Las llamadas de chicos con conducta suicida se multiplican por 30 en tres décadas

El trabajo contiene algunas conclusiones muy alarmantes. La primera es que el tipo de peticiones de auxilio que más han aumentado en estas tres décadas son las relacionadas con las conductas suicidas, tanto en los casos en los que el adolescente está en fase de ideación como en las ocasiones en las que tienen que activar a la carrera a la policía, a las emergencias sanitarias o los servicios sociales porque quien llama está en pleno intento de autolisis. Esta clase de llamadas se producen treinta veces más que en 1994.

De hecho es todo el bloque de problemas de salud mental en la infancia el segundo que más ha crecido, eso sí, por detrás de los niños y adolescentes atrapados por la violencia. El aumento sin comparación es el de la conducta suicida, pero también se han multiplicado en estas tres décadas entre siete y ocho veces, según los casos, las peticiones de ayuda por autolesiones reiteradas, por adicciones con o sin sustancia y por problemas de conducta, entre los que destacan los alimentarios, como la anorexia o la bulimia.

El bloque de llamadas por casos de violencia también tiene una causa claramente destacada: los niños atrapados en escenarios de violencia de género, bien porque vean con horror cómo se agrede a su madre o bien porque ellos mismos pasen a formar también parte de la vejación, las amenazas, los chantajes o los golpes. Estas peticiones de auxilio han aumentado once veces en los treinta años.

La segunda clase de violencia más habitual son los diversos tipos de agresión digital, tanto el 'grooming', pederastas que buscan imágenes o encuentros sexuales con menores a través de contactos y engaños en redes o en chat, como el 'sexting', difusión digital de imágenes íntimas suyas sin su consentimiento, u otras variantes, como la 'sextorsión' , que se han multiplicado por ocho. El uso inadecuado de la tecnología está implicado de forma transversal en todas las problemáticas, potenciando algunas y presentando nuevas formas de acoso o violencia en otras. Con crecimientos también muy destacados están el maltrato psicológico y físico, las agresiones sexuales o el acoso escolar.

La conclusión general que han extraído los responsables de ANAR del análisis de los treinta años de datos, en los que han prestado ayuda a 227.000 niños y adolescentes, es que ha aumentado claramente la gravedad de los casos que tratan, la urgencia con la que tienen que prestar la ayuda y el tiempo que las víctimas llevan padeciendo el problema. El primer hecho parece claro si se tiene en cuenta que en 1994 solo en el 7% de las ocasiones tenían que desplegar todos los apoyos (psicológico, legal y social) en el peticionario de ayuda cuando ahora les hace falta hacerlo en dos de cada tres casos. El segundo elemento tampoco admite discusión. Las ocasiones en las que les hace falta activar los dispositivos de emergencia con policía, sanitarios o servicios sociales son hoy 28 veces más que hace tres décadas.

Las recomendaciones que ANAR hace a las autoridades y a la sociedad, a la vista de las preocupantes conclusiones, son reforzar la prevención en las escuelas para promover un uso adecuado de la tecnología y minimizar las conductas violentas, facilitar el acceso a asistencia psicológica de forma regular, reduciendo listas de espera, y generar un marco de conciliación real en las familias.