Jensen Huang, el cerebro de la inteligencia artificial
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El mandamás de Nvidia es el hombre del momento: controla los chips clave para el desarrollo de la tecnología más deseada. Es el colofón de una carrera asombrosaJensen Huang. Recuerde su nombre, porque es posible que este americano de origen taiwanés se convierta en una figura de la talla de Bill Gates, Steve Jobs o Elon Musk. Si esos revolucionaron la informática, los dispositivos móviles y la movilidad eléctrica, Huang es el ... hombre que mueve los hilos de la inteligencia artificial. No en vano, la revolución que se avecina este siglo resultaría casi imposible sin los chips de la empresa que fundó en 1993 para fabricar tarjetas gráficas: Nvidia.
La compañía no nació en un garaje, como tanto les gusta a los estadounidenses. Lo hizo durante una comida en un local de la cadena Denny's, donde él había estado lavando platos durante una temporada, con otros diseñadores de microchips: Chris Malachowsky y Curtis Priem. Entre los tres no sumaban más de 40.000 dólares, pero se habían propuesto impulsar un gran salto en el mundo de los videojuegos con sus GPU, procesadores exclusivamente dedicados a gráficos que, a la postre, cambiaron por completo la industria. Su idea era bautizar a la empresa como Nvision, pero el nombre estaba tomado y se decantaron por Nvidia, el sentimiento que querían provocar en sus competidores. Y vaya si lo han logrado.
Tardó unos años en convertirse en una empresa de culto para frikis de todo el mundo, pero el verdadero salto vino de una apuesta aún más arriesgada. Dos décadas después de crear la empresa, un visionario Huang se fijó en la inteligencia artificial, un sector que aún se encontraba en fase de experimentación. Acertó. Ahora, la suya es la tercera compañía que ha logrado superar una valoración bursátil de dos billones de dólares -solo Apple y Microsoft lo han logrado-, y el éxito de Nvidia es un colofón de lujo para una vida que arrancó en 1963 en la humildad de una Taipéi pobre y dictatorial.
Eso sí, Huang no conoció mucho la capital taiwanesa, porque, siguiendo una costumbre muy arraigada en la sociedad china, con solo nueve años sus padres le hicieron cruzar el Océano Pacífico para ir a vivir con un tío en Tacoma, una ciudad del estado de Washington. Poco después, le enviaron a estudiar a un colegio religioso perdido en Kentucky, donde Huang sufrió un 'bullying' que le hizo más resistente.
Aunque logró graduarse del instituto dos años antes de lo habitual, nadie podía prever entonces que el pequeño Jen-Hsun acabaría convirtiéndose en Jensen, uno de los hombres más ricos del planeta.
Este ingeniero electrónico amasa ahora 77.100 millones de dólares -de los que 49.000 millones los ha ganado en 2023- y dirige una empresa sin rival en el mercado y cuyo logotipo tiene tatuado en el hombro. «Estamos en una guerra por la inteligencia artificial y Nvidia es el único proveedor de armas», comentaba un analista de Wall Street en el New Yorker, que lo definió como «monopolista paciente». Fortune lo consideró en 2017 el 'empresario del año' y dos años después Harvard Business Review lo entronó como el consejero delegado con mejor rendimiento durante su vida profesional.
Pero no ha sido sencillo llegar hasta aquí. Muchos otros emprendedores de los noventa habrían tirado la toalla tras el estrepitoso fracaso del primer producto de Nvidia, el NV1, cuyo descalabro provocó el despido de la mitad de la plantilla. Entonces tomó la decisión que iba a cambiar su vida: destinó todos los recursos que le quedaban a la empresa a producir el Riva 128, un chip que no se había probado suficiente. «Había un 50% de posibilidades de éxito, pero daba igual porque, de cualquier manera, nos íbamos a la bancarrota», recordó en una conversación con el semanario neoyorquino.
Nvidia vendió un millón de chips en cuatro meses y se aseguró su futuro. Desde entonces, no ha vuelto a pasar penurias. Es más, en el último lustro las acciones de la compañía han vivido un crecimiento exponencial y sostenido: en 2019 se cotizaban a 47 dólares; hoy superan de largo los 870 dólares. Es una revalorización del 1.700% que se ha acelerado en los últimos tiempos: el primer trimestre de este año ha crecido un 82,5%, y Huang está convencido de que el techo aún queda lejos. «En el futuro, todo será autónomo», ha avanzado en varias ocasiones. Y para eso harán falta muchos procesadores como los suyos.
Pero Huang sabe que no se puede dormir en los laureles. Por un lado, la competencia está invirtiendo grandes sumas de dinero en el sector para desarrollar productos capaces de rivalizar en prestaciones con los de Nvidia. Por otro, los chips se han convertido en un arma geopolítica que enfrenta a Estados Unidos con China -razón por la que los H100 de Nvidia tienen restringida su exportación- y Taiwán es una pieza clave porque fabrica la mayoría. Así que tendrá que acostumbrarse a caminar por terreno minado.
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