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«Un hito histórico» y «un éxito de país», así lo han definido tanto el Ministerio de Transición Ecológica como la ONG naturalista WWF. El lince ibérico ha salido hoy oficialmente de la lista de animales en riesgo de extinción. Así lo ha comunicado la ... Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), el organismo de referencia mundial que a finales del siglo pasado dio la voz de alerta internacional e introdujo a este felino silvestre en la categoría de máximo riesgo de su Lista Roja de Especias Amenazadas.
La razón es que en solo 21 años el felino salvaje autóctono por excelencia de la península ibérica ha pasado de estar a un paso literal de la desaparición, con 94 ejemplares que resistían como podían en sus últimos refugios de Doñana y la jienense sierra de Andújar, a contabilizar las navidades pasadas 2.021 cachorros y adultos repartidos por las dehesas, marismas y cerros de Andalucía, Extremadura, Castilla-La Mancha, Levante y el sur de Portugal.
En solo dos décadas su población se ha multiplicado por 21, con crecimientos medios anuales del 20% desde 2019. Es el fruto de una exitosa operación científica en la que inusualmente todos, instituciones, expertos y sociedad, se han dejado de protagonismos y han remado juntos y en la misma dirección, con especial protagonismo del Ejecutivo, WWF, la Junta de Andalucía y la Unión Europea.
Semejante éxito explica que la UICN califique en la actualidad al lince como «especie vulnerable», lo que supone elevarle en solo dos décadas dos escalones en el ansiado camino de abandonar definitivamente la lista de animales amenazados, algo que los responsables de WWF subrayan que hasta ahora no había logrado con tal rapidez ninguna otra especie.
El lince ya ve la luz al final del túnel, aunque los trabajos de recuperación, según calculan los propios especialistas, necesitarán aún de más de una década de avances eficaces para situar a la especie fuera de todo riesgo. De hecho, los naturalistas avisan que todavía resta acabar de minimizar otras amenazas, como los atropellos, que el año pasado le costaron la vida a 144 linces, la caza furtiva o la casi desaparición del conejo de monte, su principal sustento, con un declive de ejemplares del 70%.
Pese a la prudencia general, los datos no pueden ser más esperanzadores. Comienzan a converger con cada uno de los objetivos marcados por los expertos para convertir al lince en una especie en estado de conservación favorable antes de 2040. Su población se aproxima a buen ritmo -en 2023 nacieron 722 cachorros- a los entre 3.000 y 3.500 ejemplares que se precisarían para poder respirar tranquilos.
El segundo dato relevante es que el número de hembras reproductoras son ya 406, unas 80 más que un año antes, lo que significa un ritmo de mejora del 25% en doce meses. Su tasa de fecundidad es de casi dos nacimientos por lincesa (1,77) y cada vez están más cerca de las 750 madres que blindarían la especie.
Los núcleos vitales de estos felinos abarcan ya catorce áreas diferenciadas, repartidas entre cuatro autonomías y el sur de Portugal. Este hecho apuntala con fuerza el tercer objetivo del plan de recuperación. Se está muy cerca de los dieciséis territorios estables y comunicados que los especialistas creen precisos para dar solidez al futuro del lince.
El triunfo colectivo no está solo en la recuperación de la población de linces sino en que los ejemplares en libertad vuelvan a colonizar parte de sus hábitat tradicionales, compuestos, además de por los dos territorios donde se atrincheraron en 2001, por las dos vertientes de Sierra Morena (la andaluza y la manchega), los Montes de Toledo, el valle extremeño de Matachel y el valle del Guadiana portugués. A estas zonas se han sumado la granadina Sierra Arana, Valdecañas-Ibores y Ortiga (Extremadura), las Tierras Altas de Lorca (Región de Murcia) y la albaceteña comarca de Campos de Hellín. Hay otras áreas en estudio y preparación por el interés de varias autonomías en sumarse a este proyecto.
Las navidades pasadas había 1.730 linces libres en territorio español, el 86% del total, y 291 en Portugal. Las dos potencias españolas son Andalucía, con 755 felinos (43,6%), y Castilla-La Mancha, con 715 ejemplares (41,3%). El resto de asentamientos están en las dos provincias extremeñas, con 253 animales, y en la Región de Murcia, con siete.
2002 fue el año en que se encendieron todas las alarmas. Primero con objetivos muy modestos, pero que ganaron en ambición con el tiempo, el Ministerio de Transición Ecológica, los gobiernos andaluz y portugués, primero, y el manchego y extremeño después, los naturalistas de WWF y la UE unieron fuerzas y recursos, olvidándose de los habituales colores políticos y ventajismos.
Crearon cuatro centros de cría en cautividad y pusieron en marcha una estrategia muy estudiada y controlada para asegurar que la reintroducción posterior de estos jóvenes ejemplares en la vida salvaje fuese un éxito. Desde que en 2011 comenzaron las liberaciones de benjamines desde los centros de Huelva, Cáceres, Jaén y Silva (Portugal), se han reintroducido en su hábitat natural 372 ejemplares. En esta paciente tarea, técnicos y responsables políticos han contado también con la colaboración de varios centenares de propietarios de fincas y de asociaciones de cazadores. La programa español de rescate del lince está catalogado como un éxito mundial en recuperación de felinos.
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