Secciones
Servicios
Destacamos
Un móvil sobre la mesa y una conversación privada. «Me quiero comprar un coche, ¿qué me recomiendas?». Al cabo de un rato, ese smartphone al abrir un navegador muestra publicidad de concesionarios y ofertas de vehículos. Una búsqueda en Google sobre zapatos y, de repente, ... anuncios sobre ellos. ¿Y si en el futuro son capaces de leer los pensamientos y hacer una oferta más personalizada? «La descodificación está todavía en su infancia, pero viendo el avance es imparable», advierte Rafael Yuste, prestigioso neurobiólogo y profesor de la Universidad de Columbia (Nueva York). «Ya se están descifrando cosas que hace un año eran impensables y sé qué se puede llegar a hacer», añade.
Las palabras de este científico español no son una amenaza, sino, más bien, un aviso. Yuste ha recorrido cientos de miles de kilómetros para advertir del peligro de la neurotecnología, «pero la que no tiene un fin médico», aclara. Estas herramientas aún no han llegado a la sociedad, pero poco a poco salen de los laboratorios de investigación.
«Hablo de cascos, bandas, diademas o, incluso, pulseras», aclara Yuste. Todas ellas miden y captan los impulsos eléctricos del cerebro y se están probando en oficinas, fábricas, granjas o aeropuertos para mejorar la productividad. «Estos dispositivos son, básicamente, interfaces que permiten la conexión directa de computadoras con el sistema nervioso y, con ello, el registro e intervención sobre la actividad neuronal alojada en el cerebro», apunta Ángel Mª Judel Pereira, abogado del Departamento de Derecho Público de la firma CCS Abogados e investigador doctorall en neurotecnología, IA y neuroderechos.
«De momento, solo miden, pero ¿qué podrán hacer con esos datos en el futuro?», plantea Yuste. Este experto recuerda que hace unos meses, un neurocirujano en Estados Unidos con un implante intracraneal descodificó lo que una mujer paralítica quería decir, descifró sus emociones y sus gestos y creó un avatar digital. «Estos casos no me preocupan, porque necesitas un neurocirujano y por lo tanto se rige bajo el código ético de la medicina y, sobre todo, está regulado por las autoridades sanitarias», detalla Yuste. El problema es cuando no hay un médico entre medias.
Cuando este neurobiólogo dice que «sé de lo que se puede llegar hacer», lo confirma. «Hace 10 años nos dimos cuenta que con neurotecnología no solo podíamos descifrar lo que un ratón ve, sino que podíamos hacerle ver cosas que no tenía delante. Se convirtió en una marioneta», recuerda el neurobiólogo de la Universidad de Columbia. Fue en este momento en el que Rafael Yuste vio los peligros de esta tecnología. «Me di cuenta de que si eso se podía hacer en un ratón, el día de mañana se haría en un humano. Es cuestión de tiempo», asegura. Ahí comenzó su cruzada para construir una reglamentación para proteger los neuroderechos.
En 2019, Yuste y la profesora Sara Goering publicaron en la revista Nature un artículo titulado 'Cuatro prioridades éticas para las neurotecnologías y la IA'. Dos años antes, Marcello Ienca y Roberto Adorno propusieron una serie de derechos para proteger a las personas de los efectos negativos de la aplicación de las neurociencias. Esto fue la base para la creación de la NeuroRights Initiative y la propuesta de cinco neuroderechos: el derecho a la identidad personal, el derecho al libre albedrío, el derecho a la privacidad mental, el derecho al acceso equitativo a las tecnologías de mejora y la protección contra sesgos en los algoritmos. «Queremos poner guardarraíles en la carretera para que la neurotecnología nos lleve al destino feliz sin tener efectos secundarios. Si tiene raíces científicas y médicas es bienvenida», añade Yuste.
Esta es la explicación que el neurobiólogo da en cada lugar donde se le pide opinión. Unos de los últimos que escucharon esta argumentación se sientan en los escaños del Congreso de los Diputados. «En España hay una Carta de Derechos Digitales, está también la Declaración de Valencia y la de León», detalla. Sin embargo, todas son declaraciones de intenciones. «En términos de legislación no se ha hecho nada», advierte «La Agencia Española de Protección de Datos tiene entre sus objetivos promover la regulación del tratamiento de los neurodatos y los neuroderechos, especialmente en el ámbito de los servicios dirigidos a menores debido al alto impacto que un uso inadecuado puede tener en su neurodesarrollo», responde a este periódico el organismo presidido por Mar España.
En una sesión a puerta cerrada, Yuste junto con Pascual-Leone, Mavi Sánchez Vives (de ICREA) y Liset Menéndez de la Prida (del Instituto Cajal, CSIC) explicaron a 25 diputados de todo el arco parlamentario las bondades y los riesgos de la neurotecnología. «Duró más de hora y media y mostraron mucho interés», señala el neurobiólogo español. «La sensación es positiva, porque la sala estaba llena y justo coincidió con el estallido del 'caso Koldo'», advierte.
Al neurocientífico no le asustan las dificultades de la política española para alcanzar consensos: lo ha logrado en entornos políticos tan polarizados como Chile, Brasil, México y Estados Unidos. En el primero, incluso, propició una reforma constitucional y llevó a los tribunales a suspender la comercialización de una diadema con sensores diseñada por Emotiv Inc. que, según la compañía, el usuario podía utilizar para obtener todo tipo de métricas de rendimiento (estrés, compromiso, interés, relajación, enfoque y emoción, bandas de frecuencia, expresiones faciales y datos de movimiento). «En España tenemos un terreno bien abonado con las declaraciones y la carta de derechos digitales. Me gustaría que España se involucrara con legislación y regulación», apunta Yuste.
De momento, el Gobierno ha puesto en marcha el Centro Nacional de Neurotecnología, es un centro pionero en España y Europa creado para el desarrollo de herramientas tecnológicas basadas en los fundamentos del cerebro humano. ¿Y la regulación? La AEPD recuerda que «los datos neurológicos o neurodatos, cuando están asociados a personas identificadas o identificables, son datos personales y, por tanto, su tratamiento debe cumplir con lo establecido en el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD)».
En este punto Judel Pereira discrepa: «No se recoge expresamente». Asegura que «se recoge una regulación general del concepto de privacidad asociada a datos biométricos pero, como expongo en mi tesis doctoral, es necesario crear una nueva categoría de datos: los 'metadatos cerebrales'».
En su opinión, estos datos desbordan por completo el concepto de 'dato personal', ya que esta nunca previó las aplicaciones de la neurotecnología en la recogida de datos cerebrales. «Existe un vacío legal en el que se escudan algunas empresas para realizar una recopilación masiva de datos del cerebro, para patronear los procesos mentales, y, en muchos casos, poder disponer, ceder y comerciar con los resultados obtenidos», añade.
Fruto de un spinoff de la Universidad de Zaragoza, Bitbrain tiene, desde hace más de una década, el funcionamiento del cerebro como su leitmotiv. Empezaron moviendo una silla de ruedas con la mente, para luego controlar un robot desde el otro lado del mundo hasta ahora ponerse como objetivo frenar la demencia, entre otras enfermedades. «Hemos trabajado para trasladar toda esta ciencia al ámbito de salud», explica Javier Minguez, cofundador de Bitbrain.
Bajo esta premisa trabajan en desarrollar avanzados equipos de EEG (Electroencefalógrafo) y otras tecnologías de monitorización humana, junto con soluciones software para aplicaciones e investigación. Así buscan la rehabilitación motora, mejora cognitiva, neuroestimulación durante el sueño.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Carnero a Puente: «Antes atascaba Valladolid y ahora retrasa trenes y pierde vuelos»
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.