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Maricarmen tiene 80 años y 35 sin beber alcohol: «Me iba a lanzar al vacío»
Testimonio

Maricarmen tiene 80 años y 35 sin beber alcohol: «Me iba a lanzar al vacío»

El relato de una mujer que vio morir a su padre con 'delirium tremens' y que se hizo adicta al licor hasta tocar fondo y salir con la ayuda de Alcohólicos Anónimos

Sábado, 8 de junio 2024, 13:14

«Yo era una bebedora social, bebía en navidades, en las celebraciones... lo normal. Hasta que un día empecé a tomarme un aperitivo antes de las horas de las comidas. Bebía una copa de whisky, que me sentaba muy bien. Tenía 35 años. Ahí empecé a alcoholizarme. Pensaba que había encontrado la solución a mi problema: era bastante tímida. Empezaron a llegar las primeras borracheras. Entonces, quise dejarlo. Pero llegó el día que ya no pude parar. Cada día decía lo mismo: hoy solo tomaré una copa. Pero se desataba algo en el cerebro que hacía que no pudiera parar.

Mi primera borrachera fue en unas navidades. Con once años, tomaba cava. Después, nunca más, aunque tomaba alcohol en las celebraciones. Lo que hace todo el mundo. En un bar, una cerveza. A los 20 años, no tenía la compulsión por beber. Me tomaba una. Me sentaba de maravilla. Te ponías alegre y bien». Luego me era imposible dejarlo. No podía parar.

Cuando estás borracho pierdes la noción de la realidad. Una característica del alcohólico activo es que tiene una visión distorsionada de la realidad. Me engañaba, empecé a tener lagunas mentales, no me acordaba de dónde estaba el coche aparcado, por ejemplo. Al día siguiente no sabía con quién había estado o qué había hecho. Me volví muy promiscua.

Me venía luego el sentimiento de culpabilidad. Tenía horribles resacas, no me atrevía a salir a la calle, a levantarme de la cama. Pensaba que nunca más volvería a beber. Pero tenía que beber.

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En esa época tenía problemas comunes de la vida. El beber me hacía olvidar esos problemas. Me sentía fuerte y me cambió la personalidad. Engordé, porque el alcohol tiene muchas calorías. En los análisis me salía el hígado inflamado, que es la antesala de la cirrosis. Mi padre murió alcoholizado con cirrosis. Mi abuela era alcohólica. Tengo dos hermanos alcohólicos. Han muerto todos por causa del alcohol. Son generaciones de alcoholismo. Uno de mis hijos también es alcohólico; el otro, no.

Es imposible parar. Hasta el punto que te provoca deseos de morir. Yo quería morir. No podía vivir. Un día subí al terrado de mi casa, que tiene siete pisos y me iba a lanzar al vacío. Pero pensé en mis dos hijos y me retiré de la barandilla. Soy creyente y pedí a mi dios que me ayudara. Al día siguiente salió una mujer de Alcohólicos Anónimos, dando el teléfono. Desde el primer día vi que aquello era mi sitio. La gente hablaba con mucha honestidad y con lógica, demostraban mucho cariño unos con otros. Me quedé y paré de beber hasta el día de hoy.

Me fue difícil. Cuando tenía deseos de beber, llamaba a un compañero. Cuando tenía el tirón de beber, me desmontaban la película. Me decían: cariño, sólo por hoy, recuerda la última borrachera que tuviste. Si por la tarde tenía deseos de beber, daba puñetazo en la mesa y decía eso: durante dos horas no beberé. Sólo por hoy. Mañana no sé. Así día a día, semana tras semana, mes a mes. Recordar cómo me encontraba en el terrado de mi casa cuando me iba a lanzar al vacío, me desanimaba de beber.

Cuando paré, empecé a recobrar mi figura, a recuperar la memoria. A tener la conciencia tranquila porque ya no cometía las barbaridades. A ser más honesta, a mejorar mi personalidad.

El alcohol provoca que la persona sea incapaz de amar. Ni a sí mismo. No siente amor, lo sentimental se endurece.

Yo ahora, en el presente, que hace 35 años que no tomo ni siquiera bombones con alcohol, empezaría y no pararía y estaría donde estaba antes.

En estos años sin beber, he pasado muchos dramas, muertes de personas queridas, enfermedades mortales, con una situación económica precaria. Lo he pasado todo sin beber. Porque yo sabía que si bebía, volvería al terrado de mi casa.

Me siento vital, tengo 80 años y ando mucho. Ni los médicos me echan la edad que tengo. La inflamación de hígado que tenía ha desaparecido. He recuperado mi órgano vital.

¿Dónde estaría ahora de seguir bebiendo? Muerta. Hubiera muerto de cirrosis, ataque al corazón o suicidio. He visto morir a muchos compañeros que no han podido parar de beber. Mi hermano es uno de ellos. Yo fui muy afortunada. No tuve recaídas y el síndrome de abstinencia lo vi en mi padre. Murió con 'delirium tremens', veía bichos por todas partes. Solo, alcoholizado perdido. Fíjate que a mi hermano y mi padre el médico les dijo que morirían. Mi hermano le contestó: de algo hay que morir. No quisieron dejar el alcohol por nada del mundo.

El alcohol es astuto y nosotros tenemos la enfermedad grabada dentro. Si dejara de asistir a las reuniones, volvería a hablarme, porque se despierta y te conduce a beber de nuevo«.

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