En Arabia Saudí, cuna del islam, las oraciones y las llamadas al rezo forman un ruido de mil demonios. Pese a que en el país petrolero domina el wahabismo, rama suní que se caracteriza por su rigorismo religioso, las autoridades están convencidas de que los ... altavoces de las mezquitas emiten un ruido horrible. Resulta que la voz del muecín apelando al recogimiento invita a todo menos a la devoción, sobre todo si las mezquitas compiten unas con otras para hacerse oír. Por eso el gobierno ordenó en mayo que el volumen de los altavoces se modere y se reduzca a un tercio de su capacidad máxima. No se trata de arremeter contra los clérigos, pero sí de refrenar su poder y de paso aminorar la contaminación acústica para evitar vivir en una permanente cacofonía. De ahí que los sermones hayan dejado de emitirse en su integridad para tranquilidad de los oídos saturados de estridencias.
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En un país donde las mezquitas florecen como setas, la medida ha tenido una amplia repercusión en las redes sociales. Lo que para unos es música celestial, para otros es un verdadero infierno. No es un fenómeno privativo de los países musulmanes. En España el repicar de campanas tiene defensores ardorosos pero también detractores acérrimos. Nunca los templos tañen a gusto de todos.
La medida traspasa la frontera de lo acústico para adentrarse en el terreno de la política. El reino, sobre el que pesa una leyenda de país poco complaciente con las libertades, quiere ofrecer una imagen más amable con los inversores y turistas. El príncipe heredero, Mohamed Bin Salmán, ha sacado a la policía de la moral de las calles y permitido que comercios y restaurantes permanezcan abiertos durante las cinco llamadas a la oración diarias.
Solo se podrá recurrir al megáfono para la llamada al rezo propiamente dicha ('adhan') y para la señal que indica el inicio de la oración ('iqamah'), pero no para reproducir plegarias completas que a veces son grabaciones de dudosa calidad.
Al mismo tiempo que se atempera la voz del almuédano, se empieza a moderar el lenguaje de los manuales escolares para evitar expresiones ofensivas. En los libros de texto han sido expurgadas referencias que denigran a los no musulmanes y que los tachaban como «cerdos» y «monos».
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Tras el asesinato en 2018 del periodista saudí Jamal Khashoggi en el consulado de su país en Estambul, el Gobierno está redoblando los esfuerzos para ofrecer al mundo una imagen de Arabia Saudí más abierta. Si bien la práctica de otros credos diferentes del islam está prohibida, un asesor del gobierno, Ali Shihabi, declaró hace unos días que la construcción de una iglesia estaba en la «lista de tareas pendientes del régimen. ¿Se está dispuesto a ir mucho más allá? La relegación de los combustibles fósiles por la emergencia climática augura aires de apertura para una monarquía que ha dependido siempre de petróleo.
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