El laberinto más grande del mundo
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300.000 plantas de bambú forman este singular espacio levantado a las afueras de la ciudad italiana de Parma por el editor Franco Maria RicciHabrá ruinas y bambú, a cuya sombra nacerá un gran laberinto, una biblioteca y muchas otras cosas superfluas». Con estas palabras el editor italiano Franco Maria Ricci, impulsor de la prestigiosa revista de arte FMR, anunció a sus lectores a principios de este siglo el ... nacimiento del que estaba llamado a convertirse en el laberinto permanente más grande del mundo. Inaugurado en mayo de 2015 en el municipio de Fontanellato, a las afueras de la ciudad italiana de Parma, cinco años después del fallecimiento de Ricci, se ha convertido en un foco de atracción tanto para los turistas como para los amantes del arte. Unas 100.000 personas transitan cada año por sus alrededor de tres kilómetros de recorrido para descubrir los tesoros que el laberinto guarda en su interior: una pirámide, una biblioteca y una colección de las heterogéneas obras de arte atesoradas por el editor, más de 300 piezas que van desde el siglo XVI hasta el XX. Completan el complejo una sala para exposiciones temporales y dos lujosas 'suites' para los visitantes que quieren pasar la noche en este singular lugar.
«Franco Maria siempre tuvo esa idea extravagante de hacer un laberinto. Quería hacerlo con sus propias fuerzas, sin pedir dinero público, por lo que vendió la editorial para costearlo», cuenta Laura Casalis, viuda de Ricci y con quien compartió durante décadas la pasión por el diseño gráfico, la edición y la bibliofilia. Mientras acaricia su perro caniche frente a una maqueta del laberinto, Casalis explica cómo éste fue concebido. «El objetivo es perderse, caminar entre los muros de bambú y buscar una y otra vez el camino hacia la salida. Es una suerte de metáfora sobre nuestras vidas. El recorrido, además, siempre es nuevo, porque hay períodos en los que las plantas crecen entre 20 y 30 centímetros al día, por lo que el panorama va cambiando».
El visitante puede orientarse gracias a un mapa que se recibe a la entrada, con número de teléfono de asistencia incluido, y por medio de las columnas con números rojos colocadas en distintos puntos del recorrido. Para completarlo hacen falta entre 45 minutos y dos horas; depende, obviamente, de las veces que uno se pierda. En todo el complejo, que se extiende por alrededor de siete hectáreas, crecen unas 300.000 plantas de diversas especies de bambú, que deben ser podadas casi continuamente y llegan a alcanzar los 15 metros de altura.
La idea del laberinto nace inicialmente de la amistad entre Ricci y el escritor argentino Jorge Luis Borges, al que publicó varios libros cuya excelsa manufactura los convierte en obras de arte. «Fue Borges el que transmitió la pasión por estos espacios de tanto valor simbólico a Ricci. El argentino era todo un mito para él y fue a conocerle personalmente a Buenos Aires en 1974. Luego Borges vino a este paraje de la Masone en Fontanellato, donde el editor tenía su casa de verano, y ambos pasearon por aquí fantaseando con la idea de levantar el laberinto. Ricci dedicó a este proyecto sus últimos años. Quería acabarlo cuanto antes, por eso eligió el bambú, porque es una planta que crece muy rápido y cambia siempre», explica Cesare del Pane, miembro de la Fundación Franco Maria Ricci.
Casalis recuerda cómo su marido se dedicaba a hacer bocetos en folios cuadriculados con diversas ideas acerca de cómo podía crearse el laberinto, barajando la idea de ir más allá de la versión clásica o univiaria, en las que el dédalo tiene un único camino correcto. «Aquí en cambio puedes encontrar otras alternativas y entras y sales por puntos distintos», cuenta la viuda de Ricci. Siempre estuvo presente, en cualquier caso, la pasión por el mundo antiguo con su modelo de laberinto más famoso, el de Creta, donde según la mitología griega estaba encerrado el minotauro, así como las versiones posteriores desarrolladas durante el Imperio Romano. También resultó providencial el encuentro que Ricci mantuvo con otra persona atraída igualmente por los espacios utópicos. Se trata del arquitecto Davide Dutto, quien le propuso hacer una recreación de la fantástica isla de Citera de la que se habla en la misteriosa novela 'Hypnerotomachia Poliphili', publicada a finales del siglo XV en Venecia y considerada por los expertos uno de los libros más hermosos de los impresos durante el Renacimiento. Ricci dedicó a los espacios de la isla de Citera el volumen 'Il Giardino di Polifilo', escrito en parte por Dutto, cuya propuesta le espoleó para volcarse en el proyecto de construir un laberinto.
Ambos trabajaron en la concepción de este peculiar espacio en el que el visitante se siente acogido y sereno incluso cuando no encuentra la salida. Además de por estar rodeado de naturaleza, también contribuyen a ello las líneas clásicas de los edificios del complejo, con amplios y luminosos espacios abiertos y revestidos con el ladrillo típico de las construcciones de la zona del valle del río Po.
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