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Silvia Fernández
Sábado, 14 de octubre 2023, 13:23
Fue la gran protagonista de la emigración canaria en los años 50, cuando sus jóvenes marchaban hacinados en barcos de pesca hacia Venezuela en busca de un futuro mejor. Siete décadas después, la pequeña isla de El Hierro se ha convertido en el principal puerto ... de destino de los cayucos que salen desde la costa africana -Senegal, fundamentalmente- en dirección al archipiélago español. Paradojas de la vida, muchos descendientes de aquellos que marcharon con lo puesto a otro continente para emprender una nueva vida en un país extranjero son los que hoy reciben y atienden en el muelle de La Restinga (El Pinar) a los inmigrantes africanos que llegan sin cesar: unos 400 al día en las últimas dos semanas.
Guardias civiles, personal portuario, voluntarios de Cruz Roja… Son muchos los que reconocen ese pasado emigrante en su familia, que les llena de orgullo y les ayuda a empatizar con el que viene. «Nosotros también emigramos cuando aquí no había nada que comer, ni siquiera luz eléctrica. Ahora son ellos y hay que ayudarles», asegura Jorge, el barrendero de La Restinga, de padre herreño y madre vasca. La pareja se conoció en Venezuela y hace unos años decidió regresar a El Hierro. «Hay que ayudarles, pero hay que hacerlo bien porque si no se integran y no tienen trabajo acaban delinquiendo», señala un guardia civil, nieto de emigrantes, mientras espera en el muelle la entrada de otro cayuco.
La llegada de nuevas pateras a la isla se vive con tristeza, pero también con esperanza, «porque si no recalaran aquí seguiríamos sumando muertos, y no queremos», indica un voluntario. Y es que El Hierro, considerado durante siglos el Finisterre occidental y el lugar donde acababa el mundo, es el último pedazo de tierra que se extiende en el vasto mar que conduce hacia América. De hecho, aquellos cayucos que se pierden van derechos a una muerte segura, empujados por las corrientes que trasladaron a Cristóbal Colón al Nuevo Mundo.
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S. Fernández
En los últimos días, familiares de inmigrantes han acudido a distintas ONG en busca de información sobre algunas barcas que partieron de la costa africana sin conocerse su destino. «Sabemos las que llegan, pero no tenemos constancia de las que salen y se hunden o se pierden en el mar», indica uno de los voluntarios que trabaja a pie de muelle en La Restinga. La organización Caminando Fronteras ha contabilizado 800 muertos en el primer semestre del año en la ruta canaria de la inmigración, aunque se da por descontado que las cifras reales son muy superiores.
21.000 inmigrantes
han llegado a Canarias en lo que llevamos de año.
«Estos han llegado; al menos no han muerto en la travesía», reflexiona con lágrimas en los ojos ante el desembarco de otra embarcación una venezolana residente en El Hierro desde hace cinco años que tuvo que salir de su país con su marido -emigrante canario retornado- por la situación que se vive allí. «Cuando ves esto te salen los sentimientos», apunta mientras observa en el muelle una escena que no deja de repetirse. Por fortuna, en esta nueva oleada la mayoría de los inmigrantes llegan en buen estado de salud. Algunos sufren deshidratación, llagas tras horas de hacinamiento en la embarcación y quemaduras del sol, pero no hay muertos.
Son muchos los que defienden que si no se registran víctimas es porque a los fallecidos en la travesía «se les tira por la borda», apunta uno de los marineros de Salvamento Marítimo en La Restinga. Pero, en su opinión, la realidad es otra: los cayucos cada vez son mejores y se desplazan a mayor velocidad, lo que acorta el tiempo del viaje. «En línea recta hay unas 800 millas hasta Senegal. Los cayucos viajan a una velocidad de 7 nudos la hora, con lo que hacen más de 180 millas por jornada. En tres o cuatro días están aquí», explica este profesional, que en 2020 tuvo que vivir la amarga experiencia de intervenir en un cayuco que traía 20 cadáveres, entre ellos de varios niños. «Si tienen que llegar, que lleguen vivos», indica. Y la ruta herreña, recuerda, es la más rápida y en la que menos controles hay de las patrulleras españolas y marroquíes.
Los emigrantes que viajan en la proa de la patera son los que llegan en peor estado, porque es la zona que más se mueve y donde salpica el agua. Por eso pagan más barato el billete, que puede llegar a costar más de 2.000 euros. «En la popa, la parte de atrás donde están los motores, van los que más pagan y los patrones. No obstante, cuando llegamos a un rescate nunca hay nadie sentado allí, o ponen a un menor para que dirija la embarcación hacia el muelle y así no ser acusados de tráfico de personas», indican desde Salvamento Marítimo.
En los cayucos, de un metro de altura, los inmigrantes viajan sentados en dos pisos. Abajo, los que menos pagan, totalmente hacinados, lo que hace que una vez en el puerto apenas puedan caminar. Arriba, los más afortunados, que llegan en mejor estado y habitualmente cantando para expresar su alegría cuando alcanzan el muelle. ¡Lo han conseguido! Al desembarcar, sus escasas pertenencias quedan en el fondo de la barcaza: mochilas, chanclas, restos de comida, hornillos en los que calientan sus alimentos, garrafas de combustible y agua, ropa y un hedor insoportable. Son los testigos mudos de un viaje dramático.
6.000 personas
han alcanzado de forma irregular El Hierro este 2023.
Una veintena de embarcaciones se acumulan a día de hoy en El Hierro. Son fumigadas y después desguazadas, una labor de la que se encarga Puertos Canarios con un coste de casi 2.000 euros por unidad. Más de 21.000 personas han llegado desde enero a las islas y las previsiones que manejan los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado apuntan a que hasta fin de año podrían llegar unos 10.000 más. Así, se alcanzarían los registros de 2006, cuando se produjo la denominada 'crisis de los cayucos' y Canarias alcanzó cifras de récord con 31.678 entradas. Con una población de 10.000 habitantes y una superficie de 268 kilómetros cuadrados, El Hierro encabezaba hasta ayer las llegadas al archipiélago, con más de 6.000 inmigrantes rescatados. Este mes, en apenas doce días, han arribado más de 3.200 personas.
Pese a las abultadas cifras, no ha habido estallido social en la isla. ¿La razón? «La rapidez» con la que, según el presidente del Cabildo de El Hierro, el socialista Alpidio Armas, «el Gobierno de España ha realizado las derivaciones de los inmigrantes a otras islas». Así, en un plazo de 24 a 48 horas han salido de la isla hacia centros de Gran Canaria y Tenerife en barcos fletados o de línea regular, de manera que siempre hay plazas libres para las nuevas llegadas. En la isla del Meridiano se ha habilitado un viejo polideportivo como centro de acogida con 250 plazas, y hace unos días se habilitó el antiguo monasterio de La Frontera, con 250 más.
Una vez en Tenerife y Gran Canaria, los inmigrantes pasan un mes en centros de acogida y después son trasladados a la península, una operativa que se realiza en base al Plan Canarias que el Ministerio de Migraciones puso en marcha en 2021 con el objetivo de no atender a más de 3.500-4.000 personas a la vez. Se trata de evitar lo ocurrido un año antes, cuando los desplazamientos se interrumpieron por el covid y las islas se vieron colapsadas. Fue entonces cuando Arguineguín (Gran Canaria) se convirtió en el 'muelle de la vergüenza', con más de 2.000 personas hacinadas en su puerto. Una vez en la península, los inmigrantes permanecen un mes acogidos y después, si no están en situación de vulnerabilidad, salen a la calle de forma irregular. Las ONG y la Iglesia demandan soluciones para evitar esta situación que deja a su suerte a miles de personas.
Pese a la celeridad en los traslados a otras islas, las llegadas masivas de las últimas semanas han tensionado los servicios sanitarios en El Hierro. En el centro de salud del Pinar, municipio al que pertenece La Restinga, solo cuentan con una ambulancia, un médico y una enfermera, con lo que cada vez que llegaba un cayuco los vecinos sufrían un «vacío sanitario». Si alguien tenía un incidente debía bajar al muelle para ser atendido, situado a 20 kilómetros, o ir al hospital, a 35.
Las gestiones realizadas por el alcalde de El Pinar, Juan Miguel Padrón, y el presidente del Cabildo han llevado al Gobierno canario a contratar a dos médicos y dos enfermeras para atender a los inmigrantes y se prevé que en las próximas semanas se sumen cuatro profesionales más. Pero los problemas persisten ya que, por ejemplo, el hospital solo cuenta con 25 camas de ingreso.
La semana pasada el Estado trasladó a la isla a nueve agentes fijos de la Policía Nacional para atender a los africanos que llegan y ha reforzado a la Guardia Civil, con una quincena de efectivos más, hasta llegar a los 50. Pero la llegada incesante de cayucos resta importancia a cualquier esfuerzo. Y se siguen batiendo récords, como el recate de casi 700 personas en un solo día.
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