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Eran las siete de la mañana cuando Arantxa se levantó para ir a trabajar. Desde la cama, su pareja retomó una discusión que arrastraban desde el día anterior. Ella, de 37 años y madre de tres hijos, se dirigió a la ducha y el hombre, ... Jesús Antonio, la siguió hasta el final del pasillo. Ella entró en la ducha. Faltaban pocos días para que terminara 2017. Tras ella, él tenía preparado un cuchillo. En algún momento, quizás «acabándose de duchar», él atacó. Con una mano, «la agarró del cuello» con fuerza. Ella intentó defenderse. Con el cuchillo el hombre cortó primero su mano, tres heridas profundas en distintas partes de la palma y los dedos.
Con la mano armada, Jesús Antonio laceró la tráquea de Arantxa, y cortó la yugular y la carótida. Dejó un tajo de diez centímetros de longitud que incluso rajó una vértebra después de rebanar por completo el músculo. Por este crimen de violencia machista, los juzgados le han sentenciaron a 21 años de prisión, una pena ratificada por el Supremo hoy.
Sin embargo, el asesino, no conforme con matar a Arantxa, salió del baño y se dirigió al dormitorio principal de ese piso en Azuqueca de Henares (Guadalajara), donde estaban aterrados por los gritos, primero de la discusión y después de socorro de la mujer, los tres niños que vivían con la pareja. Uno, de año y medio, era hijo biológico de Jesús Antonio, y los otros dos, de doce y nueve años. Cuchillo en mano, el hombre les gritó que «su madre estaba muerta» y que él también «se iba a matar», según los hechos probados redactados en la sentencia del Supremo.
El verdugo se clavó en el pecho el mismo puñal usado para cercenar la vida de su pareja. La herida no fue suficiente para restarle brío. Así, en ese estado de «gran exaltación», «acaloramiento» y «arrebato» se encaminó a la cocina, donde intentó cortarse el cuello «probando varios cuchillos». Los menores le habían seguido hasta allí. A pesar de todo (la angustia, el terror, la escena ensangrentada) el mayor de los niños avisó a las autoridades. Aunque lesionado, sobrevivió.
Ese último acto de locura, en el que involucró de forma consciente a los hijos de la víctima, ha aumentado su pena cinco años y medio, debido a «un delito de lesiones psíquicas» con la agravante de «responsabilidad criminal de parentesco», a los dos hijos mayores de Arantxa. Tiempo en prisión que se suman a los 21 años por el «asesinato con alevosía» con la agravante de parentesco y actuar por razones de género. Ha sido, sin embargo, absuelto de «menoscabo psíquico» del hijo en común.
Los niños padecen diferentes secuelas psicológicas, según el tribunal. El mayor tiene trastorno de estrés postraumático y secuelas irreversibles que producen que no se puedan adaptar a su cotidianidad; la niña menor sufre un «estado disociativo que limita su expresión emocional», también con secuelas irreversibles; y el que para entonces era un bebé tiene ahora ansiedad por separación, incluso con respecto a sus hermanos. Los tres están en tratamiento.
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