El presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE) y arzobispo de Valladolid, Luis Argüello, deploró este lunes que con ocasión de las catastróficas inundaciones desatadas por las inundaciones en España hayan aflorado comportamientos humanos preocupantes. «En estos días también hemos visto la rapiña y el ... populismo de la antipolítica», dijo Argüello, durante la inauguración de la asamblea plenaria de la jerarquía católica. En su primer discurso al frente del episcopado desde que fue elegido en julio por los prelados para tomar las riendas de la Iglesia, sostuvo que «ni el Estado ni el mercado pueden salvarnos, aunque en el último tramo del tiempo moderno se hayan presentado como salvadores que pueden cumplir lo que prometen».
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El dirigente episcopal lamentó que los ciudadanos hayan sido reducidos al papel de consumidores y votantes en nombre del progreso. Sin embargo, la tragedia acontecida en al Comunidad Valenciana y Albacete ha hecho que emerja un «alma común y fraterna». «El Estado y el mercado necesitan del don para regenerarse y abandonar toda pretensión mesiánica», proclamó.
«Este acontecimiento catastrófico nos llama a la humildad y a la esperanza y paciencia activas», alegó Argüello, que exhortó a «superar el populismo y la polarización», lo que exige «renunciar a la posverdad que legitima la mentira como instrumento político». En este sentido, abogó por que cuaje una «alianza social para la esperanza» y apostó por «dar la vuelta a la tortilla de una cultura que favorece el individualismo del 'derecho a tener derechos' y la desvinculación», en detrimento del sentido de comunidad.
El mitrado denunció la pervivencia de las dos Españas, un concepto que exacerba la polarización existente. «A los españoles nos cuesta reconciliarnos con nuestra historia y, ahora, la lectura 'democrática' de la historia es instrumento de polarización (mantenimiento artificial de 'las dos Españas') al servicio de la conquista o mantenimiento del poder». A su vez, a la división palmaria entre la ciudadanía se unen las «dificultades para armonizar una nación política 'de nacionalidades y regiones'».
El presidente de la Conferencia Episcopal se dolió por el acecho del «invierno demográfico», la crisis de la familia y la afloración de nuevas formas de convivencia ajenas al matrimonio. Sostuvo que hay motivos culturales, económicos y ambientales que socavan el matrimonio, a lo que se añade la acción de medios de comunicación que «atacan y denigran a la institución y plantean modelos alternativos como única opción 'liberadora'».
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Argüello dibujo un escenario oscuro de la sociedad española, en la que no pocos ciudadanos «buscan refugio en la nostalgia del pasado, en sueños artificiosos de futuro o en las diversiones incesantes que proponen el mercado y tantas ideologías, optimistas o pesimistas».
Criticó a los partidos progresistas, que cuestionan el sistema económico pero que promueven «antropologías radicalmente insolidarias en el campo de la vida». Al mismo tiempo, esas mismas fuerzas progresistas, dijo, defienden identidades parciales, circunstancia que les hace abandonar de facto «una propuesta de verdadera innovación económica y social».
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«Sin esperanza en el advenimiento de lo nuevo, el mercado y las ideologías acuden a la cita y ofrecen 'paraísos' para enmascarar la nada que anuncia la desesperanza y consolar las melancolías y angustias que genera la incertidumbre», argumentó el presidente de la Conferencia Episcopal, quien se dolió de la ausencia de políticas de natalidad y protección de la familia. «España es el farolillo rojo» en estas iniciativas, denunció.
Alegó que los problemas de la vivienda, el trabajo y la inmigración son el espejo de la crisis moral en que está sumida la sociedad. «En el mundo, dicen los analistas, hay un déficit creciente de vida democrática, caracterizado por la falta de encuentro y de diálogo, que quedan anulados por la dialéctica populista y polarizada, en un clima cultural de posverdad», adujo Argüello, quien destacó la «falta de respeto al principio de legalidad y supresión de facto de la separación de poderes» como deficiencias del ejercicio democrático.
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