«El día de mi quinto cumpleaños mi madre me preguntó si yo veía ángeles en el espejo de enfrente. Le respondí que sí. Fue la primera mentira que dije en mi vida. Ella estaba delirando. Era alcohólica. Se lo dije porque la vi que ... estaba muy mal. Después, ella murió. Yo me tiré todo el día con ella muerta. Mi padre había salido a trabajar. Era afilador y vendía cosas. Nos dejaba encerradas porque mi madre se daba a estar con hombres cuando él se iba.
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»Ese día estuve con ella, le abrí y cerré los párpados unas cuantas veces, y jugué con ella muerta. No sabes lo que es la muerte con cinco años. Me quedé dormida. Mi padre volvió, se asustó, llamó a los vecinos. Yo me desperté. Mientras él fue a hacer el papeleo de la defunción, me cogieron unos vecinos y me llevaron para otra casa. Ella murió por encharcamiento de los pulmones. A mi padre le denunciaron por malos tratos y perdió mi guardia y custodia. Le acusaron de muchas cosas.
»Él era mayor, tenía 70 años. Le llevaba casi 30 a mi madre. No tenía cultura, sólo estudió hasta los nueve años. Y cuando se enteró que yo estaba tutelada, se le fue la cabeza. Se metió en un juicio. Para negar, por ejemplo, que yo iba desnuda llevó dos maletas con mi ropa y las abrió ahí. Él nunca tuvo malos tratos conmigo. Nunca. Mi madre sí. Me pegaba palizas a diario. Con tres años me mandaba a comprarle vino, sola, todavía con pañal. Si se me caía una botella, me pegaba. Era en Trobajo del Camino, un pueblo de León.
»Mi padre perdió los derechos sobre mí, y yo era una niña directa a la adopción, y se me había puesto una familia. Pero él se movió y lo impidió. Tenía todo en contra pero consiguió sacarme sábados y domingo, unas horas. Me recogía las 10 de la mañana y volvía a las 10 de la noche. Íbamos al parque y al bar a ver películas porque no había tele en casa, me llevó al teatro. Lo hicimos todos los fines de semana durante los 13 años que estuve en lo que llamaban una «casa de familia». Eran monjas del centro de León y el trato no era el de una familia ni mucho menos. Nos llamaban «perdedoras». La mayoría suspendía en el colegio. Yo conseguí remontar y saqué el graduado.
»Mi padre tenía 83 años cuando salí de ahí. Entonces recién me di cuenta que mi papá era viejo. Lo encontré muy deteriorado y se me vino el mundo encima. Tenía demencia senil y síndrome de Diógenes. Sí se le notaba, pero yo no lo quería notar. Era la única persona que me quería y protegía. Siempre le vi duro. Si tenía que pelear por algo, peleaba y nunca se dejaba caer.
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Doménico Chiappe
Doménico Chiappe
»A los 19 años quedé embarazada de mi novio, que conocí cuando tenía 16 años. Nos casamos por la iglesia, en 1995. Arreglamos una casa de mis suegros en un pueblo de cuatro casitas. Yo, a pesar de todo lo que había vivido, no era una persona madura. Pero aquí seguimos y mi hijo tiene ya 27 años. Siempre destacó en comportamiento y notas.
»Pasaron los años y decidimos tener otro hijo. A los cinco meses me dijeron que podía venir muy mal el bebé. Fui a un ginecólogo de pago para que me hiciera una amniocentesis. Perdí al bebé ese mismo día. En nochebuena llegó el resultado. El niño estaba sanito. A los dos meses de aquello me quedé embarazada de la niña. La tuve pero empecé a descontrolarme. No dormía, se me iba la cabeza, veía cosas que sabía que no eran reales. Estuve mes y medio en psiquiatría del hospital Princesa Sofía y otros tres y medio en el psiquiátrico Santa Isabel. Me diagnosticaron un brote psicótico. Tuve mucho tratamiento, 23 pastillas al día. No conseguía hablar ni masticar, se me agarrotaban los músculos.
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»La vida no es como quieres sino como te viene. No es súperbonita. Es como viene. A los cinco meses me dejan salir las tardes acompañada por León. Hice que mejoraba. Pero salí más deprimida que cuando entré. En la valoración médica, por mucho que me acojonaran, les miré de frente y mostré una seguridad que realmente no tenía. Y salí. Era 2007 cuando volví a casa. La niña estaba bebé y el niño tenía 12 años. Empezamos con la rutina pero con tantísimo tratamiento me costaba mucho. Hacía de comer y vigilaba a la niña, por instinto. Es mi bebé.
»Cuando la niña tenía nueve años el colegio empezó a quejarse que no iba bien asesada y llegaba tarde. Ella no tenía normas, nos pegaba. El colegio hizo un informe y lo envió a Protección de Menores (de Castilla y León). El jefe de Menores, que conocía de mi época en los centros de acogida y consideraba mi amigo, nos advirtió que había esa queja y que nos podíamos quedar sin la niña.
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»Un día a la niña se le olvidó ponerse la camiseta y se fue con la cazadora solamente. Fue el detonante. Buscaron lo que pudiéramos tener en contra. Delitos o lo que pudieran usar. No teníamos ni siquiera multas de tráfico. Mes y medio después. Quisieron ponernos vigilancia (las visitas de una asistente social). Me negué. La llevaron a un centro de menores a cinco kilómetros de León. Me propusieron el centro donde yo estuve y dije que ni loca.
»Cuando se la llevaron, en junio de 2017, yo empecé a moverme para recuperarla. Miré abogados que ofrecían la primera consulta gratuita. Llegué a ir a siete. Ellos llamaban para preguntar por el caso. Me deprimí pero quería asegurarme que estaba bien. La enviaron a una institución de monjas. Era julio y la llevaron a un chalé de Asturias de vacaciones. Nos dieron un teléfono fuera de cobertura. Con un abogado logramos hablar con ella y verla cada 15 días. Tardamos mes y medio en que pudiera venir a casa, unas horas los fines de semana.
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»Al año, en junio de 2018, me dijeron que podía traerla a casa. A cambio me pusieron una psicóloga, que venía una vez a la semana durante tres horas, y una asistenta social. Ninguna funcionó y pensé que me la volvían a quitar. Con la psicóloga, muy mal desde el principio. Nos repelimos las dos. Un día discutimos muchísimo, lo contamos en Menores y la retiraron del programa. Me preguntaron si nos ponían otra, y respondí que no. Con la cuidadora, que venía a ver si hacía la comida, si me aseaba, si la casa estaba limpia, estuvimos seis meses. Con la psicóloga, uno. En octubre cerraron el expediente.
»Ahora yo temo, bastante. Mi hija está en la adolescencia, va a cumplir 15 años, y cualquier cosa que pase mis papeles están allí. Yo tengo un historial, aunque esté cerrado el expediente. Podría pasar, que volvieran a separarnos. Es traumático y doloroso. Es mi caso, que se repite. Me vi reflejada en mi padre. Lo que le echó mi padre hace 40 años lo tengo que echar yo. Me vi vencida muchas veces. Incluso mal aconsejada por abogados, que me desalentaban. Pero las cosas se consiguen por muy difíciles que estén. En mi caso lo tenía difícil y pasó un año para que me la devolvieran. Todo esto me ha servido para crecer como persona».
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