversidad cultural que aglutina este ecosistema. Lo que a su parecer está más falto de cambios para alcanzar una igualdad inequívoca son las Administraciones como para la que ella trabaja. «Deben dejar de incluirte en narrativas inútiles y desfasadas que van desde el trato paternalista, ofreciéndote ayudas que no has pedido, al discriminatorio, obligándote a dar demasiadas explicaciones y dándote quebraderos de cabeza», opina apelando al «respeto» como receta universal.

«Se nos coarta el derechoa tener una familia propia»

Ana Isabel Álvarez Persona con discapacidad física

«Se nos coarta el derechoa tener una familia propia»

Cuando Ana Isabel Álvarez confirmó que tenía novio, una de sus tías mayores le confesó que le estaba dando un disgusto, porque lo que debía hacer era quedarse en casa con sus padres y cuidarlos. Su abuela fue más allá y le preguntó si de verdad valía para estar casada. «Ya sé que eran comentarios hechos desde el cariño, pero denotan esa tendencia a que a la mujer con discapacidad se la coarte, no se nos reconozca el derecho a tener una familia propia o a la maternidad», reflexiona Ana Isabel, quien a sus 53 años no ceja en reivindicar una vida plena más allá de las trabas que comporta desplazarse en silla de ruedas a causa de la distrofia muscular facioescapulohumeral que padece. «Es una enfermedad rara, neurodegenerativa, que comenzó a los 15 años y ha ido avanzando, provocando la pérdida de fuerza muscular y de autonomía personal», detalla. Una patología que no le ha impedido por ejemplo estudiar Enfermería (y ejercer durante años en diferentes destinos) y Derecho o participar activamente en múltiples asociaciones como La Rioja Sin Barreras. De lo que no ha podido zafarse completamente es de la discriminación en forma de falta de accesibilidad en el entorno y servicios básicos para disfrutar de la máxima independencia. Y es que, como destaca Ana Isabel, la violencia de género que puede ejercerse en mujeres como ella tiene caras desconocidas. «Puede ser en forma de no facilitarnos el aseo, no pasarnos a la silla de ruedas para movernos, dejar fuera de nuestro alcance las llaves de casa, el dinero...». Más recursos y el cumplimiento de la ley son, a su juicio, las recetas para que los derechos fluyan sin freno.

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