Natalia Freire muestra la perla que se encontró mientras degustaba una fuente de almejas en Muro (La Coruña). R. C.

Una joven encuentra una perla en una almeja y le ofrecen 4.000 euros

Natalia Freire halló el tesoro mientras cenaba una fuente de almejas a la marinera en el restaurante coruñés donde trabaja de camarera

Martes, 24 de enero 2023, 14:27

La joven de la perla se llama Natalia Freire y tiene 22 años. Si Vermeer hizo famosa a la joven del turbante que luce una perla blanca como pendiente, Natalia es la vecina más popular de Muros (La Coruña) después de que, hace justo una ... semana, encontrara una pequeña perla de color violeta dentro de una almeja, algo tan extraordinario que solo sucede una de cada cinco mil veces.

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Natalia trabaja de camarera en la barra del restaurante Casa Sampedro, en Muros, y el pasado martes acabó su turno de mañana, y sin saber muy bien por qué le entró un «antojo tremendo» de almejas a la marinera. «La verdad es que nuestra cocina las hace de cine, así que me vine con mi novio a cenar. El es mariscador y como está harto de comerlas se pidió unos calamares a la plancha. Entonces yo decidí pedirme la fuente entera para mí sola. Y como curro aquí, hasta me echaron de más y todo, jajajaja», recuerda risueña Natalia al otro lado del teléfono y en un paréntesis de su trabajo. «He pedido permiso a mi jefe porque esto es una locura», comenta sobre la explosión mediática que ha despertado su descubrimiento.

El caso es que ese martes por la noche Natalia estaba sentada en frente de un plato rebosante de almejas, dispuesta a darse un festival. «Y la primera que cogí era la perla. Parece como que estaba puesta para mí», cuenta con otra sonrisa. Dice que se la podía haber tragado porque era bien pequeña, nada que ver con la rolliza perla de Vermeer. «Era enana, cualquiera se la tragaría, pero yo mastico mucho al comer, y mastiqué y casi me rompo un colmillo jajaja, ¡qué dolor!, jajaja».

La perla, en primer plano dentro de la almeja. R. C.

Sorprendida por ese material rocoso que chocaba entre sus dientes, se llevó los dedos a la boca y se sacó una bolita dura, del tamaño algo mayor al de un perdigón. «¿Qué es eso, qué acabas de sacarte de la boca?», le preguntó su novio. «Yo sabía que era algo raro, pero no sabía qué. La dejé sobre la barra y seguí con mi fuente de almejas«. Solo cuando terminó de rebañar el plato vacío, decidió buscar en Google de qué se podía tratar. «Y entonces vi que era una perla y me quedé impresionada. Es oscura, de color lila y muy pequeña», la describe Natalia, que al principio se extrañó mucho del hallazgo. «No pensé que era una perla porque ¿en una almeja? Había oído hablar de perlas en ostras, pero no en almejas. Pensaba que solo las ostras las producían«.

Guardadita en un cofre

La joven camarera tiene guardado su tesoro en un cofre que «me ha dado mi madre», aunque en el pueblo, jóvenes y mayores la reconocen por la calle como la chica de la perla y todos quieren verla. Natalia, que es curiosa hasta decir basta, no conoce el cuadro del pintor neerlandés «pero voy a buscarlo para verlo. ¡Qué guay! no sabía que había un cuadro que se llamaba así». Junto a la gema, también conserva la concha de la almeja en la que la encontró. «Tiene una pequeña marca y me imagino que ahí es dónde estaba», explica.

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No le corre prisa venderla; si lo hace se irá de viaje, aunque tampoco descarta regalársela a su sobrina Alba, que nacerá este año. «Voy a ser su madrina y sería un bonito recuerdo»

Ahora le toca tomar una difícil decisión, vender la joya o quedársela. Hace unos días, y mientras contaba su historia en un programa en directo de la televisión gallega, una mujer le ofreció cuatro mil euros por la pieza. «Me lo soltó en directo. Yo le dije que la siguiente que encuentre sería para ella, jajaja».

De momento se toma el asunto con «mucha» calma. No le corre prisa venderla. Antes quiere que un profesional se la tase. Tampoco descarta quedársela, aunque no para ella, que no es «mucho» de lucir ese tipo de joyas, sino para su futura sobrina, Alba. «Mi hermana está embarazada y voy a ser la madrina, e igual la guardo para ella como un recuerdo bonito». Pero en caso de que, finalmente, acabé poniéndola en el mercado tiene claro a qué va a destinar el dinero. «A un viaje. ¡Me encanta viajar!».

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La remesa de almejas que se zampó en Casa Sampedro era de un proveedor habitual del restaurante, que cultiva su marisco en la ría de Muro y Noia. El biólogo de la explotación ha contado que jamás había visto algo así. Lo mismo que el padre de Natalia, que lleva toda la vida de mariscador entre almejas y berberechos y nunca había escuchado que alguien se hubiera encontrado una perla dentro de un molusco. «Mi padre está muy impresionado y yo estoy encantada, muy feliz».

-¿Oye Natalia... y seguirás comiendo almejas o ya tienes bastante?

-¡Claroooooo! Me encantan y ahora más.

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