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Julián López, El Juli, ha anunciado este jueves su decisión de «dejar de torear indefinidamente cuando acabe esta temporada». El matador de 40 años asegura en un comunicado que «hace tiempo» que sabía que se retiraba de los ruedos, pero esperaba a que «pasaran las ... grandes ferias», para despedirse. Dice que «no es una retirada» pero sí «el final de una etapa que por cierto ha sido maravillosa».
El futuro queda abierto para este torero, hijo de novillero, que ya en la adolescencia siguió los pasos paternos en México, hasta que a punto de cumplir los 16 años se paró frente a un toro.
A su regreso a España, al diestro madrileño se le consideró una revelación y en sus primeros años, desde 1998, debutó como matador, cortando orejas y codeándose con figuras como José Ortega Cano, Enrique Ponce o Jesulín de Ubrique. Capaz también de indultar toros, comenzó a ganar reconocimientos y salir en hombros. Podía con seis toros en la tarde de las quintas más reputadas por su bravura, como la Victorino Martín, Velosillo o Garcigrande.
Estrella de plazas como la Maestranza, Ronda, Las Ventas o la Monumental mexicana, entre decenas más, y protagonista de fiestas como la corrida goyesca. El Juli asegura haber cumplido «todos mis sueños, incluso más de lo que podía imaginar» al «vivirlo todo». Su última faena programada es el primero de octubre en la feria de San Miguel, en Sevilla.
Conocedor de los sinsabores y la enfermería, en 18 ocasiones, enumera al hacer recuento de su trayectoria, su vida estuvo en manos de los «médicos taurinos» más de una vez. La más grave, en 2013, en la pierna derecha, que le mereció tres operaciones y «sentir que moría», dijo en una entrevista. Aun así, un mes nada más tardó en volver a salir con el capote, todavía renqueante pero con el valor intacto.
En su despedida, quizás no definitiva, El Juli recuerda las corneadas y los «aciertos, errores, triunfos, fracasos» de una «profesión tan dura y difícil» y pone un punto y aparte a 25 años de quehacer público. Casado con Rosario Domecq Márquez, hija de una conocida familia andaluza, y padre de dos hijos, quiere ahora disfrutar de su familia y sus aficiones, «sin la presión de mi situación, mi nombre o mi responsabilidad».
Con una fundación dedicada al mundo de toro, el diestro asegura que «es y será la inspiración y el motor de mi vida (...) Poder transmitir mis sentimientos y emocionar al público es algo mágico, inigualable, que sólo un torero lo puede sentir con esa verdad y profundidad». «Felicidad y plenitud definen mi estado de ánimo en esta decisión que siempre es difícil», puntualiza.
Lo más importante, dice, es el público «que me ha sabido esperar, apoyar e incluso exigirme para hacerme crecer en momentos delicados y sacar un punto más de mí».
En sus entrevistas más recientes, El Juli se mostraba crítico con el Gobierno y con los movimientos sociales antitaurinos, y en sus redes sociales se mostraba crítico con la decisión de excluir las actividades relacionadas con la tauromaquia del 'bono cultural', usando una mascarilla de mordaza. Luego recibió con beneplácito la anulación de tal medida por parte del Supremo porque «el mundo del toreo pertenece al mundo de la cultura». Disgustado con los «varapalos políticos» y los «constantes ataques sociales» asumía que el «toreo no esté en el lugar que estaba cuando empecé».
También anticipaba lo que anuncia este jueves, el retiro, y reconocía estar en plena «madurez» con una «ambición hacia ciertas cosas materiales» que había cedido a una sensación, la de «sentirte lleno». «Todo es mucho más espiritual». Llamado 'niño prodigio' que de tantas volteretas que le han dado los cuernos se marea, según dice, se rebelaba contra «la presión esa de estar arriba con el peso de la temporada sobre tu espalda te cae una responsabilidad muy dura». Al mirar atrás, aseguraba que el «toro que sale en las plazas hoy es muy superior al que había cuando yo empezaba de matador».
Su filosofía es la del toro, un «animal que amo con todas mis fuerzas, que admiro y que ha sido el más honesto y verdadero con lo que me he cruzado en mi camino». Enfrentarse a la bestia en el ruedo vestido de luces le ha ayudado a «expresarme, sentir y emocionar en la verdadera profundidad de mi persona».
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