Misas con voces femeninas

En 1960, dos años después de la aprobación de este cambio, el país nórdico contaba con las tres primeras mujeres sacerdotes. A finales del pasado mes de julio eran 1.533, seis más que los hombres. Son el 50,1% del cuerpo sacerdotal sueco por el 49,9% de los hombres. Y es, probablemente, la única Iglesia del mundo donde ellas son más que ellos. Las ceremonias religiosas tienen voces femeninas.

La primera sacerdote que habló en una iglesia sueca, no obstante, fue en 1911 y era estadounidense. Anna Howard Shaw participaba en un congreso internacional de mujeres en Estocolmo. Líder de las sufragistas y una de las primeras sacerdotes metodistas, habló en la iglesia Gustaf Vasa de la capital sueca. «Solo se le permitió estar abajo. Los hombres no le permitieron subir al púlpito», apunta Sandra Signarsdotter, una de las pastoras de esta iglesia del centro de la ciudad. «Pero ahora las mujeres estamos aquí para quedarnos», agrega a AFP.

No fue un camino fácil para la Iglesia luterana más grande de Europa. Las reticencias a ver a una mujer detrás del altar siguieron durante muchos años, hasta que el Parlamento sueco intervino. Era 1982. Los diputados decidieron suprimir la cláusula de conciencia que permitía a los sacerdotes rechazar la colaboración de las mujeres.

Fue otro empujón hacia la igualdad, tanto en el seno de la Iglesia como en el de la sociedad. Cuarenta años después, Suecia tiene la mejor puntuación en el índice de igualdad del año pasado de la Unión Europea (83,6 sobre 100). Y más sacerdotes mujeres. La media de los Veintiocho -está incluido el Reino Unido- es 67,4, mientras que España obtuvo 70,1 puntos. Este podio de igualdad lo completan Dinamarca (77,5) y Finlandia (73,4). Unos países nórdicos que también copan las primeras posiciones del informe del Fondo Económico sobre igualdad.

A pesar de todos los avances, todavía existe una brecha salarial importante entre hombres y mujeres. Las sacerdotes ganan de media 2.200 coronas (212 euros) menos que sus compañeros. El motivo es que los puestos más altos de la jerarquía eclesiástica están copados por los hombres. «Aún queda mucho camino», indica Signarsdotter.