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La jornada empezó a las 4:30 de la mañana en el Puerto de Bilbao, donde Julen López subió a su camión Volvo FH y puso rumbo a una fábrica de Torrelavega (Cantabria), a hora y media de distancia. Unos minutos antes, al salir de ... su hogar en Santurce le detuvo la policía municipal. «Quería saber a dónde iba a esa hora», dice López. Puntual, a las seis y media llegó a su destino. Ese lunes era el primer día laborable después del decreto del estado de alarma, en el que se han levantado las restricciones de horas continuas al volante para los conductores de mercancías. Al colectivo, vital en la economía, tampoco le afecta el cierre de fronteras terrestres, por lo que podrán seguir llegando hasta el corazón de Europa.
Antes de cargar el contenedor, López rellenó un formulario donde aseguraba no haber estado en Italia ni tener síntomas de COVID-19. Luego el albarán cambió de manos varias veces y el conductor estuvo en contacto con el personal del almacén en el usual trámite de sellos y esperas. Con la carga volvió al puerto. Cumplida esa entrega, le asignaron una segunda recogida en la misma fábrica con el mismo destino final. Hasta entonces no había visto a nadie con la mascarilla puesta.
«Yo hago mi trabajo diario igual que antes. Pero mi vida familiar ha cambiado», dice López, que es camionero autónomo. «Tengo más miedo al contagio que a tener un accidente porque,a la hora de llegar a casa, podría pasar el virus a mi mujer y mi hija. Están aplaudiendo a los médicos y me parece estupendo. Pero al transportista también hay que aplaudirle. Necesita un poco de apoyo moral y respeto. Estamos dando todo o más para que lleguen las cosas a las casas y tiendas, los supermercados y hospitales».
Según los sindicatos, todos los transportistas se han mantenido tras el volante. «Se lo han tomado con mucha deportividad, saben que son imprescindibles. Va en la profesión, no se pueden echar atrás», asegura Emilio Cardero, responsable de Transportes de la UGT, cuyos afiliados en un 90% son camioneros y que solo en Levante, de Valencia a Huelva, tiene unos 9.000 afiliados. Ninguno ha reportado tener coronavirus hasta el momento.
En las rutas de larga distancia, la logística del camionero en estos días de estado de alarma se complica. «Si tuviese que llevar alimentos, medicinas, cualquier tipo de ayuda a cualquier persona o lugar, lo haría», dice López mientras los bares y restaurantes de la carretera han cerrado, no así las gasolineras y otros servicios. «Nos hemos visto afectados en todo», asegura Cardero. «Pero las estaciones servicios y abastecimiento, duchas, calderas, calefacciones, todo funciona al 100%. Estas empresas están trabajando con toda normalidad».
Algunos transportistas hacen largas distancias, traspasando fronteras hasta los mercados centrales de las principales capitales europeas; otros hacen recorridos cortos e incluso se organizan para no pasar de 200 kilómetros y siempre dormir en casa. Pero sean o no distancias largas, «hay que comer igual». «Irán a comprar a las tiendas en vez del restaurante, pero la mercancía viene a ser la misma. Ahora los que no traen la comida de casa y paran, lo hacen en el súper», afirma Cardero.
La regulación vigente, suspendida desde que se publicó en el BOE, indica que la conducción debía ser de nueve horas como máximo con paradas de 30 minutos cada cuatro horas. Con el decreto de alarma «el Gobierno ha retirado las jornadas de tiempo de descanso, y ahora se puede conducir seguido todas las horas que les pidan». «Casi todos los camioneros están movilizados de cara a suministrar los alimentos. No hay nadie parado y todos los camiones están trabajando», sostiene Cardero.
A media jornada, a López le llegó un correo de uno de sus clientes en el que le advertían que ningún camionero que no llegara con la mascarilla y los guantes puestos podría cargar. «Estamos en tierra de nadie», dice Mario Martín, responsable del sector de Carreteras y Logística de CC OO. «Se está prohibiendo al conductor directamente acceder a los baños de las empresas o mercados por protocolos de seguridad». El sindicato habla de «incertidumbre».
Los camioneros dependen de lo que decida cada empresa. «Los protocolos no están unificados», reclama López, que se asegura de no tener síntomas cada día. Más tarde, otra empresa de grandes naves le comunicó que no podría siquiera bajar del camión durante la carga o descarga, ni tener ningún contacto con el cargador. «Las empresas pequeñas no nos han dicho nada especial», dice López.
Las calles vacías tienen una ventaja: no hay atascos. «Ni en las entradas a las ciudades ni dentro. Se circula con el único impedimento de los semáforos», dice Cardero. «Ahora no podemos hacer reivindicaciones. Será más tarde».
Pero los camioneros como López tienen preguntas que esperan sean respondidas pronto. Sobre la mascarilla, «no sé si realmente debo usarla con una persona cerca. En el habitáculo supongo que no», dice. Sobre el tacógrafo digital, que controla sus movimientos, y las exenciones, «no tenemos claro las horas de exención y no sabemos si son para todo tipo de transporte». Sobre la cobertura de los seguros, «¿si pasa algo por no descansar, un accidente grave por ejemplo, quién se hace cargo, qué pasará con los atestados?».
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