antonio arco
Domingo, 19 de abril 2020, 00:56
En otro tiempo, cuando Juan Luis Arsuaga (Madrid, 1954), escribía las últimas páginas de su nuevo libro, 'Vida, la gran historia', un excitante y enriquecedor viaje por el laberinto de la evolución, publicado por Destino, anotó lo siguiente a modo de himno a la ... esperanza y de fe en el ser humano activo, y no visto como un incordio: «Y la gente se sigue abrazando, y los maestros y maestras dan clase a los niños para hacer de ellos buenos seres humanos, mejores que nosotros mismos. No solo es posible soñar con un futuro mejor. Es obligatorio hacerlo».
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En estos tiempos de confinamiento e incertidumbre precisamente sobre el futuro que nos aguarda, le leo estas palabras suyas durante la entrevista, él encerrado en su casa de Madrid, que tuvo lugar un día después de que le pidiese a una amiga su receta para cocinar garbanzos con langostinos; pero ése es otro tema...
- ¿Y el miedo?
- En mi época, en la mili te enseñaban a desmontar el fusil y a volverlo a montar. ¿Para qué? Pues porque si tú no sabes cómo funciona el fusil, para ti es una cosa misteriosa que no controlas; por el contrario, si sabes cómo está hecho y cómo funciona, sigue siendo peligroso, porque es un arma, pero es un tipo de peligro que tú comprendes, sin componente mágico alguno. Tendrás precaución, incluso temor, pero no ese miedo que se tiene a lo desconocido. Eso lo podemos aplicar a la enfermedad: algo que no sabes cómo se transmite, si por el aire, por el agua, a través del sexo...; y que no sabes lo que es, de qué se trata, produce el verdadero terror ciego, en el sentido de que estás a oscuras. Ahora, con el coronavirus, tenemos temor, preocupación, pero sin el componente mágico. Nos enfrentamos a un problema, en efecto grave, pero vivimos en un mundo en el que existe la ciencia y en el que problemas como el de esta pandemia los abordamos aplicando el conocimiento.
- ¿Nada en absoluto apocalíptico?
- Ni lo más mínimo, incluso también por una cuestión estética: todos los que hablan de Apocalipsis se ponen muy serios, muy proféticos; de entrada, el profético apocalíptico se considera superior a ti, porque él es el que entiende. Y me recuerdan a otros tiempos. Yo soy de ciencias, y la actitud científica señala el problema, lo estudia, lo afronta. Ante un terremoto ya consumado, por ejemplo, la actitud científica consiste en decir: 'Vamos a construir edificios que sean antisísmicos'. Y lo que hace la actitud profética es llamar a que nos arrepintamos de nuestros pecados. En lugar de sermones, prefiero la investigación. Volviendo a los terremotos, yo no perdería mucho el tiempo en lamentaciones bíblicas y en sentimientos de culpa, preferiría a un buen ingeniero de materiales que a un profeta. No quiero discursos, ni sermones, ni palabrerías...
- Pues abundan.
- Porque es lo más fácil, lo más complicado es buscar soluciones. Si tú tienes un problema con los residuos nucleares, hay dos actitudes: una, buscar una solución; otra, echar un discurso. De una manera muy mitigada, han vuelto a resurgir un poco los conceptos animistas: 'Esto del coronavirus es una venganza de la Tierra', y cosas así. El núcleo del pensamiento animista es que todo está lleno de espíritus y de fuerzas misteriosas que se vengan y hacen cosas muy raras. También está esa mentalidad mágica, según la cual nada sucede por casualidad; de manera que si esto ha ocurrido será por algo. ¡Y claro que ha ocurrido por algo!: porque hay mucha movilidad, viajamos en avión, etcétera. No es que hayamos ofendido a ninguna fuerza espiritual. Estoy viendo el resurgir de mentalidades mágicas, del pensamiento mágico. Y puede que esté muy bien, pero lo que se necesitan son buenos hospitales y que no nos falte el agua potable.
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el encierro en casa
selección en las uci
tras la pandemia
- Un cirujano de 82 años, abuelo de 7 nietos, ha dicho: «Primero, salvar la vida a los más jóvenes». A lo que ha añadido: «Si en algún momento enfermo y los recursos hospitalarios son escasos, no quiero que se empleen conmigo». Da un poco de escalofrío, ¿no?
- Claro, porque alude a valores éticos, al valor de la vida humana, etcétera. Es interesante para el debate de salón, pero vayamos a la realidad práctica. Por lo general, lo que llamamos el sentido común, la lógica, suele ser lo más acertado. Quiero decir que, si te enfrentas a un problema, tendrás que ver la manera de abordarlo de la forma más práctica posible. Un buen amigo que estuvo en la guerra, también cirujano, me contaba que a los enfermos los clasificaban según la gravedad, claro. Es inevitable utilizar el sentido común para afrontar el problema. Fíjese, en la época del Titanic estaba muy claro que «las mujeres y los niños, primero». Hoy en día, sin embargo, ya no estaría tan claro lo de las mujeres, ¿no?; ¿por qué las mujeres? Creo que los niños sí seguirían teniendo prioridad. Si se hunde un barco, ¿a quién salvaríamos? A los niños, en principio, ¿por qué? En resumidas cuentas, porque nos inspiran ese sentimiento de protección. Lo que dice ese señor del que me habla tiene también su lógica, ya que la relación de cariño es un poco asimétrica; los padres están en la lógica de la disposición a dar su vida por los hijos, pero no es lo normal que los hijos den la suya por los padres. Cuando hay que enfrentarse a problemas de salud, no se trata de atender a la edad del calendario, sino al estado en que se encuentran las personas, y las que ya son muy mayores suelen estar en peor estado que los más jóvenes; no es un problema de fecha de nacimiento, es un problema de posibilidades de supervivencia. El debate ético está bien, pero se plantea en unos términos muy abstractos. Otra cosa es cómo actuar en la realidad cotidiana, donde el sentido común creo que nos lleva a que todos actuaríamos más o menos igual.
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- ¿Ha escuchado hablar de «la hora de los jóvenes» y de «la selección natural imponiendo sus leyes»?
- ¡Nada de eso, España va a seguir siendo, junto con Italia, el país más envejecido de Europa! Obviamente, como somos un país envejecido y esta enfermedad produce más mortalidad en personas que no gozan de buena salud, entre ellas se produce la mayor cantidad de muertes. Pero, cuando todo esto pasé, seguiremos siendo de los países más envejecidos de Europa.
- Cada vez con mayor demanda de plazas en residencias de ancianos.
- No lo dude. Vivimos en una situación en la que, para bien o para mal, usted y yo acabaremos en una residencia de ancianos, ¿o no? Una persona cualquiera con hijos, puede tener a uno en Nueva York, a otro en Nueva Zelanda y a otro en La Coruña...; y no pretenderás que venga a cuidarte a Madrid, por ejemplo donde yo vivo, un hijo tuyo que trabaja en un hospital en Washington. Inevitablemente, aunque no nos muramos de coronavirus, con la globalización, que es el signo de los tiempos, ya no es para nada lo normal que las familias vivan todos juntos en Estella o en Sepúlveda; si tus hijos están fuera y tú estás solo, terminarás en una residencia de ancianos. Eso tiene sus vertientes filosóficas y morales, pero es fruto de la vida actual. Puede sonar muy triste, pero también le puedo decir que yo hablo todos los días con mis hijos por Skype, mientras que, a lo mejor, familias que viven todos en Madrid se ven menos. Nos ha tocado vivir en el año 2020, y puede que tengas a tu mujer o a tu hija trabajando en Berlín, pero también es cierto que pueden venir en fin de semana y que tardarán menos que en el autobús de Burgos a Madrid. La globalización es para todo: acorta las distancias, nos permite mucha mejor comunicación, puedes hablar todos los días con quien quieras, incluso verle y mantener un contacto muy cercano, aunque sea virtual, por Skype, y al mismo tiempo nos ha dispersado. Hay que verla en su conjunto. No hay que ponerse tremendos; lo es esta enfermedad que nos tiene confinados y con las pistas de hielo convertidas en morgues, pero la estamos combatiendo.
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buscar la eficacia
sus valores
cambios en la sociedad
- Algunas voces dicen que a costa de renunciar a libertades...
- ...nosotros mismos nos encerraríamos en casa si nos dijesen que hay fuera un perro rabioso suelto. Es decir, este confinamiento lo asumimos, o lo aceptamos, porque estamos de acuerdo. Sería muy difícil que nos confinaran si nosotros mismos no pensáramos que estamos mejor en casa. ¡Ni en los tiempos de la Unión Soviética se habría podido producir un confinamiento así, sin existir el convencimiento por parte de la población! Estamos confinados y acojonados, todo a la vez. Cuando me dicen que más vale que me quede en casa, yo mismo me digo que tienen razón. Comprendo que hay que hacer estos debates, pero es que los científicos somos más prácticos y vemos las cosas con más serenidad, a fin de cuantas. Lo que sí que se puede hacer es intentar engañar a la población con todo tipo de teorías conspiratorias que hablan de que nos quieren encerrados en casa y no sé qué más. El confinamiento durará hasta que nosotros, los ciudadanos, veamos que se pueden asumir unos riesgos razonables.
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- Y usted, ciudadano, ¿qué valores defiende?
- Libertad, igualdad y fraternidad, a los que añadiría un cuarto valor: el respeto por el planeta, por el medio ambiente. Al final, lo que procede aquí es poner en práctica un lema que vale lo mismo para el cristianismo que para el ecologismo: 'Piensa globalmente, actúa localmente'. O sea, que lo del Amazonas es un problemón, pero tenemos otro mucho más cerca, el del Mar Menor en Murcia. Y no vaya a ser que, de tanto pensar en el Amazonas o en el Ártico, no se haga nada con el Mar Menor. Primero arreglemos nuestro entorno, y luego ya nos preocuparemos por la selva de Sumatra y por el aceite de Palma. Vamos, algo así como que está muy bien lo de amar mucho al prójimo, pero hombre, empieza por el que tienes más cerca. Es decir, volvemos a esta dicotomía entre los predicadores y la gente que hace cosas. Practicar el buenismo es fácil y gratis, pero el compromiso se pone a prueba cuando te dicen, 'ya, pero esto cuesta dinero'. Es como cuando alguien te cuenta: «La naturaleza era una maravilla, un paraíso, cuando yo me hice aquí el chalet, que fue el primero». ¡Ah, fuiste tú, fuiste tú! [Risas]
- Está claro que, además de defender en 'Vida, la gran historia' los beneficios del sentido del humor, también lo practica.
- Y va muy bien. Tiene que ver con el optimismo, y lo bueno que tiene el optimismo es que te anima a mejorar; el pesimista no hace nada, ¡como está de vuelta! Yo digo que hay que estar siempre de ida, nunca de vuelta. Y todos esos que estén de vuelta, que hagan el favor de apartarse. Si estás de vuelta y no crees en nada, haz el favor de al menos no molestar.
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