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No parece Joaquín Reyes una de esas personas con doblez. Hasta que uno descubre con asombro el catálogo de ilustres que emergen de este albaceteño licenciado en Bellas Artes que ha acabado haciendo del disfraz su modo de vida. Iglesias, Greta Thunberg, Corina, Froilán, Fernando ... Simón o Villarejo. Oyéndole uno no puede por menos que pensar el trabajo que lleva ser gracioso, un terreno que en su caso no se limita a los escenarios, sino que pica de disciplinas tan dispares como el dibujo o la escritura. Pendiente de la ropa que llevan sus hijos al cole, de sus almuerzos, de las clases de voleibol y alemán... «A veces me siento como un mayordomo, un chambelán». Ahora vuelve a los monólogos con 'Festejen la broma', que ya ha hizo crujir La Latina de Madrid y que el próximo fin de semana paseará por el Campos Elíseos de Bilbao.
7.30 horas. Me levanto dispuesto a cubrir todas las necesidades de mi prole. A los chiquillos –tiene dos hijos, uno de 14 años y otra de 12– les elijo la ropa porque a esas horas no son ni autónomos. A la pequeña incluso la visto, ya le he dicho que sólo hasta que vaya a la universidad... si ella quiere. Luego empiezo con los desayunos: un sandwich de jamón y queso, con o sin huevo 'a caballo' (por encima), cruasanes a la plancha... En fin, parece el bufé de un hotel. Mi mujer es profesora de Infantil y sale también a esta ahora. Afortunadamente, ella se viste sola.
9.30 horas. Después del aseo y de cortarme los pelillos que asoman por narices y orejas, me pongo el traje y la corbata que he decidido la víspera. Yo es que para esto soy muy mirado. Unas veces voy primaveral; otras, como al día siguiente de las elecciones madrileñas, pues prácticamente de luto. Ha sido un triunfo de la libertad, dicen, será que tanta de golpe a mí me ha costado digerirla.
10.30 horas. Me pongo a trabajar con Ernesto Sevilla y Miguel Esteban, amigos desde hace 20 años. Son reuniones telemáticas debido a la pandemia, que nos dan más de sí que las presenciales, quizá porque nos pasábamos el tiempo vacilando. Estamos embarcados en varios proyectos, el más inmediato la película 'Camera Café'. Hemos terminado el guión y el rodaje, que empieza ya, se prolongará todo junio. Los actores serán los mismos de la serie. Nos tiramos así dos horas y media, es difícil mantener más tiempo semejante derroche de ingenio.
8.15 horas. Como los chavales están a diez minutos del colegio (vivo en el centro de Madrid), no me hace falta llevarles en un transportín de esos, como los que tienen los chinos. Eso sí, cada uno se va con su almuerzo: Jesús, un sandwich de atún y mayonesa, con tomate; Esther, un bocadillito de Nutella. Entonces llega mi rutina de gimnasia que comparto con Kendall Jenner, la hermana de las Kardashian: cien sentadillas, muchas planchas, abdominales, estiramientos... Ducha y al lío.
11 horas. Colaboro con 'Yu', el programa de Pantomima Full y Ana Morgade para Europa FM. Voy hasta allí en bici y despacho lo que me toca hacer en media hora. Recreo a famosos como Jennifer Aniston a la que le doy un toque manchego. Más que imitador, lo que me gusta es distorsionar el personaje.
5.30 horas. Grabo para 'El Intermedio' una vez al mes, pero ese día la rutina salta por los aires. Hay que madrugar muchísimo, porque la sesión de maquillaje en el taller de Nacho Díaz dura tres horas. Fíjate, por ejemplo, en la parodia de Almeida, con prótesis de silicona y demás. Ese nivel de belleza es difícil de igualar. Al set no llegó hasta las 10 horas, eso sí con el guión –divertidísimos, me los escriben, claro– ya aprendido. Así estamos cuatro horas y media, y luego toca desmaquillar.
19 horas. Es la hora del crucigrama, acompañado de mi mujer con unas gildas y una cervecita. Si es época de exámenes, lo sustituimos por las guerras púnicas o el Trienio Liberal. Como ves, vivimos al límite. Ya sabía yo que era un privilegiado, pero es que ahora te lo cuento y tomo conciencia.
13.30 horas. Modestia aparte, en la cocina tengo un repertorio muy amplio. Bordo los potajes y platos de cuchara, desde lentejas y olla gitana a arroz con bacalao, pollo con almendras... Ahora que empieza el calor, gazpacho. Muchas cosas las hago con la Thermomix, que hasta un chimpancé se apaña, pero bueno. Mientras cocino me gusta beber una cerveza. Con moderación, no en plan Bukowski o Faulkner que le tiraba hasta a los palomos. Hoy voy a preparar un arroz con habichuelas, ya verás qué tarde de pedos. Comemos por turnos: mi hija y yo a las 13.30, y luego mi mujer que es maestra de Infantil –creo que por eso se fijó en mí– con el chaval. Cuando acaban todos, yo me encargo de fregar, es apasionante. Una olla, la paellera, incluso la bandeja del horno... me pongo un podcast y soy feliz. Eso sí, lo del lavavajillas no lo llevo bien. Es que no aprovecho los huecos, dicen.
17.30 horas. Reservo las tardes para dibujar, mi auténtica pasión. Con Ernesto y Miguel estamos trabajando en una serie de animación y el diseño de personajes corre de mi cuenta. Un oso con sombrero, un diablo, un gato vividor que va en patinete, fuma y bebe... Una especie de Garfield politoxicómano con carácter y muy divertido. También estoy diseñando la portada del último disco de 'Los Punsetes'.
15.00 horas. Veo por televisión imágenes de los botellones y pienso qué no hemos entendido, después de meses sin teatros ni salas de conciertos. Un misterio. ¿Cómo vamos a salir de ésta, mejores, peores o igual de desmemoriados? No lo sé. Hay gente que ha utilizado esto de manera muy desleal y les va a costar gestionarlo desde un discurso populista. Aprovecho que hoy no actúo –dentro de una semana estaré en Bilbao– para cultivarme un poco. Gusta que la gente diga eso de '¡Mira éste, las chorradas que dice, pero es un alma sensible!'. Me acerco hasta El Pavón, en Embajadores, tiene unas jarras heladas y un humus que quitan el sentido.
22.00 horas. Ya estoy en la cama y con tres libros a mano: 'El ruido eterno', un ensayo de música del siglo XX, otro sobre la ultraderecha que seguro que me acaba desvelando, y la autobiografía del batería de Los Planetas. Y así, mientras mi mujer ve una serie en la cama, me quedo frito.
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