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La tecnología no es ni buena ni mala. Es neutral, y depende del uso que se le dé. Por eso, cada vez que irrumpe en el mundo un avance disruptivo, es inevitable que se produzca un agitado debate sobre las consecuencias que acarreará. Sucedió con internet, por ejemplo, y ocurre ahora con la inteligencia artificial, que llega con tantas oportunidades como amenazas. La pornografía es uno de los sectores en los que más se está haciendo notar, y su impacto se siente tanto en las plataformas especializadas como en los institutos de nuestro país.
Los actores de contenido para adultos temen que su imagen se utilice en escenas para las que no han dado su consentimiento, como le ha sucedido a Demi Sutra en un clip que nunca grabó y en el que se hace pasar por menor de edad, y algunos adolescentes utilizan plataformas de inteligencia artificial generativa para crear imágenes eróticas con los rostros de sus compañeras de clase y así humillarlas o extorsionarlas. «¡Desnuda a tus amigas!», ofrece un programa cuyo impacto se siente en centros educativos de todo el mundo, desde Nueva York hasta Badajoz.
Por si fuese poco, basta recorrer redes sociales como Instagram para encontrar imágenes 100% virtuales de menores -sobre todo niñas- en ropa interior o bañador y poses sugerentes destinadas claramente a pedófilos. Japón, donde la sexualización de la infancia es habitual en cómics y todo tipo de espectáculos, es uno de los países en los que más se generan. Y a menudo dos utilizadas como reclamo 'softcore' para las páginas en las que los suscriptores pueden acceder a las mismas modelos generadas por IA protagonizando contenido pornográfico 'hardcore'. «Con nosotros podrás hacer realidad tus fantasías más brutales», promete otra plataforma de pago.
El realismo de las imágenes resultantes es asombroso, pero los detalles delatan la fuente: sobre todo las manos, donde abundan dedos de más y en posición extraña, o en detalles como los pliegues de la piel. Un ojo entrenado detecta la inteligencia artificial que las ha generado, pero no quien busca otro tipo de satisfacción. Y esto abre un abanico de problemas que van desde el legal hasta el psicológico. Porque puede que las imágenes sean falsas, pero las consecuencias de su creación no lo son.
La principal preocupación está en la combinación de rostros reales con cuerpos virtuales. Los 'deepfakes' que pueden desnudar a cualquiera. La estadounidense de 15 años Francesca Mani es una de las pocas víctimas que ha dado la cara públicamente para exigir a los políticos, empezando por el presidente Joe Biden, que aprueben legislación para prohibir esta práctica que se extiende como la pólvora. «Hasta que he sido víctima de ella, no sabía lo compleja y lo aterradora que es la IA», afirmó Mani, una de las 30 chicas a las que la IA desnudó el pasado mes de octubre en manos de sus compañeros de instituto.
Casos como el suyo son cada vez más habituales. Según el estudio State of Deepfakes, este tipo de contenido sexual se ha disparado un 464% en 2023. En España, el más prominente ha afectado a decenas de estudiantes en Extremadura. «Esto le puede suceder a cualquiera y cualquiera lo puede hacer. Por eso, pido a los colegios que actualicen sus definiciones de ciberacoso y les añadan los 'deepfakes'», añadió Mani en una entrevista con el MIT Review. El problema es que un 74% de quienes consumen estas imágenes no se siente culpable por ello. Muchos consideran erróneamente que no daña a nadie.
«El impacto psicológico en las víctimas es muy grande, porque sucede sobre todo con adolescentes. Están en una etapa de vulnerabilidad en la que es muy importante la imagen que se generan de sí mismas y la que los demás tienen de ellas, porque están tratando de pertencer a un grupo y les importa mucho lo que piensa el resto. Eso puede afectar a la autoestima», explica el psicólogo y sexólogo clínico Alejandro Villena, investigador en el consumo de pornografía y sus consecuencias, subrayando que la humillación a la que se somete a las víctimas puede desembocar en ansidedad y depresión. «Es una nueva forma de abuso sexual y un atentado contra su honor y su dignidad», añade.
Por eso, Borja Adsuara, abogado experto en derecho digital, tiene claro que este uso de la inteligencia artificial con fines pornográficos es ilegal en casi todas las circunstancias, sobre todo si involucra a menores, ya sean reales o no. «Desde el punto de vista legal hay varias perspectivas. En el caso de la pornografía infantil, da igual que sea virtual. Siempre que se muestren genitales y haya una intención sexual en la desnudez es delito», explica. No obstante, esa intención es muy subjetiva y la interpretación queda en manos del juez. Por otra parte, puede ser difícil determinar si es menor o no, pero basta con que lo parezca.
En cualquier caso, el código penal no es el único que se puede aplicar. «En el caso de las imágenes de adultos en las que se pone el rostro de alguien real también se puede aducir una intromisión ilegítima en el derecho a la propia imagen, a la intimidad o al honor, recogidos en la Ley Orgánica de Protección Civil de estos derechos Y también se podrían aplicar sanciones administrativas con la normativa de protección de datos, porque la imagen es el dato personal que más nos identifica», añade Adsuara. Por último, hay que recordar el acuerdo al que han llegado los actores de Hollywood. «Han logrado que cualquiera que cree un personaje parecido a uno real tenga que pedirle permiso y pagar por su imagen», ahonda. Al final, la clave está en el consentimiento.
«La inteligencia artificial es solo una nueva vía para reproducir el machismo y la instrumentalización del cuerpo femenino que llevan desde siempre en la sociedad. En diez años se ha pasado de difundir sin consentimiento imágenes reales a hacerlo con otras generadas por ordenador que permiten a los agresores sentirse impunes, escudándose en que no son reales. Pero las razones que llevan a ello son las mismas», argumenta Estibaliz Linares, profesora de Trabajo Social en la Universidad de Deusto y especialista en ciberviolencia.
Villena está de acuerdo. «Se está utilizando la inteligencia artificial para crear un menú a tu gusto de la sexualidad. Es muy peligroso, porque estamos sexualizando a todas las personas que tenemos delante, con la sensación de poder que genera tener a nuestro alcance el cuerpo de otra persona sin su consentimiento, pero también sin reprocidad ni afecto», afirma. «Nos da la ilusión de que podemos tener bajo nuestro control todas las posibilidades sexuales del mundo. Pero tenemos una sociedad tan hipersexualizada que nada nos sacia, en la que hay mucho sexo disponible pero en la que se vive de la peor manera posible, con más disfunciones, con menos deseo y más enfermedades de transmisión sexual», apostilla.
Linares asegura que la solución, sobre todo para los casos que se dan entre adolescentes, está en «la educación, prevención y detección» de estas conductas. «Los padres deben hablar con sus hijos de estos temas, aunque les dé miedo, porque no se puede delegar siempre en el colegio. Pero hay que evitar los mensajes catastrofistas que nos llevan a prohibirlo todo. Debemos adquirir las herramientas para hacer frente a este reto», sentencia.
Adsuara también recalca que en la regulación de la tecnología, que siempre se va a desarrollar más rápido que las leyes que le pongan coto, hay que tener cuidado con no extralimitarse. «No hay que confundir la pederastia, por ejemplo, con fantasías como las que se pueden tener con colegialas. Lo mismo que no son perseguibles las versiones porno de las películas para niños, porque no son realistas», comenta el abogado.
No obstante, en torno a la pedofilia y la inteligencia artificial se abre un complejo debate. ¿Pueden estas imágenes virtuales servir de placebo para los pederastas y evitar así abusos reales o, al contrario, pueden provocar que quienes no tienen estas tendencias las desarrollen? «No sirven para proteger a nadie y se legitimaría este tipo de contenido explícito. Hay terapias para trabajar la pedofilia y la pederastia que no tienen que ver con permitir esas conductas sino con reestructurar la sexualidad, cambiar el imaginario o generar condicionamientos aversivos ante ese tipo de excitación», apunta Villena, que extiende su opinión a los muñecos sexuales hiperrealistas de niños. «Esta es la excusa para seguir vendiendo el producto, pero no hay estudios que demuestren su eficacia».
El mercado de la pornografía mueve en torno a 97.000 millones de dólares anuales en todo el mundo. Es un negocio muy goloso que ha ido transformándose con el tiempo: de revistas clandestinas y cintas que se alquilaban con vergüenza en el videoclub, a contenido digital en realidad virtual grabado por cualquier persona. En torno al 35% de las descargas y al 25% de las búsquedas en Internet están relacionadas con este sector, que ahora vive un nuevo punto de inflexión por la irrupción de la inteligencia artificial.
La posibilidad de generar virtualmente escenas de sexo cambia las reglas de juego. Para las empresas, es una oportunidad interesante; para los actores de carne y hueso, una amenaza. Aunque no para todos. Hay quienes aprender a sacar provecho, como Sika Moon, una actriz porno que, después de haber llegado a ganar 40.000 euros al mes, el año pasado decidió que había llegado el momento de retirarse. Pero solo del mundo real, porque en el virtual ha creado un personaje para que haga lo que a ella ya no le apetece. Y en solo cuatro meses ha logrado que cientos de hombres paguen para verlo.
El problema, explicó en una entrevista con Dazed, es que de esta manera solo puede generar fotografías realistas. Así que para los vídeos utiliza escenas reales grabadas en el pasado, tanto suyas como de otros que le dan su permiso, y las modifica para que tengan el rostro del avatar virtual. O sea, un 'deepfake'. «Mis seguidores adoran el porno, pero también aprecian la belleza de este arte que hago», afirmó Moon, subrayando que generar imágenes sexuales no es suficiente para tener éxito porque Internet está lleno de ellas.
La incógnita está en hasta dónde llegará la industria, y si la facilidad para acceder al mercado acabará con los estudios de producción, que ya sufrieron con Internet, y confirmará el auge del contenido de 'freelances' que lo comercializan a través de plataformas como OnlyFans o Patreon.
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Alfonso Torices (texto) | Madrid y Clara Privé (gráficos) | Santander
Sergio Martínez | Logroño
Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
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