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La llegada a la Luna del Apolo 11 hace medio siglo, en una misión que duró 195 horas, 18 minutos y 35 segundos desde el despegue al alunizaje, generó una cascada de lunáticas anécdotas que aún hoy encandilan a los curiosos terrícolas, seducidos por el ... brillo del satélite desde el alba de los tiempos.
Un precavido Richard Nixon escribió un luctuoso discurso en previsión del fracaso de la misión el 21 de julio de 1969. «El destino ha querido que los hombres que fueron a la Luna a explorar en paz se quedaran en la Luna a descansar en paz. Estos valientes hombres, Neil Armstrong y Edwin Aldrin, saben que no existe esperanza de que sean recuperados. Pero también saben que existe esperanza para la humanidad en su sacrificio», decía el texto que nunca leyó.
La base española de seguimiento en Fresnedillas, cerca de Madrid, estaba en la reserva, según el plan original del día D. Pero fue la primera en contactar con la cápsula en su descenso lunar. Tras orbitar por la cara oculta, el primer mensaje que oyeron los astronautas fue: «Aquí Houston, Madrid acaba de recibir vuestra señal».
Se ha dicho que Neil Armstrong apeló a su autoridad militar y su grado de comandante para ser el primero en pisar la Luna y adelantarse a Edwin 'Buzz' Aldrin, que sí ambicionaba pasar a la historia. Lo cierto es que Armrstrong ocupaba en el módulo la posición más cercana la estrecha puerta de salida. Con los aparatosos trajes, la escafandra y la mochila de oxigeno, era imposible ceder el paso a Aldrin o que saltara por encima de su compañero para salir el primero, dada la estrechez el módulo lunar.
La historia oficial repite que lo primero que dijo Neil Armstrong al pisar el suelo lunar fue aquello de «un pequeño paso para el hombre pero un gran paso para la humanidad». Pero la realidad es menos épica y más prosaica. «Estoy al pie de la escalerilla. Las patas de aterrizaje sólo se hunden en el suelo uno o dos centímetros, aunque de cerca, la superficie parece muy finamente granulada, casi como polvo, muy fina. Voy a bajar», fue su primera parrafada lunar mientras orinaba en el interior del traje.
Antes de dar sus primeros pasos y obtener las primeras imágenes, Armstrong arrojó una bolsa de basura sobre el mar de la Tranquilidad. Esta contaminante acción fue, de hecho, la primera del ser humano en la Luna. Aldrin le pasó a Armstrong la bolsa con desperdicios, justo antes de que bajara la escalerilla. Este la dejó caer al suelo y de una una patada la mandó debajo del Eagle.
La humanidad estuvo a un tris de no ver por la la tele uno de los episodios más relevantes y épicos de la historia. La carga del módulo lunar estaba al límite y había que ahorrar combustible. Los técnicos de la NASA recomendaron prescindir todo el material que no fuera imprescindible, como la cámara de TV. La Casa Blanca montó el cólera y obligó a los técnicos a reconsiderar su decisión. La retransmisión al mundo de la llegada de del hombre la Luna era tan importante, o más, que el propio alunizaje.
La NASA no tuvo remilgos para manipular la foto más icónica de alunizaje. La imagen de Aldrin sobre la superficie lunar tiene una franja negra detrás que no estaba en el encuadre original y que se añadió «para mejorarla». «Ellos admiten que la trucaron», dice Mark Kidger, científico espacial de la Agencia Espacial Europea (ESA). Las imágenes borrosas del primer paseo «se ha procesado varias veces desde entonces para hacerlas más nítidas».
Clavar la bandera estadounidense en el suelo lunar fue una odisea. Los técnicos presumían que el suelo del satélite sería blando y maleable, pero Armstrong y Aldrin se toparon con roca sólida cubierta de polvo. Pudieron perforar apenas unos centímetros para colocar la enseña, que aguantó malamente para la grabación de un vídeo. El módulo lunar la derribó al encender los motores para iniciar el retorno. No queda ni rastro de aquella ni de las posteriores. Era de un nylon de ínfima calidad, compradas en una tienda de Nueva York por 6,95 dólares cada una.
'Buzz' Aldrin, de confesión presbiteriana, 'autocomulgó' durante su segunda velada lunar. En 'Regreso a la Tierra', el libro que publicó en 1973, relata como extrajo una cajita con pan y vino, se recogió en oración y leyó el versículo 15,5, del Evangelio de San Juan: «Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece unido a mí y yo en él, da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada». Michael Collins, quiso también dejar constancia de su fe católica y en un panel interno de la nave garabateó: «Nave espacial 107. La mejor creada. Que Dios la bendiga».
Armstrong, Collins y Aldrin no pudieron permitirse un seguro de vida, Ninguna compañía asumió el riesgo ante la incierta misión lunar. Para garantizar el futuro de sus familias ante un fatal desenlace, los astronautas firmaron cientos de autógrafos en el mes previo al despegue. En caso de que no regresaran a la Tierra, una suerte de albacea tenía el encargo de venderlos o subastarlos para recaudar dinero.
Se valoró como muy factible la posibilidad de que el Apolo 11 explotara en el despegue. Por eso las personalidades invitadas a presenciar el lanzamiento en directo en la base de Cabo Cañaveral se situaron a seis kilómetros de la plataforma de despegue. Según los ingenieros era la distancia máxima que alcanzaría la metralla del cohete en caso de debacle. En realidad la cuenta atrás duró 93 horas, por más que sigamos pensando en los diez segundos finales.
La NASA creía que en la Luna no había rastro de vida, debido a sus condiciones extremas, la ausencia de atmósfera que filtrara la radiación solar y la ausencia de agua, aunque hoy sepamos que hay hielo. Aún así, dudaba, de modo que al regresar a la Tierra sometió a los tripulantes del Apolo 11 a una severa cuarentena hasta tener la certeza de que ningún agente patógeno.
Los astronautas dejaron en la Luna un disco con mensajes y saludos de todas las naciones del mundo, algunas insignias y medallas de la NASA y un sello de correos de 10 centavos.
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