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«Vivo con miedo» y«Nosotros somos los siguientes» son algunas de las frases que se escuchan, en eco, en el centro de San Fernando de Henares, al este de Madrid. Desde hace 15 años, el túnel de la línea 7B de Metro abrió una ... brecha que no cicatriza bajo el centro del pueblo. «Por fin tienen metro. Han sido muchos años de soñarlo y hoy se ha convertido en una realidad», señalaba en 2007 Esperanza Aguirre, presidenta entonces de la Comunidad de Madrid. Un sueño que, en poco tiempo, se convirtió en pesadilla para decenas de familias sanfernandinas.
Los primeros en dar la voz de alarma fueron los agricultores de la Vega de San Fernando que denunciaron la sequía de sus pozos. El agua del río Jarama no llenaba los acuíferos subterráneos, había encontrado otro cauce: «Se han detectado diversas patologías en relación con una anómala y creciente entrada de agua de elevada conductividad al pozo de bombeo situado entre la estación 7 y 8», advertía un informe oficial el mismo año de la inauguración.
La siguiente alerta apareció en los andenes de MetroEste. De los túneles llegaban vagones con chorretones y manchas de sal. «Se están produciendo filtraciones de agua que al disolver determinados minerales producen peligrosos huecos, con el consiguiente riesgo de hundimiento del túnel y los edificios circundantes», añadía otro informe geológico en posesión de las autoridades madrileñas. Tras estas alertas, llegó el primer cierre de la línea 7B, que ya suma nueve clausuras parciales y casi 1.000 días de obras.
Mientras el subsuelo cambiaba su morfología por las aguas del Jarama y del Henares, en tierra, cada vez menos firme, las puertas y las ventanas no encajaban. 'Quejíos' alentados por los vecinos y por los propios edificios. «Anoche escuchamos un crujido enorme, las puertas se quedaron encajadas y llamamos a los bomberos. Luego llegó la policía y nos desalojó». Es el relato de una vecina de la localidad esta semana, pero es una realidad común desde 2009 en la llamada 'zona cero', que comprende las calles Rafael Alberti, la Presa, Ventura, Argumosa y Nazario Calonge.
Minutos, horas o, en el mejor de los casos, días para salvar documentos, existencias y, sobre todo, recuerdos. «¿Cómo se recoge una vida en cinco minutos», se preguntaba una vecina tras salir de su casa acompañada por un bombero.
Todos están a la espera del informe que emita la Comunidad de Madrid para volver a sus domicilios, pero el balance es desalentador: desde septiembre de 2021 se han derribado 27 viviendas que pueden llegar a ser 60, y se ha vaciado un centenar. El cómputo municipal eleva el desastre «a 600 edificios con grietas o afecciones en trece calles».
Ahora, parte del centro del pueblo ha perdido a sus vecinos que han sido sustituidos por maquinaria pesada y testigos plásticos que certifican que, milímetro a milímetro, San Fernando de Henares se hunde.
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