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Por encima del espacio aéreo de las prisiones españolas sobrevuelan los drones con un valioso tesoro, un móvil, destinado a uno de los internos, que lo recibe gracias al servicio «puerta a puerta». De noche, el dron lo deja en un punto determinado por el ... reo, que a la mañana siguiente lo busca y esconde. El año pasado, se detectaron 46 drones que intentaron entregar los 'smartphone' a sus clientes entre rejas. «Las prisiones no tienen inhibidores para impedir el vuelo», explica Joaquín Leyva, portavoz del sindicato Acaip-UGT. «Se suele hacer por la noche, y el dron deja el móvil en un punto previamente acordado. Hemos logrado detectar algunos durante el día, a pesar de la agilidad de estos aparatos». Ha sucedido, al menos, en Algeciras, Valdemoros, Málaga, Puerto I y Puerto II. Los drones, desde luego, sólo transportan los 'smartphone' grandes y caros del mercado.
El año pasado los funcionarios de prisiones incautaron 2.733 móviles en las prisiones españolas, un 21% más que en 2021, y supone «la cifra más alta registrada desde que aparecieron estos teléfonos», denuncia Acaip. La concentración era mayor en los centros penitenciarios de Málaga --una de las cárceles que han sido asediadas por los drones--, Valdemoro (Madrid III), y Granada (Albolote). También entran escondidos en pertenencias o cuerpos de los visitantes. «Por su reducido tamaño y componentes de plástico, escapan a los detectores de metales».
Dentro de la cárcel, los terminales se cotizan alto. Los 'smartphone' pueden quintuplicar su precio de mercado y uno pequeño para realizar sólo llamadas alcanzar los 200 euros, indican las fuentes penitenciarias. «Muchas veces no se vende el terminal: se alquila. Por tiempo de uso o por días», puntualiza Leyva. Los internos que mantienen contacto con el exterior prosiguen con su rutina criminal, que puede ir desde las operaciones de las bandas organizadas hasta las coacciones por violencia de género. Dentro de la prisión se esconden «en los lugares más insospechados».
Con estos aparatos, los internos «continúan la actividades delictivas y se sustraen a los controles internos. Son objetos muy cotizados por aquellos que tienen restringidas sus comunicaciones, como los presos por violencia de género, delitos de terrorismo o pertenecientes a bandas organizadas», sostiene Acaip, en un comunicado en el que pide reforzar el personal y su formación. «El uso de teléfonos, además, es fuente de conflicto en los centros, por el control del mercado negro que se genera».
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