Una misa de payasos
Homenaje a Joseph Grimaldi. ·
'Clowns' de todo el mundo celebran hoy en la iglesia de Todos los Santos de Londres un oficio en memoria del primer payaso tristeHomenaje a Joseph Grimaldi. ·
'Clowns' de todo el mundo celebran hoy en la iglesia de Todos los Santos de Londres un oficio en memoria del primer payaso tristeIzaskun Errazti
Sábado, 1 de febrero 2025, 13:10
Si lo suyo es hacer el payaso y presume de ello, esta tarde tiene una cita en la iglesia de Todos los Santos de Londres. Allí, cada primer domingo de febrero y desde hace 79 años, tiene lugar un oficio muy especial: una misa en ... honor a Joseph 'Joey' Grimaldi, el mejor 'clown' británico de todos los tiempos y artífice del personaje del payaso triste.
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En esta excéntrica tradición, que se remonta a 1947, la diversión y la emoción están garantizadas. Porque en una misa de payasos no sólo se trata de presentar los respetos al difunto. Hay tiempo para rezar, también para cantar himnos y canciones propias del circo, para leer historias de la Biblia y hasta para fabricar animales con globos. Llegados desde Irlanda, Francia, Escocia e incluso Canadá, algunos 'clowns' improvisan espectáculos para deleitar a niños y adultos, convencidos de que hacer el payaso es el mejor homenaje que se puede rendir a Grimaldi. Eso y, como él mismo sugirió a su legión de seguidores, bailar sobre su tumba en Islington. Allí, en un parque público, baldosas de bronce colocadas a modo de ataúd están diseñadas para caminar y reaccionar a la presión de las pisadas tocando notas musicales. Así es posible reproducir 'Hot Codlins', una canción popularizada por el inventor del 'clown' moderno.
La de hoy es una jornada de fiesta, marcada por el colorido y las risas. Algo que no siempre existió en la vida de Joseph Grimaldi que, al parecer, a ratos resultó bastante gris. Lo reflejó en las memorias del artista londinense un entonces desconocido Charles Dickens, a quien el encargo de dar forma al manuscrito original le llegó de rebote. En apenas dos meses, dejó lista la reescritura, se dice que dictándola a su propio padre, que necesitaba dinero tras su paso por la cárcel por culpa de las deudas.
Nacido en Clare Market (Londres) en 1778, Grimaldi, descendiente de italianos, fue un payaso precoz, Cuentan que con apenas dos años su padre, que combinaba la profesión de dentista con la de maestro de baile, le subió al escenario del teatro Drury Lane y, para sorpresa de todos, fue capaz de encandilar al público con un volatín tras ser pateado por su progenitor. Fue así como se hizo con su primer contrato y un sueldo semanal de quince chelines. Ya con 12 años, una versión de la pantomima de 'Robinson Crusoe' le consagró en el género de la comedia. Lo siguiente fue convertirse en el payaso más famoso de Londres, haciendo suya una estética de maquillaje de cara blanca que acabó convirtiéndose en marca del oficio.
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Padre de frases como 'Aquí estamos otra vez' o '¿Cómo están ustedes?', su popularidad llegó a ser tal que, como él, todos los payasos del mundo fueron apodados como 'Joey'. Trabajó en muchas producciones artísticas y se labró una carrera profesional prestigiosa. Pero su vida personal era otra cosa: mientras sumaba éxitos en los escenarios se casó dos veces y enviudó otras tantas. Tampoco dejó descendencia al morir sus dos hijos, uno nada más nacer, y el otro por problemas con la bebida.
La vida del 'rey de los payasos' empezó a apagarse cuando, lastrado por las numerosas lesiones que le provocó su trabajo como 'clown' -caídas desde alturas serias, innumerables patadas y palizas incesantes- y por la artritis, que le obligó a hacer sus números sentado, tuvo que abandonar los escenarios en 1823. Fue entonces cuando cayó en una profunda depresión que le acompañó hasta el final de sus días en su casa de Islington en 1837. Tenía 59 años.
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Dicen que 'Joey' murió inválido, alcoholizado y en la miseria, tras sobrevivir gracias a la beneficencia y los homenajes. Pero su legado como actor, comediante y bailarín le sigue haciendo grande: fue el payaso triste, el que interactuaba con el público, el que cantaba...
«La vida es un juego y hay que jugar. Los sabios la disfrutan y los tontos se aburren de ella. Los perdedores, comprendemos, son los que tendrán que pagar. Los ganadores tienen la gran dicha de poder reír». Así concluía sus memorias el artista inglés del siglo XIX, que hoy volverá a ser inspiración para payasos, arlequines y mimos de todo el mundo.
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