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España no ha dejado de ser católica, como proclamó Azaña, pero se está despoblando de sacerdotes. Ser cura carece del prestigio social de que gozaba antaño, hasta el punto de que en la España rural comienza a ser un problema. Hoy en día la carrera ... eclesiástica no ofrece ningún tipo de atractivo a los jóvenes, lo que se traduce en un clero activo que roza la edad de jubilación. Las pocas experiencias para involucrar a los laicos en actividades dirigidas e impartidas por el clero no acaban de cuajar, no por la falta de compromiso y entusiasmo de los seglares, sino por las reticencias de la jerarquía eclesiástica.
La sociedad española ha experimentado un proceso de secularización galopante. Los intelectuales católicos carecen de influencia en la opinión pública y los dogmas eclesiales han sido desplazados por las evidencias de la ciencia y la técnica. La moral de pregonada por la jerarquía católica, sobre todo la sexual, se desvanece frente la prevalencia de las ansias de libertad individual.
Las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) acreditan este retroceso de las convicciones religiosas. El CIS lleva cuarenta años sondeando la identidad religiosa de los españoles y constata una caída en picado de las personas que se definen católicas, que en 1978 suponían el 90,5% de la población, proporción que se ha desplomado en 2021 hasta un 55,4%, según un trabajo del CIS. De manera paralela, el número de personas que se declaran ateas, agnósticas e indiferentes se ha multiplicado por cinco. Este grupo que ha pasado de un 7,5% a un 39,9% en la actualidad.
Según los últimos datos de la Conferencia Episcopal, el número de matriculaciones en los seminarios sigue una tendencia descendente. En el pasado curso, estudiaban en los seminarios mayores 1.066 jóvenes, mientras que se produjeron 215 nuevos ingresos. Hace casi 20 años, en el curso 20001-2002, el número de aspirantes al sacerdocio se cifraba en 1.736 estudiantes y 353 ingresos, lo que representa un 39 % menos en ambos casos. Esta bajada de vocaciones repercute negativamente en las ordenaciones sacerdotales. Así, en 2020 celebraron misa por primera vez 126 curas, muy por debajo de 227 que lo hicieron en 2001.
Para María Jesús Funes, profesora de Sociología Política y de la Religión de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (Uned), el proceso de secularización de la sociedad española «ha sido más lento que en otros países, de modo que ahora se percibe más y de manera tardía». Otro factor no menos importante para explicar la crisis de vocaciones es que los jóvenes, los candidatos naturales a engrosar las filas del clero, disponen de una amplísima oferta para forjarse una «identidad colectiva y tener unos ideales que transcienden el vivir cotidiano».
«Hoy la religión compite con líderes deportivos y movimientos sociales pujantes que tienen una presencia movilizadora. Hay gente para la que la religión da sentido a su vida. Pero hay otras personas que sienten la misma sensación de plenitud y proyección participando en movimientos ambientalistas, feministas o LGTBI», argumenta Funes, quien subraya el empuje de los credos orientales en el mercado de creencias. A decir de la profesora, este tipo de causas sociales cuentan con el aliciente de que plantean a los jóvenes normas de pertenencia «menos exigentes» que la Iglesia católica.
MARÍA JESÚS FUNES
Profesora de la Uned
Según la última memoria estadística de la Conferencia Episcopal, la deserción de sacerdotes corre pareja a la desafección de los clérigos dedicados a la vida consagrada. En España viven 17.337 sacerdotes y 38.688 religiosos. La vida contemplativa sigue una pendiente declinante. No en balde, en los últimos cinco años, casi mil comunidades religiosas se han visto obligadas a echar el cierre. Hasta tal punto ha caído la vida religiosa que en 1993 existían 74.400 miembros de congregaciones, número que se ha reducido a la mitad. Como consecuencia del envejecimiento de la población de los monasterios y conventos, la edad media frailes y monjas se eleva a los 68 años.
La edad provecta de sacerdotes y religiosos refleja el hecho de la ausencia de un relevo generacional. Los sacerdotes de zonas rurales se tienen que multiplicar para atender sus labores pastorales y aun así no dan abasto. En Segovia, 112 sacerdotes en activo se afanan para atender 338 parroquias.
El problema se siente con mayor crudeza en la España vacía. «A veces a un cura le caen diez o doce parroquias y veintitantos tejados, y cien o doscientos fieles», asegura profesor de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra Juan Luis Lorda, quien sostiene que «está claro que esto no se puede mantener».
El recurrir a vocaciones de otros países es para Lorda un falso debate, por cuanto la condición de extranjero del sacerdote en cuestión «no añade nada». «Al principio, cuando la Iglesia se expandió, todos los evangelizadores eran extranjeros. Y, además, en la Iglesia no hay extranjeros. En los países, sí, pero los cristianos miramos a todos como hijos de Dios», reflexiona el teólogo, quien considera enriquecedor «que venga gente con otras experiencias cristianas más vibrantes. Lo que se tiene que cuidar, y se intenta hacer, es prepararlos muy bien, cuando vienen muy jóvenes, y asegurarse bien, cuando vienen mayores».
La carestía de sacerdotes ha llevado al arzobispado de Tarragona a una decisión llamativa: ha recurrido a seis mujeres laicas para realizar labores pastorales. Su labor consiste en dirigir celebraciones litúrgicas con comuniones que han sido bendecidas con anterioridad. Las elegidas son Concepción, Rosa María, Núria, Montserrat, Rosa y Lola, que «en ningún caso pueden celebrar misa, tarea reservada a los sacerdotes». Un portavoz de la diócesis aduce que su misión es «presidir las celebraciones litúrgicas» cuando no están presentes los curas. Todas ellas tienen el plácet del arzobispado, que se felicita de que el trabajo de la mujer en la Iglesia sea de esto modo más visible. Esta decisión es coherente con la medida del Papa de que las mujeres puedan leer el Evangelio y ayudar al sacerdote en el reparto de la comunión.
La experiencia ha suscitado tanto interés por parte de los medios que cualquier intento de hablar con las laicas se ha cortado de raíz, y los sacerdotes remiten al arzobispado de Tarragona, que insiste en que el trabajo de las mujeres no suplanta a los ministros consagrados.
Según responsables de la diócesis, las responsabilidades de las mujeres consisten en organizar la catequesis, convocar a la comunidad para las oraciones litúrgicas, distribuir la comunión y llevarla a los enfermos. Además, pueden «animar la vida de la parroquia con la participación activa de otros laicos».
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