Virginia Mendoza | Antropóloga
«Hay un miedo universal a morir de sed o ahogados»Virginia Mendoza | Antropóloga
«Hay un miedo universal a morir de sed o ahogados»Nació en una de las regiones más secas de España y vive en otra en la que también el agua es un bien escaso. Esos escenarios han sido determinantes en el interés de Virginia Mendoza (Valdepeñas, 1987) por el papel del agua en la vida de los seres humanos. O -quizá esto sea más estricto- por lo que ha supuesto su escasez desde hace decenas de miles de años. Licenciada en Periodismo y en Antropología Social y Cultural, Mendoza ha publicado 'La sed' (Ed. Debate), un hermoso ensayo en el que combina historia, arte, leyendas y sus propias vivencias personales para mostrar cómo el agua ha sido el gran motor de las civilizaciones y su carencia ha estado en el origen del colapso de otras. Ahora contempla la evolución de este mundo en el que las tecnologías avanzan a toda velocidad desde un pueblo de Teruel cercano a Alcañiz en el que sus habitantes llevan toda la vida mirando al cielo para saber cuándo llegarán las nubes que salvarán sus cosechas o las tormentas que las arruinarán. Desde allí, advierte de los consumos invisibles de esta modernidad tan preocupada por cuestiones medioambientales, pero solo por algunas. Por ejemplo, apunta, hacer una consulta a un 'chatbot' y que este responda supone un consumo de un litro de agua.
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- La búsqueda del agua ha sido, quizá, el motor más importante que ha movido a la Humanidad hasta no hace demasiado tiempo. Sin embargo, al menos hasta que llega una enorme sequía, en Occidente tenemos la idea de que es inagotable y gratis. ¿Cuándo perdimos el sentido de su valor real?
- Constantemente hemos vivido siguiendo y buscando el agua, que es otra forma de volver a estar constantemente intentando regresar a casa. No sé cuándo perdimos el sentido de su valor real, pero tiene que ver con varias razones. Por un lado, el hecho de que cuando las sequías afectan a zonas rurales o periféricas tienen poco eco. Dudo bastante de que alguien de mi pueblo, por ejemplo, que se vio al límite en los años 90, dé por sentado que siempre va a tener agua, al igual que cualquiera de un pueblo de Sevilla o Córdoba. Por otro lado, también tiene mucho que ver con cómo nos hemos acostumbrado a disponer de agua cuando queremos y con lo ajenos que vivimos al hecho de que para que tengamos agua y electricidad en casa se han tenido que sacrificar millones de personas desplazadas en todo el mundo para la construcción de obras hidráulicas.
- ¿Es la vida urbana lo que nos ha hecho alejarnos del valor del agua?
- No sé si se asocia tanto a lo urbano. Creo que se debe a otras cosas, como el consumo invisible. No nos damos cuenta del agua que gasta recurrir al Chat GPT o la conexión del portátil. Lo hacemos de manera inconsciente y alguien se sacrifica para que tengamos todo eso. Deberíamos ser mucho más conscientes de ese consumo. Por ejemplo, ahora están muy de moda los aguacates, cuyo cultivo consume mucha agua. Son luces y sombras que están siempre detrás de todo. Y hay quien se siente moralmente superior por no comer carne y quizá consume sustitutivos de la carne que deforestan el Amazonas.
- El agua es al mismo tiempo, esperanza, elemento vital y amenaza. Da la vida y arrasa con ella. ¿Esa dualidad está en la base de su papel en nuestras sociedades y nuestra cultura?
- Creo que está muy arraigada en nuestro subconsciente y que hay un miedo universal que tiene dos caras: el temor a morir de sed y el temor a morir ahogados. O a esa conclusión llegué después de recoger tantos mitos fundacionales en los que todo empieza con una inundación o una sequía y también de ver cómo miembros de una secta llegaron a abandonar a sus familias y a vender sus casas porque les habían dicho que solo unos cuantos elegidos podrían salvarse de una inundación que acabaría con el mundo.
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- Hay una notable literatura de ficción sobre el hambre, pero mucha menos sobre la sed. ¿A qué cree que se debe?
- No hay mucha, cierto. La literatura más rica en cuanto a la sed se da en Brasil. Allí están los llamados 'retirantes', grupos sociales que emigran por sed. En aquel país sí que está presente en la literatura y el arte.
- Este es un país escaso en agua en la gran mayoría de su superficie, pero en el que se han construido centenares de miles de piscinas y muchos campos de golf…
- Es sorprendente. Nuestros abuelos tenían un consumo de agua mucho más reducido. Y le hablo del consumo visible y el invisible, porque no tenían a su disposición, como sucede ahora, tecnologías que son muy dependientes del agua.
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- España puede verse afectada a medio y largo plazo por sequías devastadoras y al tiempo sufrir la subida de las mareas. ¿Es la paradoja del agua y el cambio climático, que los dos extremos del fenómeno te devoren a la vez?
- Desde hace millones de años el mundo ha vivido una serie de fases glaciares e interglaciares que se han ido alternando. Estamos en una fase interglaciar en la que lo previsible es que se reduzca el hielo y que suba la marea, pero también que llueva más, que es algo que no está ocurriendo. Históricamente el frío y la aridez han ido en un 'pack', y ocurría así porque el agua, al concentrarse más en estado sólido, acarreaba aridez y también la ralentización del ciclo del agua. La paradoja viene precisamente de la huella del ser humano en el planeta. Y esa paradoja entre la escasez de agua y el exceso en el mismo lugar, además, se repite a otros niveles. Por ejemplo, en un lugar desértico es muy fácil que se dé una inundación devastadora. Hay una fobia muy común entre las gentes del desierto, y es el miedo a que los alcance durmiendo una inundación...
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- El nacimiento de los cultivos generó un aumento de la población y la aparición de núcleos rurales mayores pero también supuso un incremento fortísimo del gasto de agua. ¿El agua es también lo que ha hecho posible llegar hasta donde hemos llegado?
- El agua ha sido clave en casi todo lo que nos ha traído hasta aquí. Las primeras civilizaciones que conocimos surgieron junto a los ríos. Si se les llama civilizaciones hidráulicas no solo es porque nacieron junto al agua y porque dependían de ella, sino porque de ella dependía también el estatus y el poder: el control del agua lo determinaba.
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- ¿Somos conscientes del gasto de agua que supone la ropa que usamos, estar conectados tantas horas a una red social, enviar mensajes o ver una película en una plataforma?
- Quizá en relación con la ropa seamos más conscientes, en líneas generales. Pero hay un gasto de agua que es la parte invisible del iceberg y que pasa precisamente por las tecnologías que usamos. Esto no es nuevo: la industria también nació junto a los ríos porque necesitaba agua. Lo que no es tan evidente, porque no se ve, es que con cada pregunta que haces a un 'chatbot' su respuesta necesita un litro de agua. Me parece importante insistir en este gasto invisible porque, en el caso de la Inteligencia Artificial, la previsión es que a medida que se normalice su uso, se quintuplique el consumo del agua, a pesar de que es un recurso que está rozando el límite en plena emergencia climática. Por un lado, nos dicen que cada vez las sequías serán más frecuentes, prolongadas y severas. Por otro, idealizamos algo que podría disparar el consumo de agua. Aunque también es cierto que la IA está facilitando que llegue agua a campamentos de refugiados.
- La paleontografía nos enseña que donde ahora hay desiertos antes hubo mares y por tanto que, aunque no lleguemos a verlo, la España húmeda de hoy puede ser mañana un erial. ¿Somos capaces siquiera de imaginarlo?
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- Lo que se prevé es que en la España húmeda siga lloviendo, pero en menor medida que hasta ahora. Y ya ocurre: he vivido en varias ciudades de Galicia y no vi tanta lluvia como esperaba. La que realmente corre un riesgo de desertización en un plazo muy corto es la España seca, más o menos el 75% de la península. Quienes residimos en Aragón, como seguramente quienes lo hacen en Málaga, somos tan capaces de imaginarlo que prácticamente ya lo vemos.
- En el libro recuerda esa noticia de hace unos años acerca de un dirigente ruso que quería castigar a los meteorólogos que no acertaran en sus pronósticos. En otras partes se hacen rogativas y si no dan resultado se ha llegado a tirar el santo al pilón...
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- Desde mi casa veo un puente y se dice que una vez tiraron un cristo al río porque no dio resultado una rogativa. A algunos santos con los que se percibía que no bastaba la rogativa, se les ponía sal en la lengua para que les diese sed, les introducían la cabeza en un lago o directamente los sumergían en un río si no conseguían que lloviese. Tenemos el caso extremo de San Isidro, cuya reliquia se ha sacado durante cientos de años como una rogativa 'pro pluviam' extrema. Y tuvo su castigo también: en uno de los peores momentos de sequía se le llegó a dejar en otra ermita con la promesa de no devolverlo a su sitio mientras no llegase la lluvia. Once días estuvo allí. Y cuentan las crónicas que hace más un siglo en una rogativa a san Isidro se sumaron la petición de lluvia y el deseo de que terminara la guerra de Cuba.
- El ser humano es el mamífero mejor adaptado a las altas temperaturas. ¿Se debe a que, como especie, hemos pasado sed?
- El Homo sapiens, en realidad, está muy bien adaptado a diferentes ambientes. Más allá de la anatomía o el metabolismo, la cultura nos fue permitiendo desarrollar una serie de adaptaciones que dieron lugar a algo tan sencillo y tan básico como cosernos la ropa que podemos ponernos o quitarnos en función del frío o el calor. ¿Qué hace una especie que solo ha desarrollado cambios anatómicos? Se tendrá que ir a otra parte o quizá se extinguirá. Por tanto, sí, se debe a que hemos pasado sed, pero también a que nuestros antepasados pasaron un frío extremo mientras tenían sed. También tuvieron que ir cambiando de dieta y de estilo de vida en función de lo que ocurría a su alrededor y eso, unido a la capacidad de cocinar, está también muy íntimamente ligado con lo que somos hoy.
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- También para la cocina hace falta agua.
- La capacidad de cocinar lo que comemos es de nuevo algo que nos hizo humanos porque conseguimos aumentar las calorías ingeridas en tiempos de escasez. Además, la vida en torno al fuego pudo dar lugar a las historias que hoy todavía funcionan como pegamento social en mayor o en menor medida y que, por tanto, facilitaron la cooperación. Sin cooperación tampoco estaríamos aquí. Cuando salieron de África, los sapiens estaban tan adaptados a los cambios de ambiente que pudieron soportar igualmente el frío.
- En alguna distopía cinematográfica se juega con la posibilidad de que el dinero del futuro sea el tiempo. ¿Podría serlo el agua?
- No suena descabellado. El tiempo, el agua, la conexión social o la esperanza podrían serlo.
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